Pero con el desarrollo de la inteligencia artificial, hay algoritmos programados en las máquinas que superan capacidades humanas, como llevar a cabo misiones de vigilancia o detectar tumores cancerígenos en cuestión de horas.
BBC NEWS MUNDO
G20 en Argentina: 3 mitos sobre el futuro del trabajo y por qué no son verdad
Hacer una cirugía, conducir un auto o llevar el control de una faena minera eran cosas que solo podían hacer los humanos.
¿Quiere decir esto que los médicos van a desaparecer? No necesariamente, pero lo cierto es que el mundo del trabajo está cambiando a un ritmo exponencial, le dice a BBC Mundo Daniel Susskind, economista de la Universidad de Oxford, Inglaterra, un destacado experto en la investigación sobre el impacto de la inteligencia artificial en el futuro del trabajo.
Este es uno de los temas que se debatirá en el G20 que comienza el 30 de noviembre en Buenos Aires, Argentina.
Un debate que ocupa un lugar cada vez más central en los foros económicos internacionales, dado que la revolución tecnológica está cambiando los métodos de producción, la forma en que trabajamos y las habilidades que necesitamos desarrollar con urgencia para no quedar obsoletos.
Susskind sostiene que existen 3 mitos sobre el futuro del trabajo y explica por qué no son verdad.
1. El mito 'Terminator'
La idea de que un ejército de robots llegará a tu lugar de trabajo para quitarte el empleo ha dado vueltas por largo tiempo en el cine y la literatura.
Ese el mito de Terminator, según Susskind.
Es verdad que las máquinas están desplazando a los humanos en tareas específicas, argumenta. Pero no solo los sustituyen, también los complementan, haciendo que su trabajo sea más valioso e importante, como cuando el GPS ayuda a un taxista.
Desde esa perspectiva, “si la economía global es un pastel, el progreso tecnológico ha aumentado el tamaño de ese pastel”.
Básicamente, porque aumenta la productividad, suben los ingresos y crece la demanda, explica el coautor del best-seller “El futuro de las profesiones”.
Entonces “la gente que hacía ciertos trabajos en el viejo pastel, puede encontrar nuevas funciones en el nuevo”, explica.
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Por otro lado, el progreso tecnológico no solo hace el pastel más grande, también cambia sus ingredientes, dado que se crean nuevas industrias y nuevos empleos.
Y eso hace que la gente cambie la forma en que gasta su dinero, lo distribuya de otra manera y compre nuevos productos.
2. El mito de la inteligencia
“Los economistas se equivocaron”, dice Susskind. “Se dejaron engañar por el mito de la inteligencia”.
Este mito es la creencia de que “las máquinas deben copiar el razonamiento humano para superarnos en rendimiento”, explica.
“Hace 30 años esa idea era correcta, ahora es cuestionable y en el futuro será equivocada”.
Antes se pensaba que las máquinas solo podían llevar a cabo tareas rutinarias y predecibles tras recibir una serie de instrucciones.
Pero los avances en la capacidad de procesamiento y almacenamiento de datos, y en el diseño de algoritmos, muestran que “la distinción entre las tareas rutinarias y las no rutinarias es cada vez menos útil”.
Por ejemplo, este año un grupo de investigadores de la Universidad de Stanford anunció el desarrollo de un sistema que puede identificar si una mancha en la piel es cancerígena o no, con la misma precisión del diagnóstico de un dermatólogo de prestigio, cuenta el economista.
En este caso la máquina no trata de copiar el criterio, la intuición o la creatividad de un médico.
No sabe ni entiende nada de medicina, precisa. Lo que hace es ejecutar un algoritmo de reconocimiento de patrones para detectar cáncer y revisa 129.450 casos previos buscando similitudes.
“Lo hace de una manera no humana”.
Por eso el economista argumenta que la manera en que piensan los humanos no es un límite para la automatización.
3. El mito de la superioridad
Cuando la producción tomó el rumbo de mecanizarse, surgió el temor de que las máquinas ocuparían el lugar de los trabajadores.
Sin embargo, el argumento económico que surgió hacia fines del siglo XIX es que no existe una cantidad fija de trabajo.
Es decir, entran las máquinas a la producción, baja el precio de los productos, aumenta la demanda y se genera más trabajo.
El problema actual, advierte Susskind, es que no habrá una cantidad de trabajo para dividir entre personas y máquinas.
“Es correcto que el progreso tecnológico aumenta la cantidad de trabajo. Pero no es cierto que necesariamente los humanos estaremos en mejores condiciones de hacer esos trabajos”.
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Ese es el mito de la superioridad: creer que nosotros somos más capaces que las máquinas para asumir la cantidad extra de labores.
Y el GPS en vez de ayudar al taxista, complementará al automóvil sin conductor.
Un equilibro precario
“El futuro del trabajo depende del equilibrio entre dos fuerzas: la sustitución de la mano de obra por máquinas y la complementariedad.
“Hasta ahora, este equilibrio ha estado en favor de los humanos”, señala el economista.
El problema, advierte, es que poco a poco se ha ido imponiendo la fuerza de la sustitución.
“Si tomamos los tres mitos, podemos hacernos una idea de lo inquietante que es el futuro”, agrega.
“En algún momento, la balanza se inclinará a favor de las máquinas”.
La distribución del pastel
Ante un panorama bastante desalentador, Susskind cree que estamos en una posición mucho mejor que nuestros antepasados.
Y lo explica a través de un ejercicio.
“Si vamos al primer siglo de nuestra era, veremos que si el pastel de la economía global se dividiera en porciones iguales para todas las personas del mundo, cada uno recibiría unos pocos cientos de dólares”.
Casi todas las personas vivían al borde de la línea de pobreza, o muy cerca, apunta.
Si nos adelantamos mil años, la historia sigue siendo igual, en líneas generales, agrega.
“Pero en los últimos cien años, la economía ha tomado vuelo. El pastel económico se ha disparado en tamaño”.
“El PIB mundial per cápita -el valor actual de esas porciones individuales del pastel- es de unos US$10.150”, calcula Susskind.
“Lo que no se ha resuelto es el desafío de la distribución”.
En ese contexto, dice, nuestro problema no es hacer crecer la economía como nuestros antepasados, sino asegurarse de que todos reciban una porción.
“Y en un mundo con menos trabajo o incluso sin trabajo, no está claro cómo las personas tendrán su porción del pastel”.
El desafío educacional
En el mediano plazo, en los próximos 10 o 15 años, el desafío no será todavía el desempleo tecnológico, argumenta Susskind.
“El desafío ahora es un desafío educacional”.
El tema es cómo asegurar que las personas desarrollen las habilidades y competencias necesarias para hacer los trabajos que aún son destinados a los humanos.
Tanto a nivel de las tareas creativas, de resolución de problemas o de relaciones interpersonales; como a nivel de los empleos que van a requerir codificar, construir y operar las máquinas.
“Estamos haciendo un trabajo terrible en los sistemas educativos”.
En los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), uno de cada cuatro adultos tiene poca o ninguna experiencia trabajando con computadores.
Los trabajos mejor pagados requieren más habilidades para programación tecnológica.
Y en las escuelas hay muchos profesores que no están preparados para entrenar a los niños para enfrentar el mundo laboral que viene.
“Tenemos que ayudar a la gente a competir con las máquinas y a construirlas. Y estamos fallando en hacer estas dos cosas”.
En el largo plazo, “es posible que no haya trabajo”, apunta.
“El desempleo tecnológico es real”.