La utopía hibernal del Barcelona de conseguir el doblete de Liga y Copa del Rey se convirtió en una posibilidad tan factible en primavera que levantó la segunda y llegó a depender de sí mismo para llevarse la primera, pero la mala racha acumulada en los últimos cinco partidos (un triunfo, dos empates y dos derrotas) lo hizo imposible.
LaLiga ya es una cosa entre Atlético y Real Madrid, dos conjuntos que también vencieron en esta tarde de domingo, lo que hubiese comportado que un triunfo azulgrana tampoco sirviera para que el Barcelona tuviese opciones de título en la última jornada.
Los vigueses se encontraron con un contratiempo en el calentamiento, cuando el central Joseph Aidoo notó unas molestias que obligaron a Eduardo Coudet a tener que reemplazarlo. El elegido fue el jugador del filial Carlos Domínguez.
El Barcelona empezó el partido volcándose al ataque, pero sin disponer de remates claros ante Iván Villar. Tan solo Antoine Griezmann en el minuto 10, tras un pase interior de Messi, tuvo un cara a cara con el portero visitante, al que no pudo superar. Poco después fue el propio jugador argentino quien correteó por la autopista central antes de buscar el costado derecho del portero desde la frontal, pero el disparo se fue desviado.
En cambio, en el 28 Messi no desaprovechó una ‘delicatessen’ de Sergio Busquets, que le puso un balón milimétrico en la cabeza. Fue el gol número 30 del azulgrana en esta Liga, que el curso pasado se quedó en 25. Desde la temporada 2009-2010 tan solo no llegó a la treintena de tantos en Liga en tres ocasiones (2013-2014, 2015-2016 y 2019-2020).
La alegría del tanto de Messi le duró poco al Barcelona. Concretamente hasta el minuto 38, cuando un disparó fuerte desde la frontal del área en la primera llegada del Celta en el partido dejó helado a Marc-André Ter Stegen, quien no pudo ver la trayectoria del balón porque se lo impidió su compañero Gerard Piqué.
Pero la impotencia de los azulgranas pasó de la teoría a la práctica con todo su esplendor. En el minuto 83 Lenglet fue expulsado por doble tarjeta amarilla. La conclusión del drama catalán y la epopeya gallega la puso Santi Mina, quien batió en el 89 a un desnortado Ter Stegen al aprovechar el rechace del palo a un centro envenenado de Augusto Solari.
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