En los hogares, de inmediato se experimentó una contracción de su gasto e ingresos. En lo macro, una disminución en los programas de inversión por parte de los tomadores de decisiones, y una incertidumbre generalizada en el clima de negocios o en las operaciones de comercio exterior a causa de los efectos de la emergencia sanitaria.
La reducción de empleos en el sector formal e informal se tradujo en menos ingresos familiares, lo que impactó en la producción, distribución y consumo, que para muchos obligó a redireccionar o innovar en la manera de hacer los negocios.
Aunque el problema fue sanitario, tuvo un efecto directo en la economía, no solo la de Guatemala, sino a escala global.
Por primera vez en más de 30 años, la economía tuvo un desempeño negativo de -1.5%, que con respecto a otros países fue mucho más benévolo y, como en todo, hubo ganadores y perdedores.
Cierre total
Las cifras oficiales detallan que, en el segundo y tercer trimestre del año –de marzo a septiembre–, las consecuencias fueron las más severas para la economía, aunque en el cuarto trimestre –octubre, noviembre y diciembre– se observó una mejorar de los principales indicadores que sugieren una pronta recuperación, según el desempeño de los indicadores de corto plazo.
La desconfianza del consumidor fue generalizada en esos seis meses consecutivos, asociada a la implementación del toque de queda y los cierres de varios fines de semana.
Algunas empresas, sobre todo las pequeñas, lograron sobrevivir y otras realizaron un cierre definitivo por su giro de negocio, mientras se brindaron apoyos estatales, y condiciones de flexibilización para los usuarios del sistema financiero, como medidas paliativas.
Además, hubo efectos en la economía informal, aunque se carece de información oficial sobre el mercado laboral.
El índice mensual de la actividad económica (Imae) –que es el indicador de corto plazo para medir la economía– formó en 2020 una “V” que significa una rápida caída de la economía, pero luego una pronta recuperación.
Por otro lado, se observó un frágil comportamiento –en el mismo período– del PIB en el primer trimestre de 0.9%, en el segundo trimestre fue de –9.6% ya con los efectos de la pandemia y una mejora en el tercer trimestre de -1.8%, con respecto al año previo.
El Imae de enero de 2021 fue de 3.2% y apunta al proceso de recuperación. Para 2021, se pronostica que la economía crecerá en el rango de 2.5% a 4.5% con valor central de 3.5%.
Ganadores y perdedores
Por el confinamiento hubo actividades que tuvieron un impacto inmediato en comparación con otras que incluso presentaron un mejor desempeño desde el punto de vista macroeconómico.
Sin embargo, la actividad más golpeada fue alojamiento y servicios de comida, vinculada directamente al turismo interno y externo, y por las restricciones de desplazamiento, estuvieron prohibidas en todos los países.
Imágenes del aeropuerto sin atender a pasajeros, fronteras cerradas y sitios como Antigua Guatemala o el Parque Nacional Tikal, sin turistas extranjeros marcaron el 2020.
Fue hasta la implementación de un protocolo de bioseguridad y un aforo permitido cuando empezó la recuperación.
El transporte y almacenamiento, así como la construcción, fueron otras actividades que registraron un lastre.
Las autoridades se apresuraron a permitir el desplazamiento del transporte de mercancías y la operación de los puertos, de lo contrario, la caída del sector hubiera sido más fuerte. Se permitió el transporte de actividades esenciales como alimentos, agricultura y servicios médicos a la población.
Por el contrario, las actividades financieras y seguros, inmobiliarias y agricultura, reportaron un desempeño positivo aceptable en las condiciones.
Llega la reinvención
La reingeniería tras las lecciones que dejó la crisis provocó que los sectores público y privado, por primera vez, adoptaran un modelo de trabajo en casa, sobre todo de aquellas actividades que lo permitían, no así al personal operativo, de manufactura y esencial.
Aquí se experimentó un cambio de actitud y manejo de toda la economía, ya que el consumidor también cambió.
Varias empresas se concentraron en la producción y distribución de productos esenciales, ya que las personas aprendieron a abastecerse.
Por ejemplo, tomaron auge los servicios de entregas de alimentos y bebidas, reparto por compras de internet, medicamentos y otros servicios, que rediseñaron los programas de las empresas para poder llegar a la casa de los clientes, con medidas de bioseguridad y transformación digital.
El ciclo de la pandemia para las empresas fue la exploración de ofrecer nuevos servicios hasta la casa de los usuarios para continuar trabajando, y algunas volcaron sus operaciones y esfuerzos a ese modelo de distribución.
Por otro lado, se mantuvieron los canales tradicionales de compra, sobre todo del sector de alimentos y bebidas que son los supermercados y tiendas de barrio, formatos que no dejaron de atender, pero fue una actividad que creció sustancialmente por la compra de proximidad.
Poco a poco la normalidad se está recuperando y muchos sectores están retomando sus actividades, las cuales se concretarán cuando el consumidor tenga la confianza.