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“Todas las estimaciones que se han efectuado indican que la cantidad de hogares en inseguridad alimentaria moderada y severa se ha incrementado en comparación con años anteriores, tanto por los impactos climáticos en la producción de alimentos (sequías, las tormentas Eta e Iota), como el impacto socioeconómico de la pandemia del covid-19”, señala Iván Aguilar, jefe del Programa Humanitario de Oxfam Guatemala.
Por décadas el corredor seco ha sido el más golpeado por la inseguridad alimentaria, debido a la pobreza estructural y las sequías prolongadas, un territorio que abarca parte de Quiché, Baja Verapaz, El Progreso, Guatemala, Zacapa, Chiquimula, Jalapa y Jutiapa.
Sin embargo, el hambre se ha extendió a otros territorios del país. Jorge Pernillo, coordinador de la carrera de Nutrición de Universidad Panamericana, menciona que Petén y los departamentos de la franja transversal de Norte no padecían de este problema, pero ahora, incluso, alcanza a las periferias de zonas urbanas.
El panorama no es nada alentador para los próximos meses, entre marzo y septiembre de este año se prevé que en 18 departamentos habrá población en crisis alimentaria.
El mapa elaborado por la Red de sistemas de alerta temprana contra la hambruna muestra buena parte del país teñido de anaranjado, color con el que se identifica que hay personas en dicha fase aguda de inseguridad alimentaria. En este punto las familias trabajan solo por alimentos, es decir, que sus ingresos no les alcanzan más que para comida, y para afrontar la situación recurren a venta de activos del hogar y al consumo de las semillas que guardan para la siembra, carcomiendo sus posibilidades de subsistir de la agricultura.
El resto del territorio se pinta de amarillo, para mostrar a los guatemaltecos que estarán en inseguridad alimentaria en fase de estrés, en donde recurren a créditos o préstamos, gastan sus ahorros, reducen gastos de servicios y cosechan cultivos inmaduros como estrategia para obtener comida.
“A mayor escasez de alimentos, la gente toma medidas más extremas para comer, como vender insumos, animales, reducir porciones y tiempos de comida. La escasez hace que la dieta sea menos variada, es decir pobre, no llegan a consumir lo básico -frijol y tortilla- sino que la tortilla se acompaña con alguna sopa o caldo de chile si bien les va”, agrega Pernillo.
Con estas limitaciones para alimentarse no es ajeno que se presenten más casos de desnutrición aguda en menores de cinco años en el país. A este 20 de marzo el Sistema de Información Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional en Guatemala (Siinsan) reporta ya 7 mil 500 niños en dicha condición, y seis de cada diez oscilan entre los seis meses a dos años de edad.
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Escuintla, que está en inseguridad alimentaria leve, tiene los municipios con las tasas más altas de desnutrición aguda, siendo estos: La Gomera con 250.4 niños desnutridos agudos por cada 10 mil habitantes, le sigue Sipacate con 247.5, Siquinalá con 239.1, Masagua con 232.3 y San José con 209.3.
Sin embargo, los datos no son del todo confiables, pues con el cambio de sistema para registrar los casos, el Ministerio de Salud señala que los reportes deben ser analizados por cada unidad de salud, y hasta ahora no se tiene certeza si la información ha pasado por ese proceso de verificación.
Pernillo menciona que dicha situación no permite tener una fotografía más certera de lo que pasa con la desnutrición aguda en Guatemala, mientras que Aguilar dice que es “imperativo” que el ministerio haga una depuración de los datos para poder hacer comparaciones interanuales e identificar si hay o no un incremento de casos.
Período cíclico
El informe Los rostros del hambre en Centro América, del Consorcio de Organizaciones Humanitarias, menciona que el hambre estacional es “cíclica, recurrente y evitable”, que se puede prevenir, pues se sabe dónde y a cuántas personas afectará cada año, sin embargo, los “Estados realizan esfuerzos limitados para mitigarlas”.
Las sequías que ocurren en el área son parte del problema, pues el principal medio de subsistencia de las familias es la agricultura, y sin lluvia no hay cosecha. El año pasado llovió, pero las tormentas tropicales y huracanes que se presentaron tuvieron un efecto devastador en los cultivos, se dañaron 137 mil hectáreas, principalmente de granos básicos y hortalizas, según reporte del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (MAGA). Las fuentes de trabajo de los jornaleros también fueron afectadas.
Aunado a las pérdidas ocasionadas por las lluvias, la pandemia del covid-19 ha tenido un impacto negativo en los hogares que ya estaban golpeados por el hambre. Las restricciones impuestas para frenar la propagación del virus en la población limitaron la movilización de las personas, productos y transporte lo que afectó el acceso a alimentos, señala el análisis del CIF.
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Si bien se esperaba que los hogares tuvieran reservas de granos básicos de producción propia para enfrentar el hambre estacional, las condiciones antes mencionadas lo impidieron, y les será más difícil sobrellevar los meses siguientes con el aumento en los precios de los alimentos básicos y los ingresos familiares que están por debajo del promedio.
Son los hogares pobres de las zonas rurales los que experimentan un comienzo de la temporada de escasez antes de lo previsto, y se prevé que el acceso a alimentos siga siendo más bajo de lo normal hasta agosto próximo, según el informe de la Red de sistemas de alerta temprana contra la hambruna.
“Si bien se predice que este será un invierno normal y adelantado, lo que se siembre y se coseche será para los últimos meses del año y para el próximo, si no hay tormentas como las que nos afectaron en 2020”, dice Pernillo, lo que es una esperanza para los pobladores.
Sin acciones concretas
Ante este escenario de incremento de familias en inseguridad alimentaria severa y moderada, para Aguilar es preocupante que el gobierno no tenga previsto un paquete lo suficientemente robusto de asistencia para los hogares que están en peor situación. Las 3.73 millones de personas en inseguridad alimentaria necesitan asistencia, recalca.
Por su parte, el coordinador de la UPANA menciona que a estas alturas ya se debería de responder con un plan de atención al hambre estacional, lamenta que las instituciones encargadas de velar por la población más vulnerable no tengan la capacidad para identificar a quienes están en riesgo, como tampoco para actuar oportunamente, por lo que la asistencia suele llegar tarde, como ha ocurrido en otros años, hasta noviembre o diciembre.
“Con el incremento de hogares en Inseguridad Alimentaria, si no hay una respuesta adecuada para cubrir las necesidades básicas de alimentación en los hogares en mayor situación de vulnerabilidad, es probable que se presente un incremento de casos de desnutrición aguda”, agrega Aguilar.
Al ser consultado el Maga sobre las acciones que realiza para apoyar a las familias en crisis alimentaria, el departamento de Comunicación respondió que se ejecutan acciones encaminadas a fortalecer la producción, acceso y disponibilidad de alimentos. Se ha iniciado la entrega de semillas biofortificadas y mejoradas en su valor nutricional, programa que llegará a 200 mil familias de los municipios priorizados por la Gran Cruzada Nacional por la Nutrición y en los departamentos afectados por las tormentas Eta e Iota.
Mientras que María Eugenia de León, titular de la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Sesán), menciona que los 3.73 millones de guatemaltecos en inseguridad alimentaria que la CIF señala es una proyección, y “la última actualización está en proceso para dar respuesta en cuanto las evaluaciones indiquen cuál es la situación de quienes podrían ser afectados”.
Agrega que se realiza una coordinación interinstitucional para dar respuesta a esta situación, participan el Ministerio de Salud, con la vigilancia nutricional, el Maga con el monitoreo de cultivos, el Ministerio de Educación y el Ministerio de Desarrollo Social con acciones como el Programa de Apoyo Alimentario por Covid, el Plan para la Atención del Hambre Estacional y el de Resiliencia para las familias en inseguridad alimentaria y las afectadas por las depresiones tropicales.