Hasta la fecha ambas potencias se habían impuesto tarifas a bienes importados por valor de US$50 mil millones cada una, en una batalla arancelaria que inició Estados Unidos para intentar persuadir a China de que cambiara su comportamiento en materia comercial.
En concreto, el elevado déficit que sufre EE. UU. en su balanza de pagos con China, la denuncia de violación de derechos de propiedad intelectual y la desigualdad de condiciones de juego y competencia -motivada por el apoyo del Gobierno chino a compañías estatales- son algunas de las razones con las que se justifica Trump.
Ante la agresividad en las formas del mandatario estadounidense, China ha adoptado el papel aparentemente más bondadoso en esta guerra, con el que quiere demostrar al mundo que preferiría evitar el conflicto pero que no tiene más remedio que defenderse, al tiempo que asegura que está llevando a cabo las reformas que Occidente le solicita.
El propio primer ministro chino, Li Keqiang, aseguraba este miércoles en el Foro Económico Mundial, el “Davos de verano”, que China va a abrir su economía “más rápido” y que va a poner en práctica medidas para facilitar la entrada de capital extranjero y la competición justa de empresas foráneas con las domésticas.
No obstante, Li no precisó, como ha ocurrido en las últimas ocasiones, qué medidas concretas se aprobarán en el país para calmar la intranquilidad de EE. UU. o Europa.
La escalada de tensión entre ambas potencias se ha agravado esta semana y podría ir a más, pues el presidente republicano ya ha advertido de que si China contestaba podría aumentar esta nueva ronda de aranceles del 10 al 25% en enero de 2019, e incluso anunciar nuevas tarifas a productos importados por valor de US$267 mil millones.
El margen de maniobra de Pekín cada vez es más reducido -tal y como se aprecia en la diferencia de valor de los aranceles que entrarán en vigor mañana- porque sus importaciones de EE. UU. no son tan elevadas, aunque sí podría recurrir a elevar los aranceles ya existentes o a otras prácticas (como el boicot o una regulación más estricta).
Si se da este escenario, el crecimiento económico mundial se vería afectado, según advierte en un informe Louis Kuijs, responsable de economía asiática de la consultora Oxford Economics.
“La escalada (del conflicto) impactará en el crecimiento económico de China, de EE. UU. y de cualquier lugar, más de lo que tenemos en mente”, asegura el experto, quien considera que si se cumplen las amenazas citadas, el incremento del Producto Interior Bruto del país asiático caerá al 5.8% en 2019 y 5.6% en 2020, frente al 6.1 y 5.7% previsto por su firma inicialmente.
Sin embargo, algunos expertos defienden que sí podría haber un ganador en la guerra comercial y este sería EE. UU.
Witold Bahrke, responsable sénior de estrategia macroeconómica de la gestora de fondos Nordea AM, explica que “la globalización y el auge de China han contribuido a que los trabajadores estadounidenses reciban una porción menor del crecimiento económico mundial”.
“Frustrar la progresión de China en la economía mundial también debería contribuir a impulsar la popularidad de Trump en EE. UU. Desde el punto de vista del presidente estadounidense, los riesgos de su ambiciosa estrategia respecto del comercio y China parecen, por tanto, gestionables y las ventajas, considerables”, señala.
Contenido relacionado:
> China dice que EE. UU. “daña su imagen” al presionar a países por Taiwán
> Misión comercial de China busca hacer negocios con empresarios guatemaltecos
> California, una víctima en la guerra comercial de Trump con China