Una corporación desea que sus colaboradores y ejecutivos en general tengan un conjunto de comportamientos que sean observables, que se puedan medir, por su propia consistencia o repetición; por ello competencias puestas en cartapacios y manuales, no responden a su esencia. Las competencias, deseamos desarrollarlas, promoverlas y observarlas en el diario vivir organizacional.
Nuestras organizaciones enmarcan un estilo, una forma, un modelo de negocio, y es allí donde se requiere que los ejecutivos y colaboradores expresen en sus actos esa esencia del negocio, su filosofía de acción, por ello, la no existencia de las mismas es un llamado de atención, pero la no aplicación o violación de las existentes debería ser percibido como una falta grave, pues en últimas vulnera la cultura institucional.
Las competencias requieren ciertos comportamientos de cada uno de los integrantes de la empresa, y ello no es nada más que la exposición a una serie de conductas que se observan en la interacción en cada oficina y pasillo institucional. No permita que un colega grite, maltrate u ofenda a otro, excepto que usted pretenda promover dichas conductas; pero difunda los comportamiento de cooperación y ayuda entre diferentes departamentos, muy probablemente estará consolidando algo que escribió en las competencias.
Lo más importante de todo programa de competencias es observar las conductas diarias, y una manera sencilla de trabajar en eso es hacer consciente a las personas de aquello que hacen por repetición sin darse cuenta que van en contra de lo esperado, hablamos de los hábitos, aquello que hemos creado por observación o como esquema de defensa, haciendo alusión a algunas teorías administrativas.
Pregúntese señor gerente o administrador, qué tanto ejemplo da usted con su actitud diaria, muy probablemente no necesite crear un manual de competencias, es más poderoso el ejemplo que da con su conducta, que un texto bien escrito, pero sin un contexto de realidad. Hasta la próxima.