Se trata del TWA Hotel, que toma su nombre de la extinta Trans World Airlines, mecenas de esta arquitectónica terminal diseñada en 1962 por Eero Saarinen y que recupera “la filosofía de los años 60” en todos sus detalles para que los huéspedes “viajen en el tiempo a una era fresca y única”, dijo a EFE su gerente, Erik Palmer.
Este espacio monumental, que se sitúa junto a la terminal 5 del aeropuerto y llevaba cerrado desde 2001, recibe a los visitantes con un suelo forrado de alfombra roja, el mismo color de los acolchados asientos que pueblan varias de sus salas, e invita a esperar junto a paneles retro que informan de los horarios de vuelo.
Pese a estar en medio del JFK, no se escucha ruido en este complejo de 4.600 metros cuadrados para entretenerse y 512 habitaciones para descansar, sino las voces de maestras del jazz como Etta James o las de un personal que viste uniformes sesenteros y recrea las expresiones coloquiales de la época.
Un paseo lleno de nostalgia
En su inauguración, este miércoles, exempleadas de TWA aseguraron sentir nostalgia, entre ellas Meureen Humel, para quien fue “descorazonadora” la desaparición de esa aerolínea y que prosiguió su carrera en Jetblue, igual que otros trabajadores que llevaron allí “la clase” característica de la aerolínea.
“Está todo igual, excepto en la entrada, donde solía haber una rampa para llevar las maletas”, apuntó a EFE observando el acceso desde un balcón interior, mientras que Kathleen Jones Cegno, una compañera, dijo sentir un “déjà vu” al haber pasado tantos años con su “familia” profesional en esa terminal y la adyacente.
Y es que en el antiguo “TWA Flight Center” (centro de vuelo) se ha hecho un homenaje al esplendor de la “Jet Age” recreando las elegantes cafeterías que allí había, el quiosco -con publicaciones antiguas y actuales- y la sala de lectura, incluyendo detalles como pósters “vintage” y aparatosos teléfonos de pared.
Una vista privilegiada
En el primer piso, un museo luce los uniformes de las azafatas, coloridos, entallados y firmados por modistos de lujo como Balmain, Ralph Lauren y Valentino, junto a una sala para “Embajadores” y otra para “Papas”, en referencia a la habitación donde solían disfrutar de privacidad los pontífices cuando viajaban con la aerolínea.
Pese al viaje en el tiempo que supone visitar el complejo de ocio, abierto a cualquier persona aunque no se aloje en el hotel, hay atracciones contemporáneas como un gimnasio, una terraza con mirador y piscina “infinita”, y una coctelería “secreta” dentro de la aeronave tipo “Connie” restaurada y expuesta en el exterior.
Tyler Morse, el consejero delegado de MCR, la desarrolladora del hotel, consideró esta mañana en la inauguración “un honor restaurar una de las infraestructuras más icónicas de EE.UU.”, y aseguró que miles de personas le han agradecido que recuperara “la catedral de la aviación” diseñada por el finlandés Saarinen.
El negocio es atractivo
Los responsables del hotel, el único establecido dentro de JFK, ven una gran oportunidad de negocio por el fuerte tráfico del aeropuerto: unos 170.000 viajeros al día, de los cuales el 30 % atraviesan la cercana terminal 5 y unos 8.000 hacen rutas nocturnas.
“Vamos a intentar tener una ocupación del 200 % y ofrecer cada habitación dos veces al día”, desgranó el gerente Palmer.
La apertura del TWA Hotel se enmarca en un plan de revitalización de 13.000 millones de dólares, 12.000 de ellos de financiación privada, impulsado por gobernador del estado, Andrew Cuomo, para hacer del aeropuerto JFK una infraestructura “del siglo XXI” y fomentar el turismo.
Presente en el tradicional corte de cinta, Cuomo sostuvo que el “renacimiento” de este complejo representa “imaginación, agudeza, creatividad y osadía”: “Si quieren saber a dónde lleva el futuro, miren al estado de Nueva York. Lo mejor está por llegar y el TWA Hotel es un bello ejemplo”.
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