Sobre esta base, un número importante de organizaciones internacionales como la Cepal, la Unctad y el Centro de Comercio Internacional (CCI o ITC, en inglés), ha desarrollado programas específicos en la materia. En diversas ocasiones, estos se han traducido en la adopción de instrumentos internacionales, en los que se ha subrayado la importancia de la igualdad de género.
La Unctad, a través del programa de trabajo sobre comercio, género y desarrollo, brinda apoyo a sus Estados miembros para incorporar la perspectiva de género en las políticas comerciales, cuestión que requiere incluir medidores de sus efectos en la sociedad. Por su parte, el CCI lanzó en el 2010 el programa “Mujeres y Comercio”, destinado a incrementar la participación de las mujeres empresarias y productoras en el comercio internacional, particularmente en las cadenas globales de valor, a fin de garantizarles mayores beneficios económicos.
La suma de estos esfuerzos a escala internacional, así como una mayor sensibilización en términos generales, sobre la importancia de la participación de la mujer en la economía a escala nacional, ha tenido un efecto positivo en las últimas décadas. De acuerdo con cifras de la Cepal, en 1990 el salario promedio de una mujer en América Latina equivalía únicamente al 72% del salario promedio de un hombre. En el 2014, el salario promedio de una mujer equivale al 82% del promedio salarial masculino.
A pesar de esta tendencia positiva, persisten importantes retos por resolver. Según cifras de Naciones Unidas, sigue siendo dispareja la participación de las mujeres en el mercado laboral, respecto de los hombres. En el 2013, la relación entre hombres con empleo y población alcanzó el 72%, mientras que la misma relación entre las mujeres llegó solamente al 47%. Adicionalmente, de acuerdo con cifras del Banco Mundial, a nivel mundial, las mujeres ganan solo entre el 60% y el 75% del salario de los hombres, y tienen mayores probabilidades de dedicarse a actividades de baja productividad y de trabajar en la economía informal.
En su reciente artículo, titulado “¿Por qué incluir a empresas de mujeres en las cadenas de valor?”, Luz María de la Mora apunta que la integración de un mayor número de mujeres al mercado laboral, “puede ser una excelente inversión y una forma de inyectar dinamismo a los mercados locales e internacionales, así como competitividad a las industrias”. De igual forma, indica que de conformidad con cifras de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), si las mujeres tuvieran una participación equivalente a la de los hombres en la economía, el producto interno bruto mundial podría crecer en aproximadamente 26%.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha observado que el aumento de la educación de las mujeres y niñas ha sido una contribución esencial para el importante crecimiento de las economías de sus miembros en los últimos 50 años. En un estudio realizado en 109 países, Emmanuela Gakidou pudo demostrar que por cada año de formación adicional para las mujeres en edad reproductiva, la mortalidad infantil disminuía en un 9.5%.
Aunque el género es un factor clave en la compleja relación entre el comercio, el crecimiento y el desarrollo, existe una suposición de que las políticas y los acuerdos comerciales son neutrales a la clase, la raza y el género. Sin embargo, es importante asegurar que la apertura comercial contribuya a una mayor inserción de las mujeres en la economía y apoye de esta forma la agenda de la igualdad de género y la mejora de la calidad de vida de manera inclusiva.