Procedí a bajarlo de su sitio, extraer la batería y colocar el aparato en un lugar visible para dar a entender que se requería una acción; pasaron los días y efectivamente ocurrió algo; sorpresa, el reloj fue guardado. Procedí a hablar con el administrador y ponerlo en antecedentes solicitándole que por favor actuara.
Pero para mi sorpresa no pasó nada, entonces consideré que el tema era el presupuesto para comprar una batería de cinco quetzales, por ello ofrecí que la donaba, entre risas dijeron que eso no era necesario, pero siguieron sorprendiéndome, el reloj seguía guardado, los días seguían pasando y todo parecía normal, no pasaba nada.
Cambié la estrategia y me dirigí a los jóvenes de la limpieza para pedirles que procedieran a sacar el reloj y llevar a cabo la acción de colocar la batería, pero apareció otro gran problema, el jefe ya sabe pero no ha dicho nada, en consecuencia no podemos hacer nada.
Sé que la historia refleja lo que pasa en empresas donde a ciertos personajes, que no son ejecutivos, por que no merecen ese nombre, no les preocupa la falta de materia prima, el incumplimiento de una promesa hecha a un cliente, una llamada pendiente, pagar oportunamente a sus proveedores o clientes, en fin, que peligro que no pase nada y nos acostumbremos a guardar las cosas en cambio de actuar.
Mientras nuestra cultura de ejecución sea tan pobre, sonrisas y amabilidad no serán suficientes y nuestro deseo de excelencia empresarial estará solo en los ejemplos de otros, dedicándonos a vivir en emergencia. Hasta la próxima.