También hay algunas profesiones contemporáneas que no son tan frecuentes como lo eran hace algunos años. Los sastres pasaron de vestir a todos los niños del sector con las confecciones de uniformes escolares, a personas que rara vez tenían trabajo.
Los zapateros que guardaban una agenda llena para la reparación de calzado se encuentran prácticamente en peligro de extinción; las grandes empresas y la competencia de marcado hacen que sea más fácil la compra de un par de zapatos.
Los encargados de las farmacias que podían orientar ante algunas pequeñas dolencias fueron reemplazados por operadores telefónicos de grandes empresas de farmacias, que en ocasiones, ofrecen de tres a cuatro medicamentos distintos para curar alguna dolencia.
Esta lista de profesiones en declive es alta, pero sus principales actores han sido los que más sufren. Mantenerse en un mercado reducido es una parte del reto, si no lo hacen, no pueden llevar pan a la mesa y pagar las cuentas.
Incluso profesiones que parecer ser modernas como los diseñadores gráficos entran en aquellas donde esos conocimientos básicos no son suficientes, pero el amor por una profesión les ha hecho encontrar las herramientas necesarias para mantenerse en el campo, reinventándose para generar ingresos y continuar en algo que les genera pasión.
Un nuevo artesano
Encontrar un zapatero ya no es tan común en algunas colonias, menos en un condominio o residencial. Estos escasos profesionales sobreviven por comentarios de boca en boca que ofrecen las mejores recomendaciones.
Al menos así ha logrado sobrevivir en este oficio Gabino Pastor, zapatero desde 1980, y que actualmente a sus 66 años continúa embelleciendo el estilo de muchos con la reparación de calzados.
Encontrar un zapatero para esta historia no fue fácil, pero una tarjeta de contacto, de esas que ya casi no se usan, fue el vínculo para encontrarle.
Un pedazo de papel bond recortado, con la siguiente leyenda: “Pastor – Cito, reparación de todo tipo de calzado, trabajo garantizado”, junto a un número de teléfono y una dirección de la zona 5 capitalina escrita a mano.
Al llamar a ese número celular es directamente don Pastor quien atiende el móvil. Su voz nos anuncia a una persona mayor, que con un tono por momentos tembloroso, no pierde la amabilidad y el don de servicio.
Accedió a contar su historia recordando que “comencé por mi propia iniciativa”, recuerda, incluso el primer zapato que reparó fue a inicios de 1980.
Con el pasar de los años muchas empresas comenzaron a traer calzado, zapatos nuevos, económicos, y cuya calidad de materiales aunque no eran los mejores, les quitaron clientela casi permanente a muchos zapateros, pero no fue el caso de Pastor.
Además de reparar calzado decidió aprender a hacer zapatos y por eso se considera un artesano en la materia que ha logrado enamorar a decenas de clientes y familias, que a la fecha lo siguen buscando y recomendando. Fue gracias a este aprendizaje y reinvención que puede continuar en este campo profesional.
“Con este trabajo, uno nunca termina de aprender, es como cualquier profesión porque hay innovaciones, materiales, diseños y reglas diferentes, tipos de pegamentos también y adhesivos”.
La clave de su éxito, asegura, es hacer las cosas con amor. “Cuando a uno le gusta un oficio uno le pone amor y pasión, no se siente como una carga, es hasta una satisfacción poder hacer algo bonito por la gente”.
En su familia ya no habrá ningún otro zapatero, ya que ninguno de sus hijos quiso continuar con el oficio, “y así también muchas familias que se dedicaban a la zapatería, ahora los patojos solo andan prendidos en el teléfono y ya no quieren aprender el oficio”, reflexiona.
Mientras tenga fuerza para trabajar y esos clientes fieles Pastor continuará reparando y haciendo calzado de calidad; “mire usted, la verdad que la misericordia de Dios está con uno porque lo ha guardado, tengo salud, trabajo, nunca me ha hecho falta el trabajo”.
Del papel al teclado
Dara Higueros Pellecer es licenciada en bibliotecología, su principal trabajo es estar dentro de las bibliotecas y orientar a todos aquellos que acuden a estos espacios en busca de información y conocimiento.
Las bibliotecas son espacios en donde antes del internet, miles de estudiantes y curiosos acudían para saciar esa sed de conocimiento “hojeando” algunas páginas.
Con la llegada de las computadoras y el internet estos lugares fueron quedando cada vez más despoblados, acudir a una biblioteca pasó de ser algo habitual a un evento extraño para las nuevas generaciones.
Actualmente, trabaja como bibliotecaria en la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC), que cerró las clases presenciales por la pandemia y por problemas políticos internos que atañen al actual rector.
Por fortuna para ella, decidió prepararse para poder continuar con una buena parte de su servicio haciendo uso de la tecnología, “definitivamente he actualizado mis conocimientos a través de cursos, charlas, talleres, etc. en línea, de mi profesión y otros temas afines a la institución”, dice. Decidió actualizarse en el uso de herramientas, plataformas y búsqueda de información.
El Internet es una herramienta que nos ha permitido encontrar todo ese bagaje, si sabemos dónde buscarlo y como aplicarlo”, sostiene.
Ella y su equipo idearon la forma de poder responder a solicitudes de varios documentos que tenían de manera digital.
“La mayoría de información la tenemos en forma virtual, y se ha podido atender esa necesidad”, dice, aunque acepta que algunos documentos no se han podido digitalizar porque el trabajo presencial aún no se reactiva. Esta es una tarea pendiente, pero gracias a sus nuevas capacidades pudo responder y adecuar su profesión y pasión a los distintos retos.
Con 100 años de historia
Otra de las profesiones que con el pasar del tiempo se han venido quedando en estampas de una Guatemala de antaño son los afiladores de cuchillos, personas que con máquinas artesanales eran capaces de devolverle la vida a estos utensilios de cocina.
Héctor Maselli es una tercera generación de afiladores y esta comenzó gracias a su abuelo.
“El negoció inicia desde que mi abuelo funda la afiladuria, después siguió mi papá y ahora nosotros lo mantenemos. Tenemos más de 110 años de estar en la profesión”.
Él ya no pudo conocer a su abuelo, quien comenzó con este oficio como muchos otros en los barrios de una Guatemala más vieja, “a mi abuelito ya no lo logré conocer, pero las máquinas que él usaba eran bastante rústicas, se afilaba con máquinas de pedales”.
Después el padre de Héctor decidió continuar con este oficio, pero necesitaba ponerse al día y estar en la vanguardia, por lo que tuvieron que pensar más grande para poder seguir sobreviviendo en el mundo de la afiladuria.
“Ahora tenemos maquinarias para afilar herramientas como cuchillas de hasta tres metros de largo o cuatro metros; lo hacemos ya de una forma automática, ya no es de forma manual, todavía usamos algunas manuales”.
Héctor explica que por fortuna estos conocimientos se han ido replicando en los últimos años, “la profesión de afilador no existe, entonces nosotros hemos ido formando a las personas que trabajan con nosotros y se pasa el conocimiento a los más jóvenes”.
La clave de su negocio es sentir amor y pasión por su trabajo el cual les ha llevado a tener a clientes fieles.
“Acaba de venir un señor un poco grande, tal vez de más de 50 años, y él me comentaba que su papá venía con nosotros, y el conocimiento de nuestro negocio se da boca en boca y con los 110 años de experiencia ya somos reconocidos en el mercado”.
Al olvido
Es un hecho que con el pasar de los años algunas de estas profesiones quedarán en el olvido, ya que el avance de las industrias, y ahora la inteligencia artificial facilitará muchas actividades profesionales.
“Mientras más tecnificación del trabajo hay se va reduciendo la mano de obra y la fuerza de trabajo, lo vemos con la implementación del trabajo y esto es una realidad en todo el desarrollo del sistema capitalista y ha venido desde la revolución industrial”, explica el sociólogo José Chaulón.
Hasta profesiones enfocadas al entretenimiento, la tecnología va ganando espacio y suplantando a los artistas auténticos, “las formas de diversión están siendo sustituidas las sociedades del espectáculo electrónico que está al alcance de la gente con un clic del control remoto”. Dice que “ahora existe el peligro que la inteligencia artificial les robe el rostro a los actores y se haga un contrato para que determinada compañía les saque una copia, entonces ya no habría oportunidades para los actores, serían hologramas”.