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“Somos ciudadanos abiertos de mente y corazón, de todas las generaciones, provenientes de todas las regiones del país. Queremos un país donde las niñas y los niños estén en el centro y en donde todos los guatemaltecos en igualdad ante la ley, en el pleno ejercicio de nuestras responsabilidades y derechos ciudadanos, tengamos un piso mínimo sobre el cual podamos construir, de lo individual a lo colectivo, proyectos de vida, con trabajo y esfuerzo”, explica Allan Ortiz, politólogo y gestor de esta iniciativa de participación ciudadana.
Construir confianza
El objetivo primordial es posibilitar el reconocimiento de similitudes y diferencias a fin de entender mejor el pasado, comprender el presente y crear conjuntamente un porvenir más armónico e integral.
No es tarea sencilla, reconoce Ortiz. “Pasar de la protesta a la propuesta no es una cosa sencilla, especialmente en un ambiente de amplia polarización en donde el miedo, extremismos, prejuicios y heridas del pasado, pueden estropear cualquier intento”, explica.
El movimiento empezó en noviembre de 2020. Reúne a 22 organizaciones civiles que se dedican impulsar proyectos de ayuda en varios campos: vivienda, atención a niñez, análisis, comunicación, interculturalidad.
Después de un primer foro virtual en marzo, en abril comienzan otros encuentros, ya sea en plataformas digitales o también en diálogos presenciales con medidas preventivas sanitarias.
“Seamos parte de la construcción de una Nueva Guatemala y con espíritu conciliador, encontremos los acuerdos mínimos que nos ayudarán a trazar hojas de ruta de mejora”, concluye Ortiz.
A continuación se presentan seis voces de participantes en el primer diálogo de Escuchemos Guate. Cada una efectúa una reflexión sobre necesidades y esperanzas, sobre actitudes y acciones impostergables.
Escuchar es estratégico para el desarrollo
Por Francisco Roberto Gutiérrez Martínez, ingeniero químico y sociólogo con maestría en antropología
El nivel de tensión que se vive en nuestra sociedad hace necesario un dialogo “horizontal”, un escucharnos entre guatemaltecos, siendo este el método racional y civilizado para solucionar las controversias que nos desunen y confrontan. El diálogo, ese escuchar con empatía y humildad, permite llegar a acuerdos, independientemente de su complejidad o heterogeneidad. El diálogo es el medio eficaz para evitar la violencia; siendo, además, un derecho de ciudadanía que nos da la capacidad para consentir o disentir —con respeto— en relación con un determinado punto de vista.
En Guatemala no hemos estado acostumbrados a la escucha, y en general no tenemos una cultura dialógica; y es por ello que muchas decisiones se toman de manera autoritaria, o peor aún, descalificando o discriminando a la otra parte. Debido a esta inflexibilidad es que no se llega a pactos o acuerdos; no logramos construir una visión común de futuro. El peligro es que la intolerancia y la indiferencia que genera esta falta de dialogo, de comunicación, y sobre todo de escucha, conduce irremediablemente a los autoritarismos en contraposición a la democracia participativa y republicana que es, en definitiva, el medio idóneo para un desarrollo digno y equitativo para todos.
Para que el diálogo sea eficaz debe haber una disposición a escuchar para conocer, entender y comprender al otro, sus aspiraciones, su cultura, historia y perspectivas, escuchándonos entre guatemaltecos de diferentes orígenes territoriales, sociales, étnicos y aspiracionales e incluso ideológicos. Para ello la estrategia: “Escuchemos”, del programa Nueva Narrativa es un lugar adecuado.
Para cumplir con este proceso, no debemos olvidar que el verdadero enemigo del dialogo y del proceso de escucha que ello implica, es el pensamiento dogmático e irracional. Vis a vis, el estar dispuesto a escuchar con respeto y apertura, el analizar con inteligencia y humildad sobre lo que el otro tenga que aportar, es el camino que debemos seguir como guatemaltecos —y como país— para alcanzar la paz y armonía que conduzcan a una democracia estable y con futuro para las nuevas generaciones. ¡Ese es el camino al desarrollo!
Una aventura comienza al salir de la zona cómoda
Por Diego Aguilar, ingeniero civil, actual director de Techo Guatemala
Era una tarde fresca, estaba nervioso porque me rodeaba mucha gente, personas que no conocía. Nos subieron a un bus prestado seguramente, y nos dirigimos hacia Chinautla. Llegamos a una escuela, cerca del casco urbano, nos presentamos con un juego chistoso y luego nos dormimos en el piso. La mañana siguiente fuimos a conocer a la familia de Carlos y Esmeralda, a quienes les construiríamos su vivienda, al principio todos un poco apenados intercambiamos algunas palabras; sin embargo, todo cambió cuando llegó la hora de almorzar juntos. Ahí comenzó la aventura, escuchamos su historia, dentro de la casa prestada del hermano, porque les apenaba atendernos en la de ellos. En ese momento conocí otra realidad, pude conocer otro lado de Guatemala que normalmente decidimos ignorar.
Ese fue mi primer campamento en Techo, desde entonces no pude dejar de escuchar todo lo que me rodeaba y a quienes compartían conmigo. Escuchar dejó de ser una acción cotidiana e involuntaria, para convertirse en un deber humano. Hacerlo es un acto de respeto, una ventana para sentir lo que alguien más está pasando, quitarte los prejuicios: ¡un ejercicio de empatía que permite crear!
No siempre es una tarea fácil, para escuchar hay que dejar de preguntarnos “¿qué voy a hacer?” y empezar a decir “¿qué vamos a hacer?”. Quizás si nos permitimos conocer nuestros territorios, más allá de sus paisajes, sino desde los seres que los habitan, nos daremos cuenta por fin que lo que nos “diferencia”, es una oportunidad para —en conjunto— construir el país que queremos. ¿Qué aspiramos a construir como sociedad? ¿Cómo lo hacemos en territorios tan desiguales?
Somos un país rico por la calidad de sus personas, y no lo sabemos aprovechar porque nos hemos construido desde el miedo y la desconfianza.
Si nos ponemos en los zapatos de los demás, es ahí donde bajamos la guardia y nos permitimos entendernos como 1 solo país desde nuestra propia diversidad.
Activando los oídos del corazón
Por Mariel Acevedo, mercadóloga, emprendedora y aprendiz de la cultura maya
Viviendo en NYC, una de las cinco ciudades más ruidosas del mundo, aprendí la diferencia entre oír y escuchar. Pensaba que eran conceptos similares y que tenían que ver con el sentido del oído, cosa cierta, pero a la vez limitante.
Me gusta pensar que si mi vida fuera un videojuego, escuchar sería un nivel superior, mejor dicho, más profundo que oír. Para escuchar activamente se necesita involucrar más de un sentido, debes aprender a trabajar con tus oídos físicos pero también con los oídos emocionales, de tu Corazón.
Escuchar ‘activado’ significa hacerlo con la intención de aprender. Para aprender debes estar dispuesto a reconocer que el otro tiene una parte de la verdad que tú aún no conoces. Entender que los demás han caminado por otros senderos y que sus ojos han visto cosas diferentes, te enseña a valorar mucho más un momento para aprender que un momento para convencer.
Escuchar con conciencia, implica calmar tu mente y aprender a disfrutar los silencios. No es un reto fácil, pues tu mente está llena de ruidos, externos e internos que debes aprender a controlar. El silencio vale tanto como las palabras, es tu amigo y tu maestro. Desde el silencio también se reciben mensajes, después de todo, con silencios y con notas se hace música.
El que logre vencer a ese Guerrero gritón que todos llevamos dentro, verá su mente expandirse en cada encuentro, igual que una gota de agua que cae a un lago sereno; podrá descubrir que toda persona con la que habla tiene algo para enseñarle, y todo en la naturaleza es su espectáculo, no importa donde este.
Si logras callarte, podrás escuchar. ¡Esa es la recompensa!
Escuchar es la base del entendimiento y la acción compartida
Por Gert Rosenthal, exsecretario ejecutivo de la Cepal, excanciller y exembajador de Guatemala ante la ONU.
En las últimas semanas, los capitalinos se han visto sorprendidos por unos cartelones muy vistosos, proclamando “Escuchemos Guatemala”. A primera vista, muchos se preguntarán ¿de qué se trata? ¿Nos estarán conminando a escuchar ruidos extraterrestres, música, o una voz humana? Un escrutinio más cuidadoso revela que es lo último, cuando se advierte la leyenda secundaria que dice “diálogos horizontales.”
En rigor, el trasfondo verdadero a escuchar encierra un llamado urgente a todos los guatemaltecos a valerse del instrumento más eficaz para abordar los principales obstáculos tendientes a lograr una sociedad más próspera, equitativa, participativa y democrática.
Desde luego, no se trata de “escuchar” de manera pasiva o desinteresada, si no de asimilar lo escuchado, y reaccionar al alcance de lo entendido en forma tal de interactuar con la otra parte. Así, pasito a pasito, se identificarían áreas de interés común, se construirían caminos conjuntos para abordar dichas áreas, y se emprenderían acciones que buscan solucionar aspiraciones compartidas. Escucharnos los unos a los otros es un imperativo en un país donde el diálogo constructivo es escaso y generalmente suele ser superficial. Vivimos en una sociedad donde durante siglos se practicaba la autocensura, dejando un legado cultural perverso. Ello fue así porque la vasta mayoría de habitantes descubrió que era prudente mantener sus opiniones en reserva, en vez de exponerse a posibles represalias por aquellos comentarios que podrían ser molestos a las autoridades o a las élites.
Vivimos en una sociedad profundamente dividida, donde, por ejemplo, el empresario moderno difícilmente se puede imaginar la cosmovisión e incluso la vida cotidiana del proverbial “ciudadano de a pie” en el área rural, ni éste último puede ubicarse en el imaginario de aquellos que han prosperado, sobre todo en las áreas urbanas. Las distintas realidades que conviven en nuestra fragmentada sociedad, en torno a divisiones étnicas, geográficas, económicas, sociales, religiosas, ideológicas y tantas más, ciertamente dificultan el diálogo horizontal genuino. Si se derrumbaran esas divisiones, aunque sea de manera parcial, sin duda que los guatemaltecos encontrarían que hay mucho más que tiene el potencial de unir que el de dividir.
El instrumento por excelencia para derrumbar las divisiones es el diálogo constructivo, que es otra manera de describir el acto de escucharnos los unos a los otros. Lo que se persigue, desde luego, es que el diálogo constructivo conduzca a identificar intereses compartidos que luego se traduzcan en acciones concretas en torno a objetivos comunes.
Desafortunadamente, todavía se ven pocos signos que este llamado al diálogo productivo esté ocurriendo. Más bien lo contrario, la creciente polarización que se advierte en Guatemala, acaso como parte de un fenómeno más amplio presente en muchas partes del mundo, apunta en otra dirección. El sentimiento que prevalece es el de no sentarse a dialogar con “el otro”, percibido más como contrincante que aliado. El llamado de Escuchemos Guatemala tiene la doble característica de ofrecer una antesala que facilite el cambio de actitud, y, segundo, cerrar filas entre diversas personas y agrupaciones en torno a metas comunes con fe y entusiasmo.
Escuchar para activar la inteligencia colectiva
Por Claudia Hernández, psicóloga especialista en aprendizaje integrado.
Cuando un grupo de personas une sus conocimientos, capacidades e inteligencia para responder juntos a un reto compartido, surge la Inteligencia Colectiva (IC), una capacidad vital para evolucionar, innovar y trascender.
Según Pierre Levy, la IC se distingue de otras formas de colaboración, por promover el reconocimiento y el enriquecimiento mutuo de las personas.
Sin embargo, por más inteligentes que sean las personas, no todos los grupos generan IC. Esto se debe a que la IC no se relaciona con la inteligencia o el talento individual de los miembros de un grupo, sino más bien, con su capacidad para resolver un reto juntos.
Según Anita Woolley, existen ciertas condiciones conocidas como “El Factor C”, que favorecen esta capacidad: confianza y seguridad en el grupo (para fallar o estar en desacuerdo), diversidad de inteligencias, participación equitativa (en género y tiempo), apertura a perspectivas diferentes, y sensibilidad emocional.
Pareciera algo obvio, más en la práctica no siempre lo es. Con frecuencia en casa, el trabajo o la escuela, interactuamos en grupos en donde la confianza está rota, las ideologías polarizadas, hay voces que no cuentan y el miedo a fallar opaca las ideas.
Para activar la IC estas condiciones deben cambiar. Especialmente cuando ocurren en un país en donde el 70% de la población está conformada hoy por niños y jóvenes.
De nuestra respuesta personal y colectiva depende crear espacios con Factor C, para que ellos puedan desarrollar su potencial y activar su IC. Un primer paso hacia estas condiciones es escuchar: desarrollar el factor E.
Escuchar para conocernos, construir confianza y dar voz a quien está en silencio. Para ampliar la perspectiva y encontrar puntos de encuentro. Para reconocernos asombrosamente diversos e hijos todos de la misma madre tierra. Que el potencial de este momento histórico, anime nuestra voz, profundice nuestra escucha y fortalezca nuestra voluntad para activar nuestra inteligencia colectiva. Porque nunca es demasiado temprano para aprender a hacerlo o demasiado tarde para poder intentarlo.
Escuchar las voces de los ciudadanos
Por Luis Aguilar, politólogo maestrando en administración pública y liderazgo. Director Ejecutivo de Poplitics GT
Escucho, reconozco, me enriquezco y actúo. Con estas palabras se puede resumir no solo el contenido de este artículo, sino también la mejor alternativa posible para la tumultuosa situación que vive el país. Todo inicia escuchando. A continuación, me explico.
Desde hace un buen tiempo le he prestado atención a la diferencia entre los conceptos de oír y escuchar que, a veces catalogados como sinónimos, no pueden estar más alejados el uno del otro. Oigo los carros pasar, la podadora del vecino u hasta una que otra clase virtual, pero escucho -presto voluntariamente atención a lo que oigo- a las personas y colectivos que merecen la pena. Y esa pequeña diferencia produce un cambio fundamental en la relación de respeto y reconocimiento mutuo que se produce con aquel a quién se escucha.
Como ciudadanos de Guatemala no cabe duda de que nos hemos oído recurrentemente entre nosotros, pero ¿nos hemos escuchado? ¿Nos hemos reconocido entre nosotros mismos como individuos conscientes, libres, portadores y merecedores de derechos y respeto mutuo?
Más que un solo ejercicio de reconocimiento y respeto mutuo —que en nuestras circunstancias ya sería bastante— escucharnos también implica una reflexión individual fundamental; el enriquecimiento personal. Escuchando las experiencias, vivencias y opiniones de nuestros compatriotas podemos aprender mucho y nutrirnos de sus conocimientos para crecer como individuos.
Escucharnos como guatemaltecos, a pesar de la distancia y las diferencias, nos proporciona una perspectiva totalmente diversa de las distintas realidades y Guatemalas.
Ese pequeño cambio en el verbo y voluntariedad del mismo supone un cambio trascendental en la manera en la que nos conocemos, construimos confianza y encontramos puntos de encuentro entre los ciudadanos de las muchas y diversas Guatemalas. Salgamos de nuestras trincheras, atrevámonos a conocernos y escucharnos mutuamente para poder actuar en beneficio de todos nosotros. Aventurémonos a hacerlo y, parafraseando al Chicharito, palabras más, palabras menos, imaginémonos mejores futuros posibles.