Así lo afirma el economista venezolano Ricardo Hausmann, director del Laboratorio de Crecimiento del Centro de Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard y docente de dicha institución.
“Los países que supuestamente han tenido éxitos iniciales en la lucha contra el coronavirus, como Dinamarca, Japón y Corea del Sur, deben preocuparse por qué tan exitosos han sido el resto de los países en controlar la pandemia”, le dice a BBC Mundo.
“Si un país se cierra al mundo y acaba con el virus dentro de sus fronteras, y se vuelve a abrir”, explica, “si el virus sigue vivo en el resto del mundo, la población se va a volver a contagiar”.
“Hay queganarle al virus en todo el planeta“, afirma Hausmann, quien desde el Laboratorio de Crecimiento está asesorando económicamente a los gobiernos de El Salvador, Honduras, Panamá y Perú durante la pandemia, además de a Albania, Etiopía y Arabia Saudita.
El economista habla de las medidas que los países desarrollados deben tomar para ayudar al resto, qué tienen que hacer los gobiernos de América Latina ante la inevitable crisis y cuáles se han convertido en un ejemplo para la región y el mundo.
Este es un resumen de la entrevista telefónica, de casa a casa.
Los análisis sobre el impacto económico del covid-19 han estado centrados en los países desarrollados porque fueron los primeros en sentir la crisis provocada por el coronavirus. Pero ¿qué sucederá en las economías de América Latina cuando se llegue al pico alto de la curva de contagios?
Creo que hay que separar los impactos del covid-19 en dos tipos de fenómenos: uno es epidemiológico y otro es económico.
Si América Latina fuese inmune al coronavirus, aun así este sería uno de los shocks macroeconómicos más grandes de su historia.
La razón es que los países de América Latina viven de una combinación de exportaciones de bienes, exportaciones de servicios, incluido el turismo, y de las remesas. Las tres áreas se verían enormemente golpeadas, por lo menos transitoriamente, por la recesión mundial.
El Salvador recibe 20 puntos del Producto Interno Bruto (PIB) en remesas. La mitad de las exportaciones de Colombia son de petróleo, cuyo precio ha caído más de un 60%. Países del Caribe o regiones como la Riviera Maya en México viven del turismo, que está completamente detenido.
De modo que el efecto económico es un shock muy grande.
Lo que dice la teoría económica sobre lo que uno debe hacer cuando recibe un shock transitorio negativo es pedir prestado.
Pero justo ahora se han cerrado los mercados de capitales, se han aumentado mucho las primas de riesgo en muchos países, y eso hace imposible financiar el golpe negativo asociado a esta recesión.
Y esto sin entrar a hablar de ningún tema epidemiológico, que incluye cierres de negocios y actividades, la prohibición de salir de la casa, enfermedades, muertes, gastos médicos…
Los países de la región han estado adoptando cuarentenas con la idea de detener la progresión del virus y están muy centrados en ver cómo hacen que estas cuarentenas sean social y económicamente soportables.
Y es que mucha gente vive del día a día y no se pueden pasar tres semanas o un mes sin ganar dinero, de modo que se le hace muy, muy difícil quedarse en sus casas a menos que reciban algún tipo de ayuda.
Por el otro lado, los gobiernos de América Latina típicamente tienen una base de impuestos muy pequeña, con lo cual no pueden compensar las remuneraciones laborales -que normalmente son 70% del PIB-, con unos impuestos que son el 15% del PIB.
Entonces, no tienen cómo proteger adecuadamente a la sociedad durante la encerrona.
¿Es recomendable flexibilizar o levantar las medidas de cuarentena lo más tempranamente posible para aliviar el shock económico?
El asunto es que si tú levantas la cuarentena, el virus vuelve a crecer a los ritmos exponenciales de antes, ya que la cuarentena en cierto sentido lo que te compra es tiempo.
Las inversiones inteligentes a hacer con ese tiempo son expandir la capacidad del sistema de salud y la capacidad de hacer test. Los hospitales tienen que tener a sus médicos, enfermeros, etcétera, con las protecciones adecuadas, por ejemplo, y eso toma tiempo.
Pero la salida de esta cuarentena tiene que venir.
Probablemente tiene que ser gradual y venir acompañada de cambios importantes en el comportamiento para disminuir el índice de contagio.
Por ejemplo, que puedas implementar políticas como que se le tome la temperatura a todos los que vayan a trabajar.
Por ello, no es que lo que hay que financiar es la cuarentena y se acabó el problema. Las consecuencias de la lucha contra este virus van a durar probablemente un año.
Y esa cuarentena y medidas lo que hacen es restringir la actividad humana y, al restringirse la actividad humana, se restringe el PIB.
Entonces, esto va a ser una caída de la producción asociada no a que la gente no tuvo suficiente dinero para gastar, sino que a la gente no se le dejó trabajar. Eso se va a juntar a la otra recesión.
Este shock requiere gastar más en un momento donde los gobiernos tienen menos para gastar por la crisis macroeconómica asociada con el coronavirus.
Entonces eso complica las cosas enormemente y por eso los países tienen que ver no solamente las necesidades del cortísimo plazo y la cuarentena, sino las necesidades que van a tener a lo largo de toda la epidemia.
¿Cuáles son las principales medidas que pueden tomar los países en vías de desarrollo para minimizar la recesión?
Yo creo que hay que hacer tres cosas.
La primera es tener una estrategia epidemiológica clara y flexible. Los países tienen que tener la capacidad de hacer el seguimiento necesario de la epidemia y saber qué tipo de intervenciones no farmacéuticas implementar; es decir, qué tipo de protocolos van a seguir en su lucha contra esta epidemia.
En segundo lugar, tienen que generar todo el espacio fiscal que puedan. Tienen que mirar dónde pueden levantar recursos para hacer frente a la caída de los impuestos y a las necesidades de gasto adicionales asociados a las cuarentenas y las demás necesidades médicas y sociales que van a tener.
Y la tercera es tener una estrategia muy clara de a quién le van a dedicar esos recursos, qué prioridades de gasto deberían tener y ejecutar.
Esas tres áreas son muy distintas según los países, porque tienen distintas capacidades de su sistema médico y tienen distintas realidades sociodemográficas.
Por ejemplo, los países más rurales tienden a tener tasas de contagio más lentas porque la gente tiene contacto con menos personas.
No se aglomeran en los sistemas de transporte público, no trabajan en grandes empresas u organizaciones. No van al centro comercial con miles de personas. Entonces, eso hace que los índices de contagio sean más lentos en zonas rurales que en zonas urbanas.
Los países también tienen distintas composiciones por edades: unos son mucho más jóvenes que otros y para los jóvenes, en general, esta enfermedad es menos problemática.
Pero, por el otro lado, en América Latina también hay muchos hogares multigeneracionales, de modo que, si los jóvenes se infectan, de pronto no les pasa nada, pero cuando van a la casa y abrazan a los abuelos, los matan.
Entonces, hay diferencias sociodemográficas, hay diferencias en los sistemas de salud, pero también hay enormes diferencias tanto en la magnitud del shock macroeconómico como en la capacidad de financiamiento.
Por ejemplo, países que tienen cuentas fiscales sumamente sólidas, como el Perú, pueden salir a anunciar un paquete fiscal de 12% del PIB. Pero eso es lo que logran los países gracias a décadas de disciplina fiscal.
Muchos países ya tenían situaciones fiscales muy precarias antes de entrar en este problema y tienen acceso muy limitado al financiamiento de los mercados.
Por lo tanto, tienen que acceder a financiamiento oficial, donde el Fondo Monetario Internacional (FMI) se ha convertido en el centro de la movilización de los recursos hacia países en desarrollo.
Además, los países tienen que tener una estrategia muy clara de gasto público.
¿A qué gasto público se pueden comprometer dado el espacio fiscal que tiene? Hemos visto países que han salido, por ejemplo, a imitar los programas de apoyo que hacen los países ricos de garantizar los sueldos y de tratar de ayudar financieramente a las empresas para que no quiebren.
Pero cuando tratan de implementarlo, se dan cuenta de que no tienen el dinero.
Entonces cada país tiene que diseñar su propia estrategia.
Como me gusta decir: no hay tal cosa como un traje perfecto; lo único que existe son trajes perfectamente tallados. Pero hay que tallarlos muy bien a la persona, en este caso, a las circunstancias de cada país.
Usted ha dicho que los países desarrollados deberían ayudar económicamente al resto durante la pandemia. ¿Por qué?
En primer lugar, porque es lo moralmente correcto. Pero, en este caso, además es lo más inteligente.
Si un país se cierra el mundo y acaba con el virus dentro de sus fronteras y se vuelve a abrir, si el virus sigue vivo en el resto del mundo, la población se va a volver a contagiar. De modo que hay que ganarle al virus en todo el planeta.
Los países que supuestamente han tenido éxitos iniciales con la lucha contra el coronavirus, como Dinamarca, Japón y Corea del Sur, deben preocuparse por qué tan exitosos han sido el resto de los países en controlar la pandemia.
Ahora ¿qué es lo que tienen que hacer? Tienen que permitir que los países financien este bache.
Como los mercados voluntarios de capital se cierran por todas las malas noticias y por el temor y riesgo, los capitales salen de los países emergentes a estacionarse comprando bonos del Tesoro americano o bonos del Tesoro alemán.
Ese dinero hay que recircularlo hacia los países de donde salió, para que estos tengan cómo financiar esta crisis.
Y la forma como tradicionalmente se ha redirigido ese financiamiento es a través de organismos internacionales como el FMI, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Corporación Andina de Fomento (CAF), etc.
El único problema es que por razones que valdrá la pena discutir una vez que la crisis se acabe, la comunidad internacional ha estado muy dispuesta a darle dinero al FMI, pero no al Banco Mundial ni al BID.
Entonces el Fondo Monetario ha anunciado que esperan prestar un billón de dólares, es decir, US$1 millón de millones, para el mundo.
El Banco Mundial ha anunciado US$14.000 millones de dólares para atender esta crisis*. O sea, que el FMI es 70 veces más grande que el Banco Mundial en esta crisis.
El BID anunció que tenía US$2.000 millones, que es 500 veces menos que lo que tiene el FMI.
Entonces, sencillamente no están a la escala de la crisis.
Por eso mi recomendación a los países ha sido: conseguir el dinero toma tiempo y esfuerzo, así que concentrémonos donde está el dinero y concentremos la discusión del manejo de esta crisis donde está el dinero. Y eso es en el FMI.
Puede ser que US$1 millón de millones suene a mucho dinero, pero el último paquete fiscal para Estados Unidos fue de US$2 millones para solamente Estados Unidos.
De modo que creo que, después de esta crisis, deberíamos ponernos de acuerdo en recapitalizar instituciones como el BID y el Banco Mundial.
Pero en el medio de la crisis no tenemos tiempo para entrar en esas discusiones. Tenemos que usar la herramienta que está y ese es el Fondo Monetario Internacional.
¿Existe alguna medida económica implementada ante la crisis del covid-19 en América Latina que le haya parecido un buen ejemplo para la región o, incluso, para el mundo?
En este período todos los países están tratando de aprender lo más que puedan de la experiencia de los demás y eso está bien. Lo que pasa es que tienen que saber si el contexto del cual están aprendiendo podría aplicarse a ellos.
Una cosa que debe preocuparles a los países es la equidad con la que atienden esta crisis.
Por ello me pareció muy interesante la decisión que tomó el Uruguay de hacer una reducción de los salarios de los empleados públicos para contribuir a la lucha contra el coronavirus.
En este momento, digamos, los sectores formales de la economía latinoamericana son privilegiados con respecto a los sectores informales. Una reducción salarial de los salarios públicos en medio de la crisis es una forma de compartir los costos de esta emergencia.
Por otra parte, la población más pobre y el sector informal tienen más difícil el acceso a las políticas públicas.
Entonces, se pueden hacer transferencias utilizando los mecanismos de subsidio directo desarrollados en tiempos normales. Pero también se pueden usar mecanismos más indirectos, como está haciendo El Salvador.
La idea es eximir del pago por tres meses, por ejemplo, de las facturas de la electricidad, del agua, del teléfono, de los créditos que dan las tiendas por departamento, etc.
Así, las personas que no tienen ingresos debido a la cuarentena, tampoco tienen la necesidad de pagar cosas que igual no van a tener cómo pagarlas y por lo tanto, entrar en mora, generando una cantidad de obligaciones que después administrarlo va a ser muy complicado.
En cierto sentido es una forma de darles un crédito a los más pobres y el sector informal, que lo va a financiar el sector formal.
Y ese sector formal se puede refinanciar en el sistema bancario.
Recientemente usted escribió que “si la gente debe elegir entre un 10% de chance de morir si va a trabajar y se contagia el covid y morirse de hambre con seguridad si se queda en casa, es muy probable que opte por ir a trabajar”. ¿Cuál es la responsabilidad de los gobiernos de la región ante esta situación?
Han dado órdenes a la gente de quedarse en la casa y obviamente la gente tiene el incentivo de que se sienten más seguros de no enfermarse si se quedan encerrados.
Pero si quedarse en la casa significa no comer, se complica. Alguien en el hogar va a estar dispuesto a sacrificarse para ganar algo de dinero para salir a abastecer de las necesidades.
El caso de Uganda en este sentido es una situación dramática.
El gobierno prohibió salir de las casas, prohibió la movilización privada y resulta que ahora la gente tiene un serio problema de hambre porque no tiene comida en su casa y no hay comida en ningún lado. Y no hay cómo llegar a otros sitios porque no hay transporte.
El remedio no puede ser peor que la enfermedad.
Es muy importante entender que estas cuarentenas lo que hacen es solamente comprar tiempo. Y entonces, si estamos comprando tiempo a un costo tan elevado, invirtámoslo de la forma más inteligente posible.
*La entrevista fue realizada el miércoles 1 de abril y el jueves 2 de abril el Banco Mundial anunció una ayuda de hasta US$160.000 millones para el mundo. Esta cifra es seis veces menor que la del FMI.