Quedó por delante de la burundesa Francine Niyonsaba (1:56.49), que se colgó la plata, y de la keniana Margaret Nyairera Wambui (1:56.89), que fue bronce.
Niyonsaba tomó el control de la carrera en el inicio de la última vuelta, pero ya en la entrada de la curva final, a 200 metros para el final, Semenya había pasado al primer lugar y su enorme aceleración final le permitió dejar claramente retrasadas a sus rivales.
Es la segunda medalla olímpica para Semenya, quien fue plata hace cuatro años en Londres, igual que había sido en 2011 en el Mundial de Daegu.
El año pasado, en el Mundial de Pekín, había quedado sin embargo eliminada en las semifinales.
Momento crucial
Pero si hay un momento que marcó la carrera de Semenya fue el Mundial de Berlín de 2009. Allí ganó con contundencia a sus rivales y los medios se lanzaron a un debate sobre su aspecto masculino y su sexo real.
Su calvario se prolongó casi un año, que se vieron acompañados de repetidos exámenes médicos, hasta que fue autorizada a competir por la Federación Internacional de Atletismo (IAAF).
Semenya, atleta intersexual cuyos niveles de testosterona se acercan a valores masculinos, llegaba a los Juegos de Rio como principal favorita a la victoria en la doble vuelta de pista, después de llegar con el mejor crono del año, conseguido con 1:55.33 en la reunión de la Liga de Diamante en Mónaco.
En la final olímpica lo rebajó en cinco segundos.