En el área de capital humano, los resultados del país en materia de educación tienden a ser “débiles”. Los indicadores de “entrada” de la educación formal (gasto público en el sector como porcentaje del producto interno bruto, tanto por estudiante y maestros en primaria como en secundaria) se mantienen muy por debajo del promedio regional y no alcanzan el 40% del máximo posible en este rubro.
En materia de los indicadores educativos de salida (cantidad y calidad en primaria y secundaria), el panorama mejora levemente, mientras que en la educación informal (participación y productividad laboral o tasa de desempleo, entre otras), salud y entorno/tecnología, el desempeño del país muestra nuevamente debilidad y se sitúa siempre en valores inferiores a los de la región.
En el ranquin de competitividad de Aden, Guatemala se ubica en la posición 16 de 18 naciones de América Latina.
El documento agrega que Guatemala muestra un “aceptable nivel competitivo en materia de competencia en los mercados y eficiencia en las relaciones laborales, rubros en los cuales el país se ubica por encima del promedio regional y los cuales pueden señalarse como áreas de fortaleza competitiva en la actualidad”.
Sin embargo, en aspectos como infraestructura, salud, educación y acceso a la tecnología, el país se encuentra por debajo del promedio.
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Para Hugo Maúl, director del área económica del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales, “el ranquin de Aden no agrega mayor cosa de la que ya sabemos, pues en Guatemala la competitividad empresarial es muy limitada por problemas que van desde la infraestructura hasta la certeza jurídica, y en el caso del capital humano, la proporción de la población que llega al nivel universitario es mínima y de muy mala calidad”.
En términos generales, asegura el economista, la educación primaria y secundaria es mala.
Según Maúl, en el país hay un déficit gerencial y técnico, y agrega que cada vez es más usual la migración de trabajadores especializados.
“En la actualidad el país subsiste, pero lo hace en un equilibrio muy malo, de bajo crecimiento y baja productividad laboral. Entonces, lo que habría que buscar es qué tipo de reformas se pueden hacer para aumentar dicha productividad, desde la perspectiva de mejorar el capital humano y el capital físico”, añade el académico.
En opinión de Maúl, el país debe apostar por una estrategia basada en empleos de alta productividad, como es el ejemplo de las naciones del sudeste asiático, que invirtieron en manufacturas y servicios de alta tecnología para impulsar su desarrollo.
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