El fallo del español, junto al paradón del brasileño, impulsó a un Liverpool que, durante los 120 minutos, perdió a Mohamed Salah y Virgil Van Dijk por lesión, pero que refuerza su confianza de cara al final de la Premier League y de la Liga de Campeones contra el Real Madrid.
La final de la Copa de la Liga hace un par de meses, en este mismo escenario y con los mismos protagonistas, demostró que un encuentro sin goles puede ser un partidazo, puede ser absorbente y puede ser trepidante. Y lo volvieron a exhibir con un encuentro a la altura, sino mejor.
Durante 120 minutos, no hubo gol en Wembley, pero no importó lo más mínimo. La falta de puntería solo la sufrían los jugadores, mientras el público disfrutaba de uno de los encuentros más bonitos de la temporada.
Un duelo al que el Liverpool salió con la intención de hincar el colmillo en los primeros compases, con un Luis Díaz desatado al que el Chelsea no conseguía descifrar. El colombiano entró varias veces con total libertad por su carril izquierdo, desesperando a Reece James, pero errando en un mano a mano con Mendy.
Chalobah tuvo que sacar una pelota encima de la línea que marcó el fin del peligro ‘Red’ y abrió paso a las hostilidades del Chelsea. Un remate de Pulisic a centro raso de Mount que se marchó desviado y un error de Marcos Alonso en el mano a mano con Alisson, que encimó perfecto y se llevó un buen golpe en la rodilla, fueron las más claras de los de Thomas Tuchel, que recibieron el impulso definitivo cuando Mohamed Salah, a la media hora, se echó al suelo y pidió el cambio.
Problema muscular en la ingle a catorce días de la final de la Champions. Un drama para el egipcio y para Klopp. El alemán tuvo que recurrir a Diogo Jota y el portugués casi marca en su primera aparición, un disparo en las narices de Mendy demasiado alto. La sensación general es que debería haber marcado.
El Chelsea siguió encontrando vías de escape y su salida en la segunda parte fue un torrente de ocasiones con tres para haberse adelantado ellos. Volea rasa y desviada de Alonso, paradón de Alisson a Pulisic y falta de Alonso al larguero.
Pero el cronómetro corría sin el gol. Ni Lukaku, ni Díaz a la media vuelta, ni un disparo brutal de Thiago. Tampoco el palo que escupió el disparo del colombiano y el que repelió un remate de Robertson a puerta vacía antes de la prórroga.
La llegada del tiempo extra terminó con las fuerzas de Virgil Van Dijk, sustituido con molestias físicas, y prácticamente con las de los dos equipos, que acabaron rendidos y bajando el nivel de juego. Los dos firmaron los penaltis.
Y como hace tres meses, los once metros decidieron. Como en la Copa de la Liga, pero con diferentes protagonistas bajo los palos. Aquel día estuvieron Caoimhin Kelleher y Kepa Arrizabalaga; esta vez Alisson y Mendy.
La tanda estuvo lejos de la perfección de los 21 penaltis de febrero y hubo un tiro al palo de Azpilicueta, un paradón de Mendy a Mané, para dejar al Chelsea vivo, y una parada definitiva de Alisson que, unida al último lanzamiento del griego Kostas Tsimikas, entregó la octava FA Cup de su historia al Liverpool, que iguala en el palmarés a Chelsea y Tottenham Hotspur.