Además, el crecimiento de la población, la urbanización y el desarrollo socioeconómico generan grandes cantidades de residuos y desechos sólidos urbanos. “En países como el nuestro, donde más del 50 por ciento es de basura orgánica, representa un importante porcentaje de esas emisiones totales”, expresa Daniel García, gerente ambiental de la Cámara de Industria de Guatemala (CIG).
Desde 1987, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha publicado directrices de la calidad del aire, tomando como base la salud. La última actualización fue en el 2006, cuando se revisó lo relacionado con material particulado como el ozono, dióxido de nitrógeno, dióxido de azufre y monóxido de carbono, con la observación de que la contaminación del aire genera impactos económicos que afectan la salud humana y causan una pérdida de la productividad laboral.
En el caso de Guatemala, hay una fuerte relación entre el uso de servicios de salud por causas respiratorias y cardiovasculares, con el incremento de indicadores de mortalidad. En esta relación, respaldada con estudios clínicos y toxicológicos, se ha encontrado una disminución de la función pulmonar, incremento en la frecuencia de síntomas respiratorios, hipersensibilidad exaltada celular y en vías respiratorias, así como evidencia bioquímica de inflamación en pulmón, que en parte podrían explicar el mecanismo del daño producido por los contaminantes, precisa Saravia.
En septiembre del 2021 la OMS recomendó nuevos niveles de calidad del aire, para proteger la salud de las personas. Según ese organismo, cada año la exposición a la contaminación del aire es causante de 7 millones de decesos prematuros por infecciones respiratorias y agravamiento del asma, más en niños.
Las tres principales causas de muerte asociadas a la contaminación del aire son los accidentes cerebrovasculares —2.2 millones—, las enfermedades cardíacas —2 millones— y las enfermedades pulmonares y el cáncer —1.7 millones—. La elaboración de estas directrices mundiales sobre la calidad del aire estuvo dirigida por el Centro Europeo para el Medio Ambiente y la Salud de la OMS.
Males respiratorios
El Ministerio de Salud, por medio del Sistema de Información Gerencial de Salud (Sigsa), da cuenta en el 2020 de 1.1 millones casos de enfermedades respiratorias identificadas como resfriado común, 145,210 de infecciones agudas de las vías respiratorias superiores, de sitios múltiples o no especificados; 140,988 de conjuntivitis, 27,114 de asma y 2,831 de otras enfermedades pulmonares obstructivas crónicas.
“La contaminación del aire es una amenaza para la salud pública. Una mejor comprensión de las relaciones entre la contaminación y la salud puede ayudar a promover políticas e inversiones en transporte y energías limpias, eficiencia energética y gestión municipal de desechos, para reducir las principales fuentes de contaminación en exteriores”, destaca Soraya Smaoun, coordinadora de Calidad del Aire de la ONU y Medio Ambiente.
Por lo anterior, la OMS exhorta a los países a continuar generando data de material particulado PM2.5 y PM10, en especial del ozono, dióxido de nitrógeno y monóxido de carbono. Este último generado por la masa vehicular, que cada vez se incrementa más.
Más escapes por año
La Superintendencia de Administración Tributaria (SAT) indica que el parque vehicular en el país aumenta 5.51 por ciento cada año. A marzo pasado el total de automotores era de 4.6 millones de unidades. De estos, los que utilizan gasolina tienen en promedio 14 años de estar circulando, los que funcionan con diésel, 17 años, y otros llevan alrededor de 27 años. Plataformas y grúas encabezan las máquinas con antigüedad de hasta 33 años.
Tanto en lo que concierne al recurso hídrico con desechos sólidos como el atmosférico es urgente que el país cuente con un plan de ordenamiento territorial (POT), porque ante esa ausencia, en el caso de los desechos sólidos es muy complejo implementar un tren de aseo.
Si no existe un POT no hay espacio para dichos desarrollos dirigidos a propiciar la purificación del aire en la ciudad. Este era uno de los objetivos cuando se construyó la Avenida de la Reforma, que contaba con zonas boscosas, como muchas ciudades del mundo con alto índice de población, con el fin de generar oxígeno. Y aquí el POT juega un papel fundamental, puntualiza García.
“La creciente urbanización y el cambio climático, en conjunto, crean riesgos complejos, más en aquellas ciudades que ya tienen un crecimiento urbano mal planificado, altos niveles de pobreza, desempleo y una falta de servicios básicos”, subraya Debra Roberts, copresidenta del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), órgano de las Naciones Unidas encargado de evaluar los conocimientos científicos relacionados con el cambio climático.
Con tal propósito el financiamiento adecuado, transferencia de tecnologías, el compromiso político y las asociaciones incrementan con eficacia la adaptación al cambio climático y la reducción de emisiones. Es el caso de los combustibles derivados del petróleo, que además de condicionar el comportamiento económico con la oscilación de su precio de comercialización es uno de los agentes que origina la mayor contaminación del aire en el mundo, con el creciente impacto de los gases de efecto invernadero.
Ante ello es prioritario reducir estas emisiones. Entre las posibles alternativas, desde hace años se pone atención a los combustibles alternos como el etanol y, en años más recientes, al mercado de los automóviles eléctricos