“En cuestión de competencia de marcas internacionales, las importaciones son cada vez mayores y el efecto directo es en el mercado formal organizado, desplazando a los productos nacionales”, dijo el directivo.
Pese a ello, Martínez se mostró positivo al considerar que existe una ventana de oportunidad para incentivar la producción local de lácteos.
“Importamos US$170 millones y exportamos US$900 mil. Pero esto lo traducimos en oportunidad porque, naturalmente, eso que estamos comprando bien lo podríamos producir y mejorarlo. Sin embargo, faltan políticas para apoyar al pequeño productor”, apuntó Martínez.
Wilfredo Fernández, director ejecutivo de la Gremial de Lácteos y Helados de la Cámara de Industria de Guatemala, coincidió en el impacto que producen las importaciones en la industria local.
“Muchos de los productos importados cuentan con políticas públicas e incentivos fiscales en sus países de origen, situación que afecta la competitividad de la industria nacional”, enfatizó el ejecutivo.
Bajo consumo
Guatemala es uno de los países con uno de los consumos más bajos de leche en América Latina, cercano a los 50 litros por habitante al año.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que ese consumo debiera ser de por lo menos 160 litros por habitante al año.
“Hay departamentos donde, con poder adquisitivo, es donde se consume más leche y este aumenta entre 3% y 5% al año. Existe conciencia de alimentarse más sano, el yogur ha venido a impulsar el consumo de lácteos”, informó Martínez.
Según Fernández, la industria se ha diversificado y todos los productos tienen una demanda “sostenida”, manifestó.