Es cosa de cometas, la misma que acompañó en el Villamarín el futbol de samba del Brasil de Tele Santana en el Mundial de 1982 hasta que la prosaica Italia, campeona mundial a la postre, acabó con la fiesta del futbol a la que una tarde frente a Nueva Zelanda se sumó esa pandorga brasileira, que bien podía llamarse como cualquiera de los del sambódromo.
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Esa década de los ochenta del siglo pasado también fue testigo del paso por Cádiz de otro genio indolente, “Mágico” González, cuyo nombre también fue coreado por el Villamarín ante los excesos de un jugador que, como Leo Messi en la goleada del domingo (0-5), sacaba conejos de la chistera con un aplomo al alcance solo de él.
El Villamarín es terreno abonado para jugadores de ese otro futbol que han vestido la verdiblanca como Joaquín Sierra “Quino”, Julio Cardeñosa o Rogelio Sosa, entre otros muchos, pero los penúltimos grandes del futbol, como Johan Cruyff, Diego Armando Maradona o Zinedide Zidane, no lograron su 'rendición' como lo hicieron la “canarinha”, el mago de El Salvador y, Messi.
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Los más de 53 mil béticos que llenaron Heliópolis se rindieron finalmente a las cosas de un jugador diferente a todo y todos, que desarboló cuando quiso el entramado dispuesto por el entrenador bético y que, además de marcar dos goles, hizo encajes de bolillos cómo y cuando quiso: y claro, el estadio acabó coreando el nombre de Messi.
“Ya no sé qué vamos a decir de él”, afirmó al término del encuentro el capitán bético, Joaquín Sánchez, de la exhibición del genio de Rosario y de cómo él solo se las había bastado y sobrado para romper con casi una hora de resistencia bética y, además, hacerlo de esa forma que sólo gastan los elegidos.
Cuando uno de éstos se despereza, es cuando se desata la fiesta del futbol y cuando, como acuñó certeramente el técnico Joaquín Caparrós, jugar frente al equipo de Leo Messi sea como pasar por el dentista y que, tras el fielato, le toca pasar al siguiente.
No en balde, y sería casualidad o un guiño televisivo, el primer anuncio que salió tras el partido exhibición del de Rosario fue el de una clínica dental.