“Yo le dije a Amarini que soy un jugador relajado y que respetaba las decisiones de él. Uno está aquí ahorita en este microciclo, pero no sabe si va a volver a estar. Por eso hay que saber disfrutar cada momento”, afirma el artillero de Antigua GFC.
Y aunque no come ansias por conocer el futuro, se permite fantasear con volver a disputar un partido con la camiseta azul y blanco. El último duelo que jugó con la Bicolor se sostuvo el 6 de septiembre del 2016, cuando festejó el triunfo de la Sele 9-3 —anotó un gol— frente a San Vicente y las Granadinas, la noche en que se despidió Carlos el Pescado Ruiz.
Casi cuatro años después está en una convocatoria y llega a su mente gran cantidad de recuerdos y anécdotas. Compañeros con los que no había tenido la oportunidad de compartir alguna aventura en la Sele.
“Son puros chavitos; eso sí, con mucho talento. Me siento viejo cuando se presentan y dicen: ‘tengo 21 años’. Yo solo pienso que les llevo 13. Pero en la cancha no me siento viejo; al contrario”, asegura.
La nostalgia se apodera de él y abre el baúl de los recuerdos.
“Tengo una anécdota con Saúl de Mata. Estábamos en Estados Unidos por la Copa Oro. En el hotel nos metimos al sauna, que estaba a un costado del gimnasio. A algunos se les echa agua, para que el vapor levante, y nosotros pensamos que era de esos, pero no. Lo arruinamos. Salimos huyendo y nos quedamos callados. Los dos creímos que el Bolillo —Hernán Gómez— nos iba a mandar de regreso a Guatemala, pero no se enteró. A esa edad —tenía 19 años— a uno le da miedo cualquier cosa”, recuerda, entre risas.