Esta misión trabaja atendiendo la talla y peso de los menores, instalación de agua purificada, dosis de desparasitante y el alimento suplementario Chispuditos, un atol que ha tenido una respuesta positiva, afirma Siomara Rodas Cortés, gerente de programas rurales de la entidad.
“No tenemos casos, de momento. Hemos logrado que los niños salgan de la desnutrición”, indica, al agregar que el proyecto dio inicio hace tres años por iniciativa del ministro evangélico Trey Williams, cuya misión se encuentra en Texas, Estados Unidos.
Comenzaron con 35 niños que a menudo se sentían enfermos, con sueño y sin deseos de jugar. “Muchos, con cuadros de gripe y diarreas. Ahora tenemos niños activos”, refirió.
El proyecto atiende a menores de 6 meses hasta los 7 años. En la actualidad entrega 120 paquetes mensuales de suplemento alimenticio, el cual solo requiere de una cucharada de atol disuelto en una taza de agua, cada día. Esto también les ha funcionado con adultos mayores.
Chispuditos es un cereal formulado con 21 vitaminas y minerales, creado por The Mathile Institute. Contiene 9 mg de zinc y 12 mg de hierro, dos minerales clave en el crecimiento y en las conexiones neuronales, explica Lisa Villanueva, representante del citado instituto.
Durante la pandemia, hicieron una donación de 20 mil libras al Gobierno. Sin embargo, no se continuó con el proyecto. En su lugar, se escogió el suplemento Nutriniños.
Rodas Cortés expone que este ha sido un proyecto individual, sin apoyo gubernamental, con el cual apoyan a la escuela de El Sauce.
El próximo año evalúan ampliar la cobertura a dos comunidades más, con el fin de incidir donde otras ayudas no llegan. Más allá de aportar nutrientes y monitorear el crecimiento, Ancora busca ampliar operaciones en proyectos de mejoramiento de letrinas, cambios de techo de lámina, estufas ahorradoras y útiles escolares.
Dos décadas
Poner fin al hambre es el Objetivo 2 de Desarrollo del Milenio de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que toma en cuenta reducir, en el punto 2.2, el retraso del crecimiento de menores de 5 años en un 50 por ciento para el 2030.
En esa línea, el documento América Latina y El Caribe, panorama regional de la seguridad alimentaria y nutricional 2022 da cuenta de los más recientes indicadores de inseguridad alimentaria en la región, coordinado por cinco organismos de la ONU.
La prevalencia del retraso en el crecimiento de menores de 5 años es un indicador que sirve para determinar el impacto de la desnutrición al medir la estatura según la edad.
En el período de 2000 a 2020 los países con los mejores indicadores fueron Chile, Santa Lucía y Paraguay, que muestran la prevalencia más baja, por debajo del 5%.
Por su parte, Bolivia, El Salvador, Paraguay, Perú y Uruguay mostraron reducciones superiores al 50 por ciento, y Guatemala fue el país que mostró más rezago en la región, con una prevalencia del 42.8 por ciento de retraso en el crecimiento.
Decisión política
Gordana Jerger, en el estudio La experiencia del combate al hambre en América Latina: ¿una de las puertas de salida a la indigencia?, del Programa Mundial de Alimentos —Chile, 2006—, enumera una serie de intervenciones exitosas en el combate a la desnutrición.
Concluye su experiencia con estos mensajes: mejorar la nutrición es esencial para reducir la pobreza extrema. Segundo, los gobiernos nacionales son los que deben llevar la iniciativa, pero necesitan todo el apoyo de la comunidad internacional.
Por último, señala que la decisión de intervenir es política. “En las ocasiones en que se han efectuado esas intervenciones, las mejoras desde el punto de vista humano y económico han sido enormes”, añade.
El caso peruano
Soledad Champi, de 11 años, era la niña más alta de su clase en el 2017. Entonces afirmó con convicción que quería estudiar ingeniería civil. Ella, junto a cientos de niños, fueron parte del proyecto “Dando la talla”, para luchar con éxito contra la desnutrición crónica y la anemia en Perú.
En menos de 10 años Perú logró mejorar las tasas de rezago en el crecimiento de menores de 5 años, que en el 2008 eran del 28 por ciento, para reducirlo hasta el 13 por ciento en el 2016. Fue un proyecto de largo alcance patrocinado por el Banco Mundial, el Gobierno de Japón y Secure Nutrition.
Asimismo, continuidad y compromiso fueron parte de la clave de la estrategia peruana a lo largo de cuatro gobiernos sucesivos para priorizar y proporcionar recursos a la atención de primera infancia —de 0 a 6 años— en los territorios más vulnerables.
Parte del acierto se atribuye a la reasignación del presupuesto en las áreas con mayor carga de desnutrición, con una revisión y readecuación de los flujos de recursos y los programas existentes. Además, una estrategia de comunicación que implementó una campaña de difusión y concienciación sobre los efectos devastadores de la desnutrición crónica, de acuerdo con un reporte del Banco Mundial.
Parte de los retos observados en la experiencia de dicho país residen en transformar el paradigma de ver al niño más que con desnutrición crónica o anemia, sino como un sujeto de derechos de la primera infancia, según la Comunidad Peruana de Aprendizaje.