La escritora reflexiona sobre la necesidad de erradicar el abuso y la violencia de género, para lograrlo es necesario que las mujeres se empoderen y conozcan sus derechos y las leyes que las protegen, pero no solo ellas, también los hombres deben alejarse del papel de agresores para vivir en armonía.
La violencia hacia la mujer ¿en dónde tiene su origen?
A lo largo de la historia, a través de la implantación del sistema de poder del patriarcado, la sociedad se interesó por un solo aspecto de la mujer: el reproductivo, el sexual, y se dejó de lado lo demás.
Se fragmentó la identidad de la mujer a nivel físico y a nivel de identitario.
La sociedad tiene marcada esa huella de fragmentarla y dale énfasis a su relación de pareja, a su capacidad de ser madre, a todas esas expectativas sociales.
El que encasillen a la mujer en ese papel de reproductora ¿eso es violencia de género?
Empieza por ahí, la violencia no comienza con el golpe, la violencia comienza con la discriminación. Hasta hace poco las mujeres estuvieron vedadas de todos los factores de poder, en Guatemala la mujer tuvo derecho al voto en 1945, acceso al trabajo, a la educación.
Todos esos factores de discriminación son violencia, y con ello se avanza hacia otros tipos de violencia. Que la mujer es inferior y tiene prohibido salir. Que si me encuentro a una mujer en la calle tengo el derecho de golpearla, de hacerle daño, porque siento que ella incumple con lo que debería de hacer.
Estos patrones han permeado en la sociedad guatemalteca.
Son parte de la cultura, ya está normalizados. Hay muchos estigmas, mucha discriminación, y se toma como normal. La gente no se da cuenta de cómo se avanza hacia unas formas de violencia más peligrosa, por ejemplo, la violencia intrafamiliar, como el caso de Cristina Siekavizza.
Llega un momento en que ya no podemos manejar la violencia, cuando manejamos una creencia cultural equivocada.
¿Dónde está la violencia contra la mujer?
Está en todas partes, por eso se dice que es un fenómeno estructural, está allá afuera, en el Estado, en las leyes, en la escuela, en el trabajo, adentro de la casa.
Todavía hoy, en Guatemala, se escoge a las niñas para que no estudien y que cuiden a sus hermanos menores mientras los varones van a la escuela. Por otro lado, el cuerpo de la mujer es un territorio disponible, hay tantas niñas que son abusadas en su propio hogar. La violencia contra la mujer funciona dentro y fuera de la casa.
La violencia dentro del hogar o en la calle ¿cuál causa más daño?
Tienen espectros de daño distintos. Por ejemplo, la violencia adentro de la casa enferma a la mujer. Hay un montón de síndromes psicológicos, pero básicamente nos dicen que esta mujer está destruida emocionalmente, psicológicamente, destruida respecto a sí misma. Si está maltratada en su casa no puede funcionar bien en el trabajo, con los amigos, en ningún nivel.
La violencia de la casa es terrible. Los abusos sexuales dañan para toda la vida.
Ahora, la violencia en la calle. Si la mujer no tiene acceso al trabajo, si en la escuela el maestro ejerce acoso sexual sobre ella. Qué pasa sobre una mujer en esas condiciones, si se le acorrala para tener relaciones o experiencias que no quiere, y si no las tiene se le condena a no tener acceso a distintas cosas.
Desde ambos lados es dañino y se destruye la dignidad de la mujer.
¿Esta destrucción repercute en la sociedad?
A veces se piensa que si se daña a una mujer, si desaparece o la asesinan, solo le afecta a ella, pero una mujer que es violentada en su casa, los primeros que sufren el daño son sus hijos, porque ella no podrá desempeñar su papel de madre y probablemente esa violencia la refleje sobre ellos.
Al desaparecer una mujer, la familia se queda devastada, persiguiendo a los culpables, esperando su aparición.
Acá en Guatemala desaparecen dos mujeres al día, cada mes hay 60 familias devastadas, y los agresores… muchos terminan muertos, porque hay mujeres que no se quedan con la violencia, sino que la regresa.
¿La violencia contra la mujer traspasa fronteras?
Es un fenómeno mundial. Está sucediendo en países como España, El Salvador, en India. Muchos hombres se sienten desafiados por las mujeres que salen a fiestas por la noche, que viajan solas, y como ellas desafían al sistema merecen ser castigadas.
Un cuerpo de mujer, si no tiene la protección de un varón cercano pareciera ser que es un territorio que se puede utilizar.
¿Qué lleva a cosificación de la mujer y ensañarse contra ella?
Los seres humanos reaccionamos así cuando nos enseñan a odiar, porque el odio no es innato es aprendido, y cuando nos enseña a odiar soltamos toda nuestra ira, la enfocamos en esa persona discriminada.
En este caso son las mujeres, porque la discriminación funciona de la mano con el estigma, que es una creencia que no tienen una base real, es falsa, pero la gente la cree.
¿La violencia siempre va en progresión?
La violencia, generalmente, cuando es en la familia no explota de entrada, sino que va en progresión. Comienza por ser una violencia emocional, psicológica, y hay que tener cuidado y detenerla, porque lo que sigue es la violencia física y probablemente la muerte.
¿Qué conlleva a que una mujer no se dé cuenta del maltrato?
No nos damos cuenta porque somos parte del problema. Las mujeres estamos metidas dentro del sistema y muchas veces somos nosotras las que enseñamos a nuestros hijos a ser exactamente igual de violentos y a tener expectativas sobre mujeres que son machista.
¿Cómo identificar que se está siendo violentada?
Hay que distinguir las relaciones donde las emociones no son sanas. Son emociones que lejos de darnos satisfacción causan dolor, sufrimiento, no tenemos por qué aguantar estas relaciones. Si aguantamos lo más probable es que seamos una persona abusada y que estemos adiestrados a soportarlo. Es difícil salir de eso, pero es liberador.
Tenemos que buscar otros mecanismos de comunicarnos que no sean enfermos, y con uno que cambie en la familia, toda la dinámica de la familia cambia.
¿En dónde comienza el cambio?
Es fundamental que los jóvenes comiencen a cambiar esta mentalidad, a cambiar de paradigma, a preferir sistemas de comportamiento que no son de abuso sobre el otro, a respetar la dignidad de cada persona.
Los hogares deben de tener sistemas no autoritarios, sistemas horizontales de manejo de la conflictividad, de discusión, porque lo que pasa dentro del hogar hay sistemas de poder autoritarios y verticales.
¿Las mujeres también pueden ejercer contra su género?
Hay misoginia muy pronunciada en las propias mujeres. Cuando miran reclamos de otras mujeres las atacan, porque la mujer que está dentro del sistema patriarcal y funciona dentro de ese sistema no le gusta que le quiten esa seguridad. Un sistema no solo funciona para una persona y lo que pasa es que no todos está dispuestos a pagar el precio.
¿Los movimientos feministas han contribuido a ello?
El movimiento feminista se originó de la necesidad de cambiar las condiciones inaceptables en que existía la mujer, por ejemplo, el derecho al voto, al salario equitativo. Las feministas pusieron el cuerpo para que ahora nosotras trabajemos y tengamos derechos políticos, pero el costo fue altísimo, fueron reprimidas, violentadas de muchas maneras.
Ahora, a todo el mundo le parece normal que la mujer se eduque, pero esos son logros del feminismo. El riesgo es que algunas ramas del feminismo tienen la orientación de un sistema vertical de poder, entonces, es lo mismo, pero del otro lado.
Hay que tener cuidado con eso, porque debemos de procurar sistemas horizontales no sistemas donde haya abuso de la mujer o del hombre.
¿La violencia contra la mujer es ahora más visible?
La ley en contra del femicidio y otras formas de violencia contra la mujer ha sido un avance, al igual que otras leyes que forman todo un cuerpo legal, porque antes era difícil entrarle al sistema de justicia. Ahora hay toda una tipificación y la ley es muy específica al definir muchas conductas. Cuando la conducta está definida como delito es más fácil para el sistema de justicia perseguirlo.
Antes no estaba definida la violencia emocional y psicológica, ni la violencia económica, todo ello ha ayudado a que la mujer tenga acceso a la justicia en esos campos, a parte, se ha vuelto un sistema de presión social la denuncia pública, a través de estos fenómenos como el #MeToo.
La denuncia es muy importante porque el silencio es devastador para la víctima. Si la víctima no puede decir lo que le pasó está doblemente victimizada, porque no solo está victimizada por lo que le pasó sino por la imposición del silencio.
La denuncia pública es importante y debemos buscar maneras de hacerla efectiva con las garantías que nos ha costado tanto construir, las garantías del debido proceso, de la presunción de inocencia. Si las mujeres logramos entenderlo, nuestros reclamos serán más efectivos, porque las denuncias pueden perder su eficiencia, si comienza a abusarse de ellas.
Son pocos los casos que han llegado a sentencia, ¿hay debilidades en el Sistema de Justicia?
La principal debilidad es la cultura de los operadores de justicia, porque comienza por mal utilizarse la ley. En Guatemala se ha utilizado la ley de feminicidio con fines políticos, eso no le hace ningún favor a la causa. Después de eso, muchos de los operadores no creen en lo que dice la ley, porque tienen esa mentalidad del patriarcado.
Hay que trabajar políticas públicas muy fuertes y luego, las leyes no pueden obrar por sí misma. Si yo conozco mis derechos y los hago valer, le doy vida a la ley.