Su triunfo ante la alemana Angelique Kerber, número 2 del mundo, fue una gran sorpresa para todos los especialistas, teniendo en cuenta que a sus 22 años, la boricua nunca ha pisado el Top-20 del circuito femenino (su mejor posición es la 34ª, lograda esta misma semana) y que solo cuenta en su palmarés con un título menor (Estrasburgo-2014).
A su edad, muchas otras tenistas han ganado ya torneos Grand Slams y son habituales de las rondas finales de los torneo importantes.
Nacida en Hato Rey el 27 de septiembre de 1993, Mónica Puig Marchán, empuñó una raqueta por primera vez a los seis años, animada por su madre, que había sido jugadora durante su etapa en la escuela secundaria.
Durante su etapa junior logró algunos resultados interesantes, como finales en Roland Garros, Abierto de Australia y US Open. También ganó el oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe (2010) y perdió la final de los Juegos Panamericanos de Guadalajara un año después.
Esos resultados llevó a la Federación Estadounidense de Tenis a proponer jugar por el país en el que reside en Florida. Pero rechazó: “Soy muy fiel a dónde nací y de dónde vengo. Soy muy latina y amo a Puerto Rico con todo mi corazón”, explicó cuando se aseguró la plata.
El paso al circuito profesional en 2012 fue muy duro y los resultados no llegaban. Las derrotas en primeras rondas se acumulaban y tras caer en el primer partido de Wimbledon-2015, en tres sets ante la rumana Monica Niculescu, Puig decidió cambiar de entrenador, poniéndose en manos del argentino Juan Todero.
Un cachorro llamado… Río
“Cambié de entrenador y estamos trabajando en cada aspecto de mi juego, con un preparador físico y mi quiropráctico. Tenísticamente he mejorado mucho y también física y mentalmente”, explicó tras clasificarse para tercera ronda en Río, que certificaba que 2016 era el mejor año de su carrera.
A Río llegó diciendo que lucharía por dar una medalla a su país y pareció al principio un sueño más que una realidad. “Sabía que una cosa grande estaba a punto de llegar”, dijo tras ganar la final. Quizá por ello, hace unas semanas presentó en las redes sociales a su nuevo perro, un cachorro de husky siberiano al que ha puso el nombre de… Río.
“Pongo todo mi corazón y mi alma en la cancha y tengo mucha fe en lo que hago”, añadió para explicar su metamorfosis.
Con el oro al cuello y tras hacer historia con Puerto Rico y con Latinoamérica, Puig, cuyos abuelos paternos eran catalanes como indica su apellido (aunque lo pronuncie a lo caribeño, con una g final, en lugar de la ch original), pretende entrar en el Top20 de la WTA y ser cabeza de serie en el próximo US Open.
Con la confianza y la determinación con la que jugó en Río, seguramente pronto alcanzará estos objetivos y el mundo del tenis comenzará a hablar de la boricua.