Su denuncia, investigada hoy por la justicia, caló hondo en el país, donde se destacó su valentía por denunciar los abusos a los que fue sometida pese al paso de los años.
Ya sin el peso de un secreto que la mortificó por años, la maratonista se concentra en entrenar en Brasil con la mira en el popular Sambódromo, punto de llegada de la prueba olímpica que la transformará en la chilena con más presencias en la máxima cita del deporte.
“Más que ganarme muchas medallas a mí el deporte me enseñó que yo le podía ganar a la vida; el atletismo me salvó la vida”, dijo a la AFP Erika en uno de sus últimos entrenamientos en la pista de Recoleta, en el oeste de Santiago.
Mente en blanco
Con la necesidad de “dejar la mente en blanco”, Olivera comenzó a los 11 años a correr por las calles de una de las comunas más humildes de Santiago, se hizo un nombre en las competiciones sudamericanas y en 1999 tocó el cielo al ganar en los Juegos Panamericanos de Winnipeg el oro en maratón.
En Sydney-2000 obtuvo la mejor de sus cuatro presentaciones en juego olímpicos: llegó en el lugar 27. En su última presentación, en Londres-2012 marcó un tiempo de 2 horas 36 minutos, apuntándose en el lugar 64.
En Rio-2016 espera cruzar la meta con un tiempo que rondaría las 2 horas 50 minutos, ya que las condiciones de calor y humedad están lejos de ser ideales.
Pero más allá de marcas “es una sensación super rica decir es mi quinto juego olímpico y podía haber sido el sexto porque me salté Pekín, eso habla de los años de dedicación que he tenido en un deporte que es el rey” y en el que suma contados triunfos a nivel regional.
Cinco hijos, cinco Juegos
Madre de cuatro niñas y un varón, Erika alienta a las mujeres a sumar retos a sus vidas.
“Me di tiempo para la maternidad, tengo cinco hijos y eso no ha sido un impedimento para dedicarme y poder representar a Chile”, cuenta orgullosa Erika, que no se arrepiente de haberse salteado Pekín-2008 por uno de sus embarazos y pide a las mujeres que no usen a sus hijos como excusa para no cumplir sus sueños.
Pero no solo sus hijos y el deporte copan su vida. A diferencia de muchos de los corredores que competirán en Rio, la chilena no tiene dedicación exclusiva al deporte.
Con un aporte estatal que alcanza los 800 dólares, Erika se dedica además a entrenar a otros deportistas, dicta charlas motivacionales y estudia administración de empresas.
Chile “tiene una gran deuda con el deporte de alto rendimiento y formación, faltan políticas que nos amparen”, reclama la deportista, algo que pensaba revertir lanzando su carrera política el próximo año.
Sin embargo, a días del arranque de los Juegos anunció que no se presentaría a las elecciones de 2017 por diferencias con el manejo de la política en su país.
Sin miedo al zika
Culpable de la ausencia en Rio de varios de las estrellas del deporte mundial, el virus del Zika le es indiferente, no así la seguridad.
Lo que me preocupa “es que ando corriendo en la calle y tengo que tener la seguridad de que no me va a pasar nada. Pero creo que los encargados de todo van a cuidarnos y cuidar a la gente”, dice Erika antes del arranque la cita olímpica, el 5 de agosto.
Allí Olivera dará un final soñado a su carrera, seguramente sin medallas olímpicas pero con la tranquilidad de haber “jugado limpiamente y obtener los logros para los que dios me dio condiciones”.