Pero este bar cuenta con una diferencia crucial: es totalmente libre de alcohol.
Una barra sin alcohol suena como un oxímoron, como un acuario sin pescado o una panadería que no sirve pan.
Pero en ciudades como Nueva York y Londres, una opción de vida nocturna sin alcohol puede atraer a las personas que, por cualquier motivo, prefieren no beber.
Sam Thonis, quien es dueño del bar junto a Regina Dellea, tuvo la idea de Getaway hace tres años, cuando él y su hermano, que no bebe, intentaban encontrar un lugar para salir juntos por la noche.
“No había muchas opciones de vida nocturna en Nueva York que no giraran en torno al alcohol o que no trataran de presionarte de alguna manera”, dice Thonis.
Así que Thonis y Dellea hicieron de su bar un espacio libre de alcohol, lo que significa que ni siquiera venden cervezas sin alcohol porque tienen una cantidad mínima de esa sustancia.
En EE.UU. el término “sin alcohol” se puede aplicar a las bebidas hasta con un 0,5% de alcohol o menos, lo que significa que muchas cervezas populares sin alcohol no lo son en realidad.
“Si eres abstemio y el alcohol es un problema para ti, o si ni siquiera quieres el olor a alcohol a tu alrededor, este es tu lugar”, dice Thonis.
Getaway, que se inauguró en abril, es parte de una creciente ola mundial de locales nocturnos que atienden a personas que evitan el alcohol, pero que aún quieren salir y socializar en espacios que tradicionalmente han estado dominados por la bebida.
Existen otros sitios como Vena’s Fizz House en Portland, Maine y The Other Side en Crystal Lake, un suburbio de Illinois.
En Londres, el bar Redemption ahora tiene tres ubicaciones y en enero, The Virgin Mary, un pub sin alcohol, abrió en Dublín.
Zonas de templanza
Las barras sin alcohol no son un concepto nuevo.
A finales del siglo XIX, una serie de bares sin alcohol conocidos como barras de templanza se establecieron en Reino Unido a raíz del movimiento por la templanza o temperancia, que abogaba por no consumir alcohol.
El Bar Temperance de Fitzpatrick, fundado en 1890 en Rawtenstall, en el norte de Manchester, todavía hoy vende cerveza de raíz (una cerveza fermentada elaborada con una combinación de vainilla y varias raíces, entre otros ingredientes) y vasos de diente de león y bardana (dandelion and burdock, en inglés), un refresco británico elaborado con raíces fermentadas de esas plantas.
Pero lo que es diferente de esta ola actual de bares sin alcohol es que no son promotores de la idea de la abstinencia total del consumo.
En Getaway, por ejemplo, los clientes no son solo no bebedores, sino cualquier persona que busque un ambiente divertido sin la amenaza de una resaca al día siguiente.
“Nada en nuestro espacio dice que debes estar sobrio, o no debes ir a otro bar y tomarte un shot de tequila”, opina Thonis.
Getaway se acerca así a un movimiento que hace que los millennials urbanos reconsideren el lugar que ocupa el alcohol en sus vidas.
Lorelei Bandrovschi, de 32 años, se identifica con esa categoría.
El año pasado, comenzó a organizar eventos sin alcohol con el nombre de Listen Bar para personas que querían divertirse sin que el alcohol estuviese presente.
Solía trabajar como consultora para marcas como YouTube y el Museo de Arte Moderno de Nueva York, pero ahora Listen Bar es su ocupación a tiempo completo.
“Los bares son un espacio de relajación y se nos hizo creer que el alcohol tiene que ser parte de eso”, dice Bandrovschi.
“Es realmente liberador crear espaciosdonde una fiesta alborotada no significa resaca y recuerdos borrosos”.
Bandrovschi, sin embargo, no es abstemia, pero después de dejar de tomar por un mes notó la falta de opciones para las personas que querían salir con sus amigos y no tomar alcohol.
“Creo que la cultura de la barra, desde el menú hasta el personal y los clientes, tiende a hacer que quienes no tomen se sientan fuera de lugar”, opina.
“Mi filosofía personal es que beber sea una opción. Debe tener espacio tanto el que quiere beber como el que no en lugares divertidos y que a los que deseen ir”.
¿Sobriedad?
Es posible que esta idea de “bebida opcional” aún no sea común, pero hay indicios de que los jóvenes ya no beben tanto como antes.
En 2016, entre los adultos mayores de 16 años encuestados por la Oficina Británica de Estadísticas Nacionales, solo el 56,9% había tomado una copa en la semana anterior del estudio. Se trata del porcentaje más bajo registrado desde que se comenzó a formular la pregunta en 2005.
En febrero, el Registro Internacional de Vinos y Licores afirmó que el 52% de los adultos estadounidenses que encuestaron intentaban o habían intentado reducir su consumo de alcohol.
Mientras que una serie de artículos sobre tendencias recientes indican que los millennials están reconsiderando cuándo y cómo beben.
Las ventas de cerveza están en declive en EE.UU. y, aunque eso puede significar que los consumidores están recurriendo a otro tipo de bebidas, la industria del alcohol respondió introduciendo más opciones de bajo contenido y sin alcohol.
Las bebidas sin alcohol pueden convertirse en un gran negocio, incluso en espacios que no son libres de alcohol.
Cada vez más, los restaurantes de alta gama incluyen un maridaje sin alcohol para sus menús de degustación, así como uno tradicional o un cóctel.
“Tantos invitados pedían opciones sin alcohol y no querían simplemente beber agua”, dice Chelsea Carrier, directora de bebidas de los restaurantes Covina y The Roof Top en Nueva York.
Ella estima que en la actualidad las bebidas sin alcohol representan aproximadamente el 20% de los pedidos en el restaurante y que los cócteles sin alcohol hacen que los clientes que no beben se sientan incluidos.
“Puedes estar sentada junto a alguien que esté bebiendo una botella de vino de un par de miles de dólares y estar tomando un cóctel sin alcohol y sentir que es tu lugar”, dice.
Beber en la barra seca
En Existing Conditions, un bar en Greenwich Village de Nueva York, conocido por sus creativos cócteles, como incluir jarabe de arce con waffles, los tragos sin alcohol son importantes en el menú y, según su director de bebidas, Bobby Murphy, están entre los más caros que producen, tanto en términos de ingredientes como de mano de obra.
Una bebida, el Stingless, lleva miel de melipona, hecha por pequeñas abejas en México que puede costar US$100 el kilo.
“Servir una soda ya no es suficiente”, dice Murphy. “Cuando hacemos bebidas no alcohólicas, queremos que sean algo que no se puede conseguir en ningún otro lugar”. Estima que entre el 20% y 30% del total de las bebidas que venden no son alcohólicas.
Pese a esto, aún está por verse si esta oleada de bares sobrios prosperará.