Molina Ruano tenía grandes metas y esperanzas, estaba dispuesta a luchar contra su padecimiento renal y ser inspiración para sus 13 sobrinos, a quienes amaba entrañablemente.
Pese a necesitar tratamiento de hemodiálisis desde los 18 años, la joven nunca evidenció el padecimiento; incluso, algunos vecinos del cantón Canoa, Jutiapa, donde vivía, dicen que su entusiasmo era tal que no se notaban sus problemas de salu.
La Niña, como la llamaban, murió a raíz de complicaciones causadas por el mal servicio prestado por la droguería Pisa, pues con el anterior proveedor nunca tuvo problema alguno. Por ello, sus seres queridos consideran absurda su muerte, pues se debió a un contrato fraudulento que tenía como fin ganar dinero.
“Sea como sea, siempre hay que luchar por nuestra metas y sueños; la vida tiene que continuar, pase lo que pase. Solo Dios sabe cuándo nos llegará ese momento tan triste, pero si se muere con Dios será un día dichoso y feliz”, escribió Molina Ruano en una de las páginas de su diario.
“Den lo que puedan”
“La vida es tan bonita. He pasado tantas cosas, pero esta es la más difícil; debo seguir luchando”.
“Señor Jesús, que sea tu santísima voluntad… Tú eres nuestro único médico por excelencia”.
A 133 kilómetros de la capital, en una casa construida a base de remesas, la familia Molina guarda con amor la libreta de pasta café con rojo, con el logotipo de una empresa estadounidense, en donde los pensamientos de Ángela siguen vivos.
Las hojas registran el día cuando ingresó en el Hospital General de Enfermedades del IGSS, en la zona 9 capitalina, el 12 de junio de este año, aunque su salud se había agravado desde mayo, tan solo cinco días después de que le cambiaran el tratamiento de diálisis peritoneal al de Pisa.
Las fotos que cuelgan en las paredes de la vivienda muestran a una joven radiante, activa y amorosa. “Den lo que puedan”, es uno de los consejos que escribió para su familia.
Molina Ruano hacía eso, dar lo que podía y aún más. El amor que le tenía a los niños era incomparable; tanto, que durante su sepelio la caja fúnebre fue rodeada por varios de ellos, quienes la adornaron con rosas, sus flores favoritas.
“Animen a mi mamá”, pidió en otro texto, pues sabía que la infección que la aquejaba también hacía estragos en doña Guillermina Ruano de Molina, con quien dormía.
“Gracias, hermanos”
“Den lo que puedan. Infinitas gracias a todos. Le dicen a Adrián que es mi hijo. Los quiero, los amo”.
Entre risas y lágrimas, los hermanos de Molina Ruano recuerdan que una de sus metas era celebrar “a lo grande” sus 30 años, el próximo 25 de diciembre.
“Nosotros lo vamos a hacer por ella”, indicó Geovanny Molina, quien luego de la muerte de su hermana ha viajado a la capital para estar presente en el juicio que se sigue por el contrato anómalo entre el IGSS y Pisa, pese a que la audiencia se ha suspendido dos veces.
“Gracias hermanos, siempre, los amo”, escribió con letra más ilegible, pues se trata de una de las últimas anotaciones.
La unión entre Ángela y sus hermanos se entiende al escuchar que una de ellas, Nora Molina, le donó un riñón, hace casi ocho años, para que ella tuviera una mejor vida.
Según el diagnóstico de un médico particular, este órgano fue intoxicado en el IGSS, pues no tenía un médico que le diera seguimiento a su caso y quienes la atendían le recetaban medicamentos de distinta clase y por eso debió volver a las diálisis tres años después del trasplante.
Testimonio de una agonía
“Gracias a mis hermanos, los amo. A mis adorados padres, los amo. Los llevaré a todos en mi corazón”.
“Animen a mi mama”. En esta página, Ángela anotó los nombres de quienes le enviaron mensajes.
“Debo continuar luchando por mi familia. Cada día que paso aquí en el IGSS es más difícil para mí, cada día es más fuerte mi dolor y siento morir”, es una de las descripciones de su padecimiento.
La gravedad de la infección peritoneal que Molina Ruano adquirió con el tratamiento de Pisa provocó que mientras estuvo internada fuera sometida a la hemodiálisis, un tratamiento más severo y que implica ser conectada a una máquina.
“Me mandaron a la máquina, que tratamiento más difícil; cada vez que salgo de ahí, salgo mal, pero tengo que seguir luchando cada día”, anotó la joven.
Ella misma pide justicia
“Ingresé el 12-06-2015 IGSS. Me dejaron Vita, papá y Mayel”. Anotó el nombre de las visitas.
“Si me pasa algo aquí, fue por la mala atención médica. Demanden al IGSS. Los quiero a todos”.
Molina Ruano murió el 17 de julio, a las 21.05 horas, y desde entonces doña Guillermina llora, aunque todavía sueña con verla entrar a la casa para abrazarla.
Pese a la gravedad de su estado, la familia quedó sorprendida, pues media hora antes de su deceso, ella se había comunicado por teléfono con la mayoría de ellos. “Estoy muy cansada”, le comentó a su madre.
El amor de Ángela por las otras personas también se manifestó en el hospital, donde se aprendió los nombres de sus compañeras de habitación.
Una de ellas relató que la última llamada fue a su tía, Vitalina Molina, a quien consideraba su segunda mamá.
“Ya hablé con mi segunda mamá, ahora es tiempo de descansar”, fueron sus últimas palabras.
Una petición es la que mueve a sus familiares a exigir justicia: “Si me pasa algo aquí, fue por la mala atención médica. Demanden al IGSS”.