“Me dijeron que sembrar coca era muy bueno”, comentó Montiel a la AFP en Guérima, donde reside junto a los menos de mil habitantes que quedan en una zona que llegó a tener una población de 12 mil, conocida como el “triángulo del mal” por su difícil acceso.
En este departamento, del tamaño de Guatemala pero casi despoblado, Carlos Lehder construyó pistas clandestinas para enviar cocaína a Estados Unidos y el rumor de que necesitaba mano de obra para su imperio se propagó por Colombia, principal cultivador mundial de hoja de coca, base de la cocaína, y mayor productor de esa droga, según la ONU.
Para esa época, de Vichada “salía demasiada coca por vía aérea”, explicó el coronel Jean Paul Strong, comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta Ares de la Fuerza Aérea Colombiana.
Pero el dominio de Lehder, primer capo colombiano extraditado a Estados Unidos por narcotráfico en 1987, terminó tras ser entregado por su socio Pablo Escobar. Y el sector quedó bajo control de las FARC, principal guerrilla de Colombia, que en noviembre firmó un acuerdo para terminar una conflagración interna de 52 años, agregó Strong.
“Paga o paga”
Según las autoridades, a diferencia de los cárteles, que participan en toda la cadena del narcotráfico, la guerrilla se afincó en el primer eslabón, cobrando un “impuesto” a la producción de pasta base de cocaína (PBC) para financiarse.
“Era una cuestión como humillante: paga o paga. Eso no es justo, uno tener que trabajar y dar el producto”, afirmó Montiel, quien debía entregar a las FARC unos 240 dólares del costo de un kilo de PBC, avaluado en 760 dólares.
Por eso, tras dedicarse al transporte fluvial, se unió en 2012 a un programa gubernamental para la sustitución de cultivos ilícitos, que actualmente reúne a 240 familias.
Como él, que sembró 8.000 plantas de cacao, otros se sumaron cuando la coca se hizo menos rentable por los altos costos de los insumos para convertirla en PBC, las dificultades de transporte y los riesgos de la ilegalidad.
“Los que se ganan toda la plata son los grandes narcotraficantes”, explicó Jesús Sánchez, cocalero durante 16 de sus 59 años.
Según supo AFP, en Güérima se pagan 690 dólares por un kilo de PBC, mientras que en Bogotá se puede vender a 12.000 dólares.
Los cultivadores concuerdan en que por cada una de las cuatro cosechas anuales de coca ganaban entre 69 y 210 dólares.
Con el cacao, en cambio, perciben hasta 1.700 dólares en cada una de las dos recolecciones anuales, pues la iniciativa gubernamental incluye subsidios y convenios para que una de las principales empresas chocolateras del país compre el grano a precio de la bolsa.
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“Cambalache” y “vacuna”
La meta oficial es que Vichada, con 683 hectáreas de coca frente a 10 mil en 2002, esté libre de estos sembradíos en tres años.
Aunque el Estado califica de exitoso el programa, la inseguridad aún amenaza al departamento, corredor de droga hacia Venezuela con rumbo final a Brasil, según Strong.
“Todavía tenemos una economía cocalera”, aseguró Camilo Florido, asesor del gobierno. Muchos recuerdan cómo las escuelas de la zona enseñaban matemáticas sumando gramos de PBC.
Aunque no abiertamente por la presencia del Ejército, AFP constató que persiste el “cambalache”: trueque de productos por gramos de PBC, que hoy equivalen a entre 62 y 69 centavos de dólar. Un almuerzo, por ejemplo, cuesta cinco gramos o unos 3.4 dólares.
Además, los pobladores denuncian el cobro de “vacunas” (impuesto ilegal) por parte de bandas criminales. Por cada tonelada de mercancía exigen 69 dólares, y 6.9 dólares por cabeza de ganado, botella de licor o cilindro de gas.
Por eso, los otrora cocaleros ven en el cacao su seguro de vejez. “Quizás no hagamos mucha plata, pero (podemos) más o menos vivir estable, y que nadie nos moleste ni molestar a nadie”, dijo Sánchez.