El cierre de negocios deja sin empleo a unas 200,000 personas y si no hay una pronta salida a la crisis se pone en “riesgo de caer en la pobreza a 1.3 millones”, de 6.2 millones de nicaragüenses, según un estudio de la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo (Funides).
El Banco Central de Nicaragua (BCN) rebajó su proyección de crecimiento económico de 4,9% a 1% en 2018, mientras el sector productivo acumula pérdidas por 430 millones de dólares y más de 85,000 puestos de trabajo.
Sin embargo para Funides, ligada al sector privado, la “situación es más dramática”: si la crisis se prolonga a agosto la economía se contraerá -5,6% y tendrá pérdidas de 1.400 millones de dólares en el producto interno bruto (PIB).
Las protestas comenzaron el 18 de abril contra una reforma a la seguridad social, pero tras la represión se transformaron en una demanda de salida del poder del presidente Daniel Ortega y su esposa y vicepresidenta Rosario Murillo.
“Ortega no tiene más salida que adelantar las elecciones” para antes de 2021, como lo plantearon los obispos católicos, mediadores en el diálogo con la oposición, dijo a Mario Arana, miembro de la Funides y expresidente del BCN.
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Adiós turistas
El turismo creció en la última década, con más de un millón de visitantes por año, lo que había alentado al capital nacional y extranjero a invertir en hoteles y pistas de aterrizaje, principalmente en zonas costeras del Pacífico.
La turística Granada, en el sur, y las playas del Pacífico, antes llenas de visitantes, ahora lucen vacías.
El hotel Mukul Auberge Resorts Collection, en el Pacífico sur, que atrajo a famosos como Michael Douglas y Catherine Zeta-Jones o Morgan Freeman, entre otros, cerró operaciones.
“Los huéspedes han abandonado el resort y las cancelaciones se multiplican, al extremo que en los últimos días no hemos tenido un solo visitante”, admitió en un comunicado el hotel, del multimillonario Carlos Pellas.
No menos dramático fue el cierre de la famosa Casa de los Mejía, propiedad de los cantautores Carlos y Luis Enrique Mejía Godoy, tras 20 años de funcionamiento.
Marcos, dueño de un hostal en Managua, comentó que la compañía emisora de tarjetas de crédito llegó a su local a revisar el datáfono porque no registraba actividad. “Creían que el aparato estaba dañado pero es que no hemos tenido ni un huésped en dos meses”, contó.
Las operadoras turísticas reportan cancelaciones de más de 90% de reservas, según la presidenta de la Asociación Nicaragüense de Turismo Receptivo, Claudia Aguirre.
Las pérdidas en el sector ascienden a US$231 millones, contra ingresos esperados de 924 millones, de acuerdo con el BCN.
Según la Cámara Nicaragüense de Turismo, cerraron sus puertas al menos 700 bares y restaurantes, de los más de 2,000 que integran la organización, así como 400 hoteles pequeños. El sector ha perdido unos 60,000 puestos de trabajo.
Como un terremoto
La crisis golpea por igual a pequeños y grandes negocios que intentan sobrevivir reduciendo sus actividades, envían a empleados de vacaciones o cesantes sin goce de salario, mientras dura el vendaval.
“Pensé que esto iba a ser más rápido, pero se ha prolongado”, dijo a en referencia a la crisis la dueña de una fábrica de artículos de plástico que prefirió el anonimato, agregando que los ingresos de US$15,000 dólares bajaron a 2,000, lo que le impide cumplir con las obligaciones fiscales, el seguro social y los salarios.
“Me parte el corazón” despedir a personal con muchos años de trabajo, dijo. Su empresa tiene 50 años de operaciones y sobrevivió al terremoto que en 1972 destruyó el centro de Managua.
En Masaya, en el sur del país, el taller artesanal de costura donde trabajaba Daysi Mercado “se vino abajo” porque no tenía clientes y ella perdió el empleo. Con la crisis, la prioridad de la población es comprar comida, la ropa no es importante, comentó.
Agitando como abanico fajos de billetes para atraer clientes en una calle de Managua, Marina Oviedo vende y compra dólares, pero de un promedio diario de transaciones de 30,000, pasó a menos de 1,000 con la crisis.
Oviedo explica que los clientes usualmente son dueños de pequeños negocios que desaparecieron con las protestas. “Nadie está invirtiendo, dicen que van a esperar a que todo pase”.
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