La última oportunidad para sacar al país del exilio futbolístico global por fin parece haber llegado. Antes hubo enmiendas y manipulaciones sin sentido. Incluso, intentos de que se aprobara una reforma estatutaria mutilada, que fue una auténtica jugada sucia que rayó en la ilegalidad.
Debido a esas maniobras, la última cúpula de la Fedefut, que nunca contó con el reconocimiento de la Fifa, se ganó el reclamo de los aficionados y de la sociedad, pero también el de varios diputados del Congreso, debido a que ellos habían promulgado un decreto, el 9-2018, en tiempo récord, para apoyar la normalización del ente superior.
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Incluso, ese grupo dirigencial fue demandado penalmente por haber alterado los estatutos del 25 de julio del 2017, ya que incumplió un mandato legal.
Catástrofe prolongada
La debacle del deporte rey de Guatemala no es nueva, pero desde hace una década se acentuó, debido a administraciones fraudulentas, que han actuado bajo intereses oscuros, sectarios e inmoralmente lucrativos.
Los procesos judiciales que han enfrentado en Estados Unidos Brayan Jiménez Hernández
—expresidente de la Fedefut, a espera de su condena— y Héctor Trujillo —exsecretario, exmagistrado, en prisión y recién inhabilitado de por vida del futbol— son las mejores pruebas de que la disciplina deportiva más popular de Guatemala también fue cooptada, al mejor estilo del sistema aduanero del país con el caso La Línea, en el que están involucrados el expresidente Otto Pérez Molina y la exvicemandataria Roxana Baldetti.
La situación tocó fondo con la suspensión al balompié guatemalteco el 28 de octubre del 2016, por no haber aceptado la solicitud de prórroga al mandato del Comité de Regularización, que más adelante tuvo el aval de la Asamblea; sin embargo, el 16 de agosto del año pasado, la situación fue insostenible y la Fifa optó por retirarlo.
Mientras el futuro del balompié guatemalteco se ha debatido en el salón de usos múltiples del Proyecto Goal de la Federación Nacional, la Selección Nacional se rezagó más en el escalafón mundial.
La Bicolor, que de marzo a abril pasó de ocupar el puesto 126 al 140, registró su tercer peor ranquin de la historia. La caída fue catastrófica porque regresó a niveles de hace 23 años.
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Por la suspensión, los equipos monarcas de la Liga Nacional y los diferentes procesos de selecciones nacionales, tanto masculinos como femeninos, han patinado entre la nostalgia y la frustración. Durante el castigo, se ha producido un daño irreparable, incluyendo la no participación en 20 certámenes.
Esto condujo a que la Bicolor sea rebasada en el ranquin por países con menor tradición futbolística en la Concacaf, como Curazao (7), Antigua y Barbuda (12), San Cristóbal y Nieves (13) y Nicaragua (14), pues Guatemala está en el puesto 15.
La marcha, forzada y por la puerta de atrás, del Comité Ejecutivo de la Fedefut y la llegada de la misión Fifa/Concacaf es el parteaguas para que Guatemala por fin logre salir del abismo y que las futuras generaciones mantengan su ilusión por el deporte más practicado del país.
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