Las dos jóvenes, excarceladas a finales de diciembre gracias a una amnistía por el aniversario de la Constitución rusa, visitaron junto a otros activistas la prisión Número 2 de Nizhni Nóvgorod, a unos 400 kilómetros al este de Moscú, donde Aliójina cumplió parte de su pena.
Las activistas, que trajeron comida a las internas de una hamburguesería cercana, recibieron autorización para reunirse con varias de las internas y escuchar sus demandas.
Entre otras cosas, Tolokónnikova denunció que las presas que han osado presentar quejas por escrito sobre las condiciones de vida y trabajo en la cárcel han recibido represalias en forma de requisado de mantas y recorte de estipendio.
Tolokónnikova y Aliójina anunciaron a finales del pasado año que dejaban la música para dedicarse a defender los derechos humanos en las cárceles, pues mantienen su lucha contra el “sistema totalitario” implantado, según denuncian, por el presidente, Vladímir Putin.
Su ONG Zona de Derecho canalizará las denuncias de abusos laborales, físicos y sexuales en las prisiones, para lo que aprovecharán la publicidad que ganaron como integrantes de la banda musical Pussy Riot.
Las activistas, que cumplieron 22 meses de cárcel por escenificar en 2012 su famosa plegaria punk “Madre de Dios, echa a Putin” en el principal templo ortodoxo ruso, reconocen que aún no disponen de financiación para su proyecto de derechos humanos.