Los testimonios más impactantes tienen algo en común: la tenacidad en busca de un objetivo y la libre decisión de ir en busca de ese gran sueño.
Desde una madre, abuela y abogada que un buen día comenzó a tomar clases de canto, hasta el locutor que llegó como migrante indocumentado a EE. UU. pero que hoy tiene una amplia audiencia y ha pasado por emisoras de varios estados.
No falta quien intentó llegar y no pudo, pero fue lo mejor que pudo ocurrirle, porque con el tiempo descubrió que el sueño que buscaba estaba precisamente aquí, en la tierra del quetzal.
Ayudar a la juventud es su desafío
“Desde que tengo uso de razón estoy trabajando duro por salir adelante”, cuenta Luis Arnoldo Ramírez, contador, docente, abogado, licenciado en Arte y payaso.
“Crecí en la familia de mis abuelos maternos, en San Miguel Dueñas, Sacatepéquez. Logré graduarme de perito contador en Antigua Guatemala y empecé a trabajar en la capital, alternando esa profesión con la locución”.
Como buen emprendedor, Ramírez estableció su propia empresa de contaduría en Ciudad Vieja, Sacatepéquez, a la vez que impartía clases en colegios cercanos. Pero pronto se dio cuenta de un drama. “Muchos jóvenes terminaban sus básicos y ya no seguían su estudios por falta de fondos. Así que inicié y logré, en 1991, la fundación del Instituto de Diversificado por Cooperativa de Almolonga, que acaba de celebrar sus 25 años”, relata con sencillez.
Se trazó una nueva meta cuando vio que numerosos niños quedaban fuera porque no había cupo en la escuela estatal. Logró la creación de la Escuela Primaria por Cooperativa, que actualmente es municipal.
La educación ha sido de hecho su gran pasión, porque ha buscado compartir sus conocimientos para que los jóvenes tengan mejores oportunidades en un mundo competitivo.
“También soy escritor, actor, director y productor de teatro, y encarno al payaso Moyetón”, prosigue.
Hace tres años encontró una nueva causa: “Muchos jóvenes y señoritas se quedaban sin estudiar por tener que trabajar de lunes a sábado, así que gestioné el surgimiento del Centro Educativo Nueva Vida, afiliado al Instituto Guatemalteco de Educación Radiofónica, donde damos clases los domingos de 8 a 13 horas, y atendemos a más de cien jóvenes trabajadores del área.
Pero su afán por apoyar a las nuevas generaciones no se detiene, ahora efectúa gestiones para abrir una sede de la Universidad de San Carlos. “Muchos graduados no pueden pagar las altas matrículas de universidades privadas y tampoco pueden ir a la capital. Sé que lo lograré”, dice.
Un sueño bien cantado
Una abogada con 29 años de exitoso ejercicio profesional parece destinada a ser feliz como mujer y madre. Pero Miriam Edith Cárdenas Castellón tenía un sueño pendiente. “Soy una mujer guatemalteca que trata cada día de hacer cosas positivas para este país. Nací en un hogar de clase media. Mi niñez y adolescencia fueron al lado de mis padres y hermanos. Fui feliz, y así sigo”, cuenta con emoción.
“Soy abogada y notaria, pero desde niña tuve el sueño de ser artista, cantante de música ranchera”, relata.
Desde su época como estudiante nunca tuvo temor escénico. “Participé en certámenes de oratoria, escribí el periódico de la Escuela de Comercio y gané una medalla que otorgó Prensa Libre al mejor periódico de educación media”, cuenta.
Impulsada por sus inquietudes y animada por uno de sus hijos, en el 2004 Miriam comenzó a recibir clases de canto.
Fue aquella decisión la que llevó al surgimiento de la cantante Pybby Cárdenas, quien canta famosos temas de otros autores, pero también ha compuesto sus propias canciones.
“Mi sueño ahora es que el público conozca mis obras. Aunque los años me alcanzaron, aún lucho por ese sueño. Tengo un canal en YouTube, y me pueden ubicar como pybbycardenas, con más de 200 videos de las presentaciones que he realizado en la capital y en el interior del país, para diferentes públicos, en obras de caridad e incluso en Teletón”.
Para Pybby, a sus 60 años, la clave ha sido romper cualquier temor, empezando por la diferencia de edad.
“He recibido clases donde parezco la mamá de los maestros y de los alumnos. He recibido apoyo de personas que me conocieron como abogada y les da gusto ver que ahora me desarrollo en esta maravillosa faceta”, puntualizó.
Escribe a los migrantes
Ser capturado en Comitán, México, en 1992, cuando viajaba indocumentado hacia los Estados Unidos, fue un nuevo punto de partida en la vida de Samuel López Rodríguez, quien en aquel momento era estudiante y creía que en el país no iba a encontrar las oportunidades necesarias.
Fue deportado junto a un grupo de connacionales y ya no volvió a intentar la travesía.
“Gracias a la insistencia de mi madre porque hiciera un intento de quedarme a buscar mi superación en Guatemala, ingreso a trabajar en una fábrica de vidrios. Ahí efectivamente logro a través del tiempo encontrar el éxito que iba a buscar al país del norte. Conocí a quien hoy es mi esposa, con quien procreamos tres hijos”, relata López, quien se licenció en Administración de Empresas, en la Universidad Mariano Gálvez, donde imparte clases de Finanzas, Economía y Mercadotecnia.
López también tiene gusto por la música. Crea y canta canciones, de las cuales hay una muy especial.
“Le hice un tema a mi pueblo, Mi querido San Luis Jilotepeque, Jalapa, el cual fue grabado con marimba en el 2009. Copias gratuitas se distribuyeron en emisoras comunitarias, establecimientos educativos e instituciones públicas locales, para que lo utilicen con fines culturales”, cuenta.
Desde hace dos años se comunica con miles de migrantes hispanos en EE. UU., aunque con especial dedicación a los guatemaltecos.
A través de internet colabora como escritor y editor de un periódico que circula en los estados de Iowa e Illinois, llamado El Heraldo Hispano.
“Escribo historias de guatemaltecos que con esfuerzo se han superado allá en Estados Unidos o acá en nuestro país, con el fin de motivar y mostrar que las metas sí se pueden lograr con trabajo, perseverancia y fe”.
Tenacidad a toda prueba
Cuando Landelino Reyes Morales tenía 75 años, su familia lo encontró desmayado. Lo trasladaron desde Cobán, donde residen, al hospital del IGSS en la capital, donde el diagnóstico fue demoledor: padecía de síndrome de Gillain-Barré, que amenazaba con dejarlo sin poder caminar.
Recibió tratamiento y fisioterapia por siete meses, durante los cuales estuvo internado.
Un día de tantos, preguntó a una de las enfermeras para qué servían unas barras que estaban instaladas. Le dijeron que para aquellos que estaban aprendiendo de nuevo a caminar.
“Libremente se ponía a ejercitarse, porque decía que no quería volver a Cobán en silla de ruedas, sino caminando”, cuenta Krista Gally, su nieta.
En efecto, siete meses después, Landelino pudo llegar por su propio pie de nuevo a su casa.
Durante 50 años se había dedicado a trabajar como contador en un beneficio de café y retomó sus labores con normalidad, las cuales desempeña hasta la fecha. “Algo que lo motivó mucho fue que sus jefes lo visitaron y le dijeron que lo necesitaban, porque era probo y profesional”.
Su familia atribuye su recuperación a su espíritu decidido, el cual lo llevó desde muy joven de su natal Lanquín a la cabecera. El pasado 27 de septiembre, don Landelino cumplió 82 años y piensa seguir adelante.