Al igual que sucede en muchos deportes, el fútbol conlleva un riesgo inherente de lesiones. Entre ellas encontramos la conmoción y subconmoción cerebral. Esta última da lugar a una lesión cerebral traumática leve que no provoca síntomas de conmoción cerebral.
En el fútbol se puede realizar un tipo de movimiento concreto que no se da en otro tipo de deportes: el cabezazo y el remate de cabeza. Se trata de un movimiento defensivo u ofensivo que se usa para impactar deliberadamente el balón y dirigirlo durante el juego.
A simple vista parece que estos golpes son simplemente fuerzas de impacto o que tienen aceleraciones insuficientes para producir síntomas asociados con la conmoción cerebral.
Sin embargo, existe una preocupación creciente sobre las lesiones cerebrales relacionadas con el deporte y las posibles consecuencias a largo plazo, ya que los jugadores y jugadoras experimentan una gran cantidad de impactos en una sola temporada de juego.
Peligros de los impactos fuertes o repetitivos del balón
Durante los partidos, las jugadoras cabecean el balón un promedio de entre 6 y 12 veces. En estos golpes la pelota alcanza altas velocidades, de hasta 80 km por hora o más. En sesiones de entrenamiento, los remates y cabezazos, a menudo lanzados a baja velocidad, pueden a producirse 30 veces o más.
En estudios anteriores realizados en hombres, la mayoría de estos impactos producidos en el remate de cabeza no se han apreciado como un factor causal de posibles lesiones. Por eso, las consecuencias que podrían producir a largo plazo siguen siendo poco estudiadas.
Es decir, aunque no todos los cabezazos en el fútbol producen una conmoción cerebral, estos impactos subconmocionales podrían comunicar aceleración, desaceleración y fuerzas de rotación en el cerebro, dejando déficits estructurales y funcionales. Estas alteraciones podrían deberse a daños en la sustancia blanca del cerebro.
Estas fuerzas dirigidas a determinadas partes del cerebro (al mesencéfalo, cuerpo calloso y fórnix) podrían ser responsables de los síntomas de conmoción cerebral, como la pérdida de conciencia, de memoria y amnesia.
Incluso en los impactos menos graves o subconmocionales existen fuerzas significativas que se transmiten a las estructuras profundas del cerebro medio y del tallo cerebral. Esto implica también lesiones que pueden comportar, a largo plazo, posibles secuelas neurodegenerativas crónicas.
¿Las consecuencias son las mismas para el fútbol femenino?
La mayoría de las recomendaciones científicas para el juego femenino se han basado en investigaciones realizadas en hombres, lo cual puede no ser apropiado porque los resultados están sesgados. Por tanto, el aumento creciente de la práctica del fútbol femenino hace necesario incluir este tipo de estudios.
Además, la mayoría de las investigaciones han puesto poco interés en los efectos acumulativos de los impactos subconmocionales repetitivos sobre la integridad estructural y funcional del cerebro.
Ahora, en un reciente estudio de la Universidad de Vic – Universidad Central de Cataluña hemos valorado las funciones ejecutivas del lóbulo frontal en el control de la atención a corto plazo después de haber realizado remates de cabeza con el balón. Los análisis los realizamos en jugadoras de fútbol adultas no profesionales.
Así, los miembros del equipo de investigación observamos que tanto en los impactos repetidos al rematar el balón con la cabeza como en los impactos a más de 62 km/h, las fuerzas de rotación, aceleración y desaceleración en el cerebro producen una alteración en las funciones cerebrales voluntarias. Es decir, estos golpes estarían provocando subconmociones.
Esto alteraría la calidad de la respuesta de las jugadoras y su tiempo de reacción frente a determinados eventos. Además, estos impactos pueden producir cambios en el flujo sanguíneo cerebral, en el metabolismo de la neurona y en las conexiones entre la corteza cerebral y las estructuras subcorticales. Todo ello también afectaría al control de la atención.
Por tanto, el efecto negativo agudo e inmediato sobre las funciones ejecutivas es evidente. El que se produciría a largo plazo todavía está por determinar.
El cerebro también necesita periodos de descanso deportivo
Nuestros resultados también sugieren que se tiene que limitar la carga acumulada a lo largo de la temporada para que el cerebro se recupere, tanto durante los entrenamientos como en los partidos.
También consideramos que es necesario un periodo de descanso después de la temporada de competición para mantener un buen estado de salud cerebral. El objetivo es reducir las alteraciones microestructurales y metabólicas acumuladas en el cerebro.
Efectos cognitivos de los impactos del balón en la cabeza
Estudios anteriores realizados en hombres identificaron que un historial de conmoción cerebral se asociaba con un mayor riesgo de depresión clínicamente diagnosticada y síntomas depresivos. No obstante, no está claro si estos hallazgos son generalizables más allá de los exjugadores de fútbol profesionales masculinos.
En jugadores de fútbol también se ha observado un mayor adelgazamiento cortical con la edad y un deterioro cognitivo temprano como consecuencia del impacto repetitivo del balón.
Ante dichos resultados, se propusieron diferentes recomendaciones y una técnica de juego correcta para evitar la posibilidad de un efecto negativo acumulativo crónico al cabecear el balón.
Pero la falta de estudios en jugadoras, a medio y largo plazo, no nos permite conocer las consecuencias futuras de los impactos en la cabeza y los síntomas neurocognitivos debidos a la lesión microestructural y metabólica acumulada en el cerebro.
Se necesitan más estudios para evaluar la relación de los impactos subconmocionales acumulados con las funciones cognitivas y la salud mental en jugadoras de fútbol, tanto federadas como aficionadas.
De esta forma, todas las evidencias del efecto negativo en la funcionalidad cerebral se podrán tener en cuenta también para realizar recomendaciones en la práctica deportiva escolar.
La profesora Silvia Alonso Vila, excolaboradora del Departamento de Psicología de la Universitat de Vic – Universitat Central de Catalunya, ha colaborado en este artículo.
Agustí Comella Cayuela, Doctor en Medicina y Cirurgía. Profesor titular en Fisiología del ejercicio, Universitat de Vic – Universitat Central de Catalunya and Joan Carles Casas Baroy, Profesor agregado, Universitat de Vic – Universitat Central de Catalunya
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.