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Decenas de miles de marselleses han jurado durante años que estuvieron en aquel famoso partido de segunda división contra el Forbach en 1965, al que asistieron apenas 434 espectadores.
Desde hace un siglo, en Marsella no se dice “Voy al fútbol” o “Voy al estadio”, sino “Voy al OM (Olympique de Marsella)”.
Cemento social
El Marsella “desempeña una labor de cemento, de cohesionar, en una ciudad en la que las desigualdades sociales y territoriales son muy importantes”, explica a la AFP el sociólogo Ludovic Lestrelin.
El Olympique “es un tema de conversación que une al marsellés más pobre con el abogado que vive en el octavo distrito (zona rica de la ciudad)”, añade Lestrelin.
La identificación entre club y ciudad es muy importante. Para el historiador del Olympique de Marsella Gilles Castagno, autor de una gran enciclopedia sobre el club, “los marselleses necesitan una estrella a la que adular. Se ve cada vez que (Steve) Mandanda hace una gran parada, con (Didier) Drogba en 2004 o ahora con Luiz Gustavo, que tiene su propia canción desde la primera temporada”.
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“Y este equipo se hace querer”, subraya Castagno. “Responde a la imagen de Marsella, es combativo, con dos o tres estrellas, digamos (Dimitri) Payet, (Florian) Thauvin y Luiz Gustavo”.
“Revancha simbólica”
“Fueron clave los años 1980, el futbol tuvo una función de compensación frente al declive económico, permitió tener una revancha simbólica a una ciudad que tiene mala reputación y que pudo ser la primera en algo”, indica.
En la actualidad, el hecho de que “el París Saint-Germain sea tan deslumbrante económica y deportivamente, inalcanzable, acentúa el deseo de mostrar el fervor”, añade.
Los aficionados del Marsella presumen de un espíritu colectivo único en Francia. Lens o Saint-Etienne son otras 'ciudades de fútbol' en su país, pero el Marsella tiene “un ámbito urbano enorme y también público de fuera del lugar”, subraya el sociólogo.
De generación en generación
Toda esta historia de amor dura tanto porque se transmite de generación en generación.
“La felicidad de hoy, la gente que la vivió en el pasado se alegra de haberla recuperado. Los más jóvenes están contentos por vivir una felicidad que les habían contado”, explica Mario Albano.
Él tenía 13 años cuando se dio el doblete de 1971 y subraya que la pasión por el Olympique “pasa de padres a hijos”.
“A la gente que viene a vivir aquí, su pasaporte es también ser hincha del Marsella”, asegura.
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