Una nueva potencia ha llegado a América Latina y el Caribe: Arabia Saudita.
BBC NEWS MUNDO
Las crecientes inversiones de Arabia Saudita en América Latina y el Caribe y qué papel juegan en el plan de Riad para modernizar su economía
El rey Bin Salmán sorprendió en 2015 cuando llegó al trono con un plan muy ambicioso para diversificar la economía y reducir la dependencia del petróleo.
Siguiendo las líneas fijadas por el príncipe Mohamed Bin Salman en el plan económico al que bautizó como Visión 2030, la monarquía árabe muestra cada vez mayor interés en la región y últimamente ha incrementado su presencia económica y diplomática.
Las exportaciones sauditas a América Latina, que en 2019 alcanzaron un valor de US$2 mil 803 millones, llegaron en 2023 a 4 mil 581 millones, un 38.8 % más.
Mientras que las importaciones pasaron de US$3 mil 811 millones en 2019 a 4 mil 993 en el 2023, un incremento del 23.6 %.
Un comercio floreciente se ha visto acompañado de crecientes inversiones sauditas, posibilitadas por el gran capital con el que el país árabe cuenta gracias a su vasta riqueza petrolera, que le permite ser uno de los mayores exportadores del mundo.
Parte de ese dinero ha empezado a fluir hacia América Latina y el Caribe.
Guyana anunció el pasado noviembre que Riad se ha comprometido a invertir US$2 mil 500 millones para el desarrollo de los países caribeños en los próximos años.
Aramco, el coloso petrolero propiedad del estado saudita, adquirió uno de los principales distribuidores de carburantes de Chile, donde tiene previsto expandir su actividad comercial.
Según le dijo a BBC Mundo Najad Khouri, investigador del grupo de Estudios e Investigaciones sobre Oriente Medio, un centro de análisis en Brasil, “son los primeros pasos de una relación natural”.
Parece que la relación avanza.
El ministro de Inversiones saudita, Khalid A. Al-Fahi, completó en agosto de 2023 una gira por siete países de la región para, según dijo, “explorar oportunidades de fortalecer y profundizar asociaciones de inversión”.
Qué es la Visión 2030 de Arabia Saudita
Cuando en 2015 accedió al trono saudita, el rey Salmán sorprendió al convertir en el hombre fuerte del gobierno a su séptimo hijo, Mohamed Bin Salmán, que entonces tenía solo 32 años y adelantó en las preferencias de su padre a todos sus hermanos.
Tim Callen, experto del Instituto de Estudios Árabes del Golfo, en Washington, le dijo a la BBC que Bin Salmán “llegó con un plan muy ambicioso para diversificar la economía y reducir su dependencia del petróleo, además de transformar la muy conservadora sociedad saudita”.
En lo económico, el objetivo principal era orientarse a un mundo que en el futuro se vislumbra descarbonizado y generar empleos para los jóvenes, una parte muy importante de la sociedad saudita.
Callen, subraya que “aunque Arabia Saudita tardará décadas en desconectarse del petróleo, porque tiene tanto que puede producir mucho y a muy bajo coste, tiene importantes necesidades energéticas domésticas y está buscando desarrollar formas de energía alternativas y más limpias”.
Uno de los vehículos para llevar a efecto la Visión 2030 ha sido el poderoso fondo soberano saudita, cuyos recursos se estiman en cerca de US$1 mil millones.
El príncipe y el ministro Khalid A. Al-Fahi, al que se encargó hacer realidad las directrices de palacio, idearon una nueva estrategia para destinar parte de las ingentes inversiones del fondo soberano saudita a destinos distintos a Estados Unidos, Asia y Europa, donde Riad lleva años invirtiendo.
A través de su Iniciativa para la Inversión Futura, el fondo ha comenzado a organizar lo que llama Cumbres de Prioridad, (Priority Summit, en inglés) reuniones para propiciar negocios e inversiones en América Latina y el Caribe cuyas primeras ediciones se celebraron en Río de Janeiro y Miami.
La Visión 2030 también conllevó una transformación social y una apertura al mundo exterior.
En esa línea, Riad empezó en 2019 a permitir la entrada de turistas al país, cuando antes sólo admitía visitas por motivos religiosos.
Un año antes se había publicado el decreto con una de las medidas de apertura más simbólicas en un país donde impera una estricta interpretación del islam: permitir a las mujeres conducir, algo que hasta entonces tenían prohibido.
Por qué Arabia Saudita se interesa por América Latina y el Caribe
De acuerdo con Najad Khouri, “América Latina y el Caribe son destinos interesantes para las inversiones sauditas porque en general tienen países estables, en los que no hay guerras ni revoluciones”.
Ambas partes se benefician de que “América Latina y el Caribe necesitan inversiones y Arabia Saudita tiene mucho dinero para invertir”.
La región tiene, además, algunos de los elementos que en el desértico país árabe cuesta más encontrar, como algunos de los metales que se perfilan como estratégicos en el futuro, como el litio, el níquel o el cobre. Se espera que sean los que muevan la economía mundial cuando ya no lo haga el petróleo y Sudamérica cuenta con importantes yacimientos.
Aunque su riqueza en petróleo hace difícil que este combustible fósil vaya a dejar de ser el principal negocio de los sauditas a corto plazo, ya han comenzado a posicionarse de cara a un futuro que se dibuja electrificado.
Una de las apuestas recientes del reino es Ceer, el primer fabricante de automóviles sauditas, que previsiblemente va a demandar algunos de los minerales sudamericanos.
Y ya hoy, la fértil región de América Latina exporta gran cantidad de alimentos y productos agrícolas a Arabia Saudita, donde la árida geografía de la Península Arábiga hace muy difícil y costoso cultivar. América Latina es también una de las regiones por donde corre más agua dulce del planeta.
El acercamiento a América Latina y el Caribe no responde solo a razones económicas.
La mayoría de gobiernos de América Latina y el Caribe pertenecen además a países no alineados con el llamado bloque occidental y Riad puede contar con que no va a recibir críticas por su manejo de los derechos humanos ni eso va a ser un obstáculo para sus negocios.
El reino ha sido durante años objeto de críticas de organizaciones occidentales de defensa de los derechos humanos y colectivos de mujeres que denunciaban la discriminación a la que se ven sometidas en el país.
El asesinato en el consulado saudita en Estambul del periodista crítico Jamal Kashoggi en 2018, del que se acusó directamente al príncipe Salmán, dañó gravemente la imagen internacional de la monarquía árabe y desde entonces su gobierno se ha volcado en un esfuerzo por limpiarla mediante una intensa actividad comercial y diplomática.
Los países de esta región suponen un buen puñado de votos en Naciones Unidas y los distintos foros multilaterales, por lo que su apoyo puede ser una valiosa herramienta en el intento de rehabilitación internacional que persigue el príncipe Bin Salmán.
Ya ha habido ejemplos. Los estados del bloque caribeño del Caricom beneficiados con fondos de Arabia Saudita para el desarrollo apoyaron su candidatura para albergar la Exposición Universal de 2030, que terminó imponiéndose a las de Corea del Sur e Italia.
“Uno de los objetivos del príncipe es lograr una posición más central y protagonista en eso que se ha llamado el sur global”, indica Callen.
Y en esto también juega un papel una actividad que levanta pasiones entre millones de latinoamericanos: el fútbol.
El país árabe ha inyectado ingentes cantidades en su campeonato nacional, lo que ha atraído a clubes sauditas a grandes estrellas del fútbol internacional como el portugués Cristiano Ronaldo, y también a sudamericanos como el brasileño Neymar.
El papel de Brasil
La creciente relación entre Arabia Saudita y América Latina y el Caribe pasa en gran parte por Brasil.
Ambos países vienen estrechando sus lazos económicos y políticos.
Las exportaciones de Brasil, el mayor socio comercial en la región de Arabia Saudita, alcanzaron en 2023 su máximo de los últimos diez años.
El ministro Al-Fahli expresó en una visita a Brasil el deseo de que ambos países se conviertan en uno de los cinco mayores inversores en el otro, en una cooperación impulsada por “la evolución del Sur Global y los valores compartidos” entre ambos países.
Al presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Dilva, le parece una buena idea.
En una reciente visita a Riad, dijo: “No estamos interesados solo en saber cuánto pueden invertir en Brasil los fondos sauditas, sino en cuánto pueden invertir los emprendedores brasileños en Arabia Saudita”.
El acercamiento entre Riad y Brasilia se ha intensificado en los últimos tiempos.
Ambos países han celebrado ya varias cumbres bilaterales y Brasil aceptó la invitación de Arabia Saudita para unirse a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), aunque solo lo haya hecho como observador.
Brasil, por su parte, logró que Riad se sume al grupo conocido como Brics, que forma junto a China, India, Rusia, Egipto, Sudáfrica, Etiopía, Emiratos Árabes Unidos e Irán.
Pero, según Mohamad Nourad, vicepresidente de la Cámara de Comercio Árabe-Brasileña, “es más una relación de negocios que política y se debe a que ahora hay buenas oportunidades para las dos partes”.
En el ámbito comercial, Brasil es el mayor exportador a Arabia Saudita de comida halal, la producida de acuerdo con los preceptos del Corán, el libro sagrado de los musulmanes.
Las otras exportaciones destacadas son azúcar, maíz y alimentos de origen animal.
Según Nourad “hay un creciente interés saudita en la capacidad brasileña para producir energías renovables” y también margen para aumentar la cooperación en sectores más tecnológicos como la fabricación de aerogeneradores de energía eólica o la industria de defensa en general.
El gigante minero brasileño Vale vendió recientemente una de sus unidades de negocio a capital saudita por US$2.500 millones y la compañía aeronáutica Embraer firmó un acuerdo con el Centro Nacional de Desarrollo Industrial de Arabia Saudita que podría llevar a que sus aviones sean ensamblados en el país árabe.
Para Najad Khouri, “la relación entre Arabia Saudita y América Latina y el Caribe está empezando y supone una buena oportunidad para ambos”.
Aunque deberá superar “obstáculos y límites”, como la distancia geográfica y cultural que separa a dos zonas tan alejadas.