Un total de 83 fallecidos y más de 200 heridos es el saldo de una noche que cambió el júbilo y la algarabía de la ilusión por un partido de fútbol, a la mayor tragedia del deporte en el país centroamericano.
La reventa y más boletos autorizados por las autoridades provocaron que unas 20,000 personas más de las debidas ingresaran al estadio en un día como hoy pero de hace 25 años.
El exfutbolista Martín Machón, internacional con Guatemala y exjugador del Santos, Atlas y Los Ángeles Galaxy, recuerda para la Agencia Efe la fatídica jornada dentro del estadio Doroteo Guamuch Flores, un día que trata de bloquear constantemente porque fue “demasiado triste” y que “esperamos no vuelva a suceder”.
El equipo, en el que también habían otras figuras como Juan Carlos Plata o Édgar Estrada, había llegado dos horas antes y las gradas ya estaban llenas. “La gente estaba haciendo la ola. Era un partido que nosotros sentíamos que era nuestro“, dice Machón.
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Pero al concluir el calentamiento y a la espera de poder salir por el túnel de los vestuarios a la cancha, “el doctor (de la selección) nos dijo que había habido pasado algo, sin mayores detalles y a los diez minutos regresó a decir que había un muerto“, cuenta Machón.
Eso cambió la sensación, aunque no se sabía entonces la magnitud de los hechos. Hasta que volvió el médico al camerino junto al seleccionador argentino Horacio Cordero a indicarles a los futbolistas que se había suspendido el partido porque había sucedido “una tragedia”.
Entonces, uniformados y preparados para jugar, “salimos por el túnel, y nos encontramos con cuerpos ya en la pista de atletismo. Ese momento sí fue impactante porque oías a la gente gritar, sufrir, a los parientes ahí, incluso recuerdo bien que al ‘Gato’ Estrada y al ‘Chino’ Iván León se les acerca un niño porque no encontraba a su papá“, relata Machón.
Los futbolistas, consternados, tanto guatemaltecos como costarricenses, se arremangaron las chaquetas deportivas y comenzaron a ayudar y a recibir los abrazos de los desconsolados.
Martín Machón, pendiente de ver qué hacía, con lágrimas en los ojos buscaba a sus padres en el palco de familiares. Volteaba a ver a esa zona mientras el caos crecía sobre la pista y los bomberos pasaban de un lado a otro, con heridos y cuerpos por montón.
Esa noche, a sus 23 años y como estrella creciente del mediocampo del Comunicaciones, decidió no volver a su casa, sino dormir en el hogar de sus padres.
“Nunca lo mencioné y nunca me lo habían preguntado, pero esa noche me fui a dormir con mis papás y a platicar y platicar hasta que logré conciliar un poco el sueño porque no quería estar solo, fue demasiado impactante. Y al día siguiente fue despertar y no creerlo y cuando empezás a ver los periódicos volver a tener esas imágenes de lo que sucedió“, lamenta.
LA AVALANCHA
Uno de los aficionados que sobrevivió a la tragedia, cuenta a Efe que el descontrol era absurdo. La gente comenzó a violentarse por la falta de organización y exceso de entradas que se vendieron de más. Incluso cuenta que un amigo los vio y los metió en la fila en lugar de él, que ya no consiguió volver.
Es el productor audiovisual Carlos del Valle, de 41 años de edad, que recuerda que ingresó junto a su padre “un poco antes que el bloque de gente que terminó en apelmazada, en el primer 40 por ciento de espacios para esa área. Llegó un punto que no sentía los pies en el suelo y otro en que empecé a caminar sobre las personas que estaban sentadas, que habían ingresado al principio y había mucha agresividad“.
La inercia de la masa “nos llevó de forma desordenada hasta la malla donde está la pista de correr, a nivel del piso. Nos hicimos hacia la derecha, ya con la malla en la cara, casi. El tumulto nos quedaba arriba y finalmente nos sentamos. Así pude ver la magnitud del estadio, que jamás había visto tan lleno“, agrega.
De un momento a otro, policías y bomberos abrieron las mallas que dividen las gradas de la cancha y “ahí se sintió como si se hubiera liberado algo y salió un chorro de personas expulsadas. Se veía a la gente desplomada. Mi mente sabía que había muertos pero no lo quería creer, hasta que los vi en la pista y los empezaron a tapar“, comenta.
Hasta entonces, cuando se acumularon los cuerpos tendidos uno a un lado de otro y fueron tapados con mantas fue que la gente en el estadio cayó en cuenta de la tragedia que los había alcanzado a todos, incluido un país que vivía los últimos dos meses de un sangriento conflicto armado interno (1960-1996), con más de 250,000 víctimas, entre masacres y desapariciones forzadas, en su mayoría atribuidas al Estado.