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Sergio Iván fue identificado con desnutrición aguda moderada en octubre pasado. Tenía un año, y pesaba 15.8 libras. El niño es el primer hijo de Felisa Caal, quien tuvo que internarlo de emergencia en el Hospital Regional de Cobán por un cuadro de neumonía. Volvió a casa, pero a los días mostró signos de desnutrido.
Dos casos más fueron localizados el mismo mes y con la misma condición en la aldea Las Pacayas. Los niños ya están en recuperación, pero el riesgo de que vuelvan a presentar un cuadro agudo es latente, pues la pobreza y la escasez de alimentos son parte de las secuelas que el covid-19 ha traído a las áreas más rurales del país.
El costo de los toques de queda que las autoridades de gobierno impusieron para contener el contagio del covid-19 fue alto para la aldea. La economía de las familias fue seriamente afectada.
Debido a la restricción de horarios y de movilidad, los precios de los alimentos aumentaron como también el costo de transportarlos hasta la aldea. De Q1.60 que pagaban por la libra de maíz, llegaron a desembolsar Q3, el precio del frijol también se incrementó, como el resto de los productos. Para una familia que con dificultad reúne Q40 al día para subsistir, el impacto es grande, y no les permite aspirar a una mejor alimentación para toda la familia.
Como en la mayoría de población de escasos recursos la tortilla de maíz y el frijol son la alimentación básica, sin embargo, no les proporciona la cantidad de nutrientes que los niños necesitan para su crecimiento, indica Manoela Pons, nutricionista de la brigada de nutrición que trabaja en San Cristóbal Verapaz.
Aun así, poner un plato de frijoles y unas cuantas tortillas en la mesa ha sido difícil para las familias, que también han tenido que lidiar con la falta de empleo, a consecuencia de la pandemia.
En su idioma pocomchí, Clorinda Laj Wa cuenta que la mayoría de las cabezas de hogar de Las Pacayas trabajan en la capital, y con los toques de queda no pudieron regresar a casa, con esfuerzo les enviaron dinero para poder comprar alimento. Fueron semanas las que pasaron solas al cuidado de sus hijos.
Tener acceso a la salud también se complicó. La falta de transporte impidió que se trasladaran al puesto de salud y tuvieron que curarse con montes o con lo que tenían a la mano. No llevaron a los niños al control de peso y talla, como tampoco a vacunación, el riesgo de enfermar aumentó en los infantes.
De acuerdo con el informe El virus de la desigualdad, elaborado por Oxfam, el covid-19 acrecentó la brecha entre ricos y pobres, y son las poblaciones indígenas en las áreas rurales las más frágiles. Más de un millón 236 mil se sumarán a las 8.5 millones que viven en pobreza, mientras que 110 mil se desplazarán a pobreza extrema.
Luego de la pandemia, según la proyección, en la Franja Transversal del Norte -concentra el mayor porcentaje de estrechez económica y de población indígena- los niveles de pobreza llegarían entre 80 y 100%, mientras que pobreza extrema entre 40 y 60%.
Pero no termina allí, las tormentas tropicales Eta e Iota golpearon aún más a las poblaciones rurales, y donde el covid-19 tajo pobreza, las lluvias recrudecieron su día a día, y la inseguridad alimentaria hoy es mayor, y con ello la desnutrición infantil.
Caminos quedaron bloqueados por los deslaves, las fuentes de agua se contaminaron, y algunos perdieron sus casas y cultivos.
Casos y muertes
El caso de Sergio Iván se cuenta entre los 27 mil 913 niños menores de cinco años con desnutrición aguda que el Ministerio de Salud reportó al final del 2020. Afortunadamente el hijo de Felisa está en recuperación, pero hay 50 niños que no lograron sobreponerse, murieron el año pasado.
La cifra de fallecidos es menor a la registrada en el 2019, cuando hubo 77 casos. Pero no se descarta que el reporte del 2020 no contenga todos los decesos, debido a que el Sistema de Salud hace un análisis de cuál fue la causa primaria del fallecimiento del niño y esa es la que reporta, y muchas veces determina que la razón primaria no es la desnutrición aguda sino alguna otra enfermedad, pero si la segunda causa es la desnutrición, esta condición fue la que al final llevó al niño a tener otro padecimiento -neumonía, diarrea aguda-, y como resultado, la muerte. Además, muchos decesos no fueron notificados, los menores fallecieron en sus casas, en silencio.
De acuerdo con el reporte del Sistema de Información Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional, del Ministerio de Salud, en el primer trimestre del año pasado hubo más muertes, 24 en total, a partir de allí las cifras son menores, en octubre se cuenta una. Esa baja en los registros coincide con el ingreso del covid-19 al país, que afectó la notificación de casos.
Los niños que padecen desnutrición aguda también podrían ser más, pues la baja cobertura en el primer nivel de atención, principalmente durante los primeros meses de la pandemia, además de la restricción en el transporte y la distancia en la que se encuentran los puestos y centros de salud, han dificultado a los padres de familia llevar a sus hijos al control de crecimiento rutinario, momento oportuno para identificar cuadros agudos de desnutrición. Los estragos de las tormentas en los caminos tampoco les permitió buscar atención.
De puerta en puerta
En los últimos meses, como una estrategia para identificar a los niños con desnutrición aguda que no han sido captados por el Sistema de Salud, se puso en marcha las brigadas interinstitucionales, para realizar una búsqueda activa de casos, y no esperar que las familias se acerquen a los centros de salud.
Desde octubre, en Las Pacayas se han evaluado 555 niños menores de cinco años, entre los cuales está Sergio Iván que fue detectado con desnutrición aguda moderada.
Las brigadas han ido de casa en casa para evaluar a los niños a través de la circunferencia media de brazo, observación de signos clínicos, así como medición de peso y talla.
“Apoyamos al Ministerio de Salud en dar la suplementación con chispitas, que son vitaminas y minerales espolvoreados. A parte suplementamos, de acuerdo a los lineamientos del marco del covid-19, dando vitamina A a los menores de cinco años, y suplementamos a niños mayores de 5 años con chispitas para darles los nutrientes que no obtendrán en su alimentación”, refiere Pons.
La nutricionista indica que la mayoría de los niños identificados a través de las brigadas tienen desnutrición crónica o retardo de crecimiento en estado moderado y severo, lo cual compromete su desarrollo cognitivo.
Pero no son solo los niños quienes tienen desnutrición, las mujeres también. La alimentación durante el embarazo es deficiente y se ve a muchas madres desnutridas, lo que trae como resultado que den a luz niños con bajo peso. Tiene tienen presente la importancia de la lactancia materna, pero es habitual que den a los niños otro tipo de bebidas, como café o agua de masa, que no los alimenta. Entonces, el ciclo de la desnutrición se repite.
En las actuales condiciones del país, con más personas en pobreza e inseguridad alimentaria, con familias desplazadas por las recientes tormentas, las cifras de niños con desnutrición aguda y las muertes podrían superar las cifras del 2021. Las acciones como la búsqueda activa de casos deben continuar para el rescate y la atención alimentaria oportuno de los infantes.