Comunitario

La empatía es la clave para frenar el temor colectivo

La pandemia del covid-19 detona miedos individuales que deben atajarse con valores éticos y acciones coherentes.

Camión abastece papel higiénico, el producto más comprado la semana pasada. (Foto Prensa Libre: Byron García)

Camión abastece papel higiénico, el producto más comprado la semana pasada. (Foto Prensa Libre: Byron García)

Tras el anuncio del primer deceso en Guatemala a causa de la pandemia de covid-19, el viernes 13 de marzo último, la reacción de muchas personas fue aglomerarse en supermercados para aprovisionarse de abarrotes diversos. Un aspecto llamativo fue la predominante demanda de papel higiénico, el cual llegó a agotarse en tiendas, las cuales llegaron a tener estantes vacíos que fueron difundidos por redes sociales lo cual contribuyó a la alarma, pese a que el sector privado aseguró el abastecimiento de toda clase de víveres.

Fue un momento de histeria colectiva y prueba de ello fue el aviso en Facebook de una tienda acerca de que no aceptaría devolución de papel higiénico, toallas húmedas, rollos de servilletas, desinfectantes ni agua.

Para comprender la conducta humana hay que observar múltiples variables que intervienen en la interacción entre las personas y grupos. De acuerdo con Kurt Lewin, considerado el padre de la psicología social, debe conocerse y analizarse de manera integral desde la temperatura ambiente hasta el modo de socializar entre los individuos.

Una crisis se sortea, según los expertos en relaciones humanas, con una emocionalidad sana y fuerte. Estas habilidades se aprenden en el hogar desde la niñez. El adulto reacciona de acuerdo con los patrones conductuales que observó, cuando era pequeño, en sus padres, abuelos, tíos, maestros y otros adultos.

En este marco, la crisis por el covid-19 tiene un tamiz emocional colectivo que ha causado histeria -aunque ya desapareció esta categoría del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (MDE-V)- y paranoia, términos que sí se manejan en las ciencias sociales.

Juan Cristóbal Aldana Alfaro, doctor en psicología social por la Universidad de Valencia, considera que las conductas observadas en las redes sociales en la última semana en Guatemala, que han generado histeria colectiva, pero también en el mundo, tienen tres o cuatro niveles.

“Primero hay que ver que la mayor parte de la población guatemalteca y del mundo tiene acceso a la información a través de redes y esto muestra un tipo de realidad. Las redes sociales tienen influencia sobre la percepción de la sociedad. Antes no, era solo la televisión, -pero- ahora llega vía redes, WhatsApp y Facebook, que son las más sobrecargadas. En esas mismas redes están las noticias falsas, el rumor, la banalización. En Twitter, en cambio, es un poco más sofisticado, hay una audiencia más preparada”, señaló el investigador en temas de derechos humanos y de la salud.

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Aldana Alfaro explica que la otra dimensión es la confluencia de intereses económicos y de la información clara de las instituciones públicas, que es fundamental. Indicó que la información se toma diferente, de acuerdo con el tipo de población.

“En Guatemala, parte de la economía depende del flujo del turismo, y eso tiene que ver con que la información de las instituciones no haya sido precisa ni puntual en su momento, para la prevención. Hay que tomar en cuenta que ha habido ambivalencia en la prevención. Se ha dicho -al inicio- ‘vayan a la playa, que no pasa nada’. Eso es una percepción muy floja del problema. Hay que tener en cuenta que han entrado en histeria más las clases medias que las populares, porque en las rurales, en los pueblos, la vida cotidiana no se ha alterado mucho. La percepción de la realidad es distinta en las zonas urbanas, como en la capital y Xela, y otras importantes cabeceras, por esa ‘histeria’. En lo rural se normalizan estos eventos, porque hay otros padecimientos, como el dengue, por ejemplo”, indicó el especialista.

Instituciones fuertes

La noticia de los casos de covid-19 en el país y el aislamiento voluntario es alarmante y todos toman medidas preventivas, pero si las instituciones de Salud estuvieran fortalecidas, no tendríamos problema en enfrentar una situación como la que ocurre con este virus. Y que las autoridades estén en contacto con Cuba para conseguir medicamentos que se usan en China e Italia, baja, de algún modo, el nivel de la ansiedad afirma el especialista.

Sobre los chistes, memes y sátiras que se viralizan en las redes sociales, el experto señala que es bueno que haya risa frente al miedo que puede generar una pandemia, porque reduce un poco la tensión. Además, el aislamiento social voluntario para evitar contagios ocurre en la clase media, que es la que puede asistir a eventos sociales, aunque aún hay descuido, como ha ocurrido en otros países. “En México, con una población mayor, tal vez no tienen esa percepción del evento, no hay paranoia. Además, está la naturalización que la sociedad guatemalteca asume ante eventos trágicos, como lo del Volcán de Fuego, por ejemplo. La gente no está disciplinada ante algo así, ante una tragedia. Se buscan psicólogos para el evento postraumático, pero estos también deben trabajar en el cambio de la percepción de la realidad de una comunidad o una estructura social, en colectivo. No tenemos programas que nos instruyan, como sí hay en Japón, que siempre se está alistando ante un terremoto, o los cubanos, por un huracán. No es parte de una política de Estado -fomentar- una disciplina de curación para saber qué hacer ante un evento. Si le dicen ‘quédense en casa y vaya ordenadamente al supermercado sin abarrotar’, se hace, pero luego de una disciplina del conjunto de la sociedad, con un cambio de percepción cognitiva que no hay en el país; ni con los conductores de bus que no tienen la percepción de que un frenazo puede quitarle la vida”.

Mientras que para las personas que sobreviven con el salario mínimo, e incluso menos, la vida durante una crisis como la del coronavirus sigue normal, sin oportunidades. “Aquí, en Antigua, funciona normal el mercado, porque no tienen la decisión de no trabajar. Es la cotidianidad. También en los comedores populares la gente busca un almuerzo de Q15 porque es para lo que le alcanza, tienen que vivir el día a día, no pueden tomar esas medidas -de aislarse- que deberían ser generalizadas, al menos, dos semanas”, expuso.

Agregó: “Hice una compra en un supermercado de los más concurridos en Antigua y, constantemente, en un altavoz decían ‘no se preocupe, hay suficiente para todos, compre moderadamente’. Eso debería ser una responsabilidad de la iniciativa privada para ayudar a disminuir la paranoia en las personas para que, si toca hacer cuarentena, la hagamos con tranquilidad. Los transportistas deberían aumentar la capacidad de transporte para que las personas no vayan amontonadas. Pero la clase media no tiene la percepción de los cambios que hay, están apegados a una estructura de la realidad muy rígida, a lo que llamo en psicología social ‘petrificación de la realidad’. Aunque les estén mintiendo, van a seguir arraigados a eso”.

Aldana Alfaro comentó que en España e Italia ha sido tan grave porque las políticas económicas no se enfocan en la inversión de lo público, educación y salud. Cuando hay un evento de esta magnitud no hay personal, no hay equipo, no hay nada. “Estuve tres años en México y cuando fue la fiebre porcina, la ciudad garantizaba el gel en las paradas del transporte público, igual que las mascarillas. Esto es responsabilidad del Estado”, dijo.

Cristianismo

Angel Valdés, docente e investigador de la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos (Usac), coincidió con Aldana Alfaro en que las acciones del Gobierno, en vez de aplacar la histeria colectiva, parecieran alentarla. “Me preocupan varios factores. Primero, somos una sociedad eminentemente cristiana, de una u otra denominación, pero la reacción de la gente no corresponde a ello. Lo detecto en tres cosas: el acaparamiento de productos, obsesivamente, sin pensar en los demás. En las tiendas el abastecimiento es normal, pero en los supermercados es total. Segundo, el tratamiento al primer infectado. Comenzaba la gente con frases de bendiciones, pero luego maldecían a la persona, con nombre y apellido. Y tercero, la reacción a la medida de suspender las clases”.

Tanto la Usac como las universidades privadas del país suspendieron las clases presenciales y establecieron mecanismos para que los programas continúen de manera virtual. En la Usac “los docentes y administrativos se debían presentar. Algunos tienen vehículo, pero la mayoría, que presta servicios, usa buses. No se piensa en la gente que vive al día. Nos dan datos que no alarman, porque son seis casos, pero se toman medidas como que hubiera miles y no hay movimientos económicos. Los presupuestos de Salud y del Ejército siguen igual”, hizo ver Valdés.

Para el investigador, el mensaje presidencial del lunes por la noche causó un gran impacto. “Refleja cómo es la sociedad guatemalteca. No hay sensibilidad, sobre todo hacia la precariedad y las personas pobres. En otros países, a la hora laboral no hay vehículos, porque todos trabajan, pero aquí viven de sus servicios. No hay tantos puestos de trabajo, por eso hay temor. Parto del principio de ser una sociedad cristiana que en las acciones refleja egoísmo. Si tuviéramos un mejor servicio de salud no habría que preocuparse. Estamos acostumbrados a la muerte. De tanto asesinato y extorsión, perdimos la sensibilidad hacia la muerte del otro, pero el miedo es la puerta a la represión. Hay medidas muy represivas, aunque llamen a que no haya pánico. Hay confusión y estos mensajes podrían ser la puerta de otras medidas. Por ejemplo, cuando cayeron las Torres Gemelas se perdió el derecho de habeas corpus; cuando hubo maremoto en Indonesia expropiaron las islas pesqueras para reconstruirlas, pero las vendieron a los hoteles.

Históricamente, en Guatemala, señaló Valdés, la crisis actual por coronavirus se podría comparar con la época en la que hubo cólera, una enfermedad a nivel global que afectó a miles, porque no había agua entubada ni potabilizada. “Los focos eran las fuentes, en donde la bacteria vivía y contaminaba a quienes consumían el agua. Además, los drenajes no existían, las aguas servidas se iban a la calle. Le echaban la culpa a Mariano Gálvez de haber envenenado el agua, en represalia porque él le había quitado a la Iglesia el control de gestionar los nacimientos, matrimonios y defunciones, los hospitales, cementerios y la educación. Esto fue en el tiempo de la Federación; hubo pánico por todo esto”.

La rumorología en las redes sociales por el covid-19 se puede comparar con los bulos que hubo después del terremoto de 1976 en Guatemala, explicó el investigador. “Se decía que en el Roosevelt había nacido un niño fenómeno y se supone que las enfermeras expresaron que el niño era muy feo. Se dice entonces que este les respondió ‘más feo va a ser lo que pasará el sábado en la noche -después del terremoto-’. Y por eso muchos regresaron a dormir a champas, a pesar de que ya habían regresado a sus viviendas, y no pasó nada. ¿Quién se encarga de esparcir eso? Es parte de la sangre latina que tenemos”.

Añadió: “En Italia y España se asemeja a nuestra situación actual. Por incumplir restricciones estatales ha habido capturados y eso podría ocurrir aquí también. Como están encerrados en sus casas se la pasan transmitiendo memes y otros mensajes chistosos, que es una válvula de escape para bajar tensión en una situación crítica. Si fuéramos alemanes ya habríamos estructurado los 15 días de cuarentena. Cuando pase el estado de shock se les olvida y empiezan con los chistes. Ha ocurrido en otras tragedias como en la erupción del Volcán de Fuego o la del Hogar Seguro. Estamos acostumbrados a echarle la culpa a la víctima, la precariedad del país y la falta de sensibilidad ante la sociedad. Hay que hacer conciencia de que no se transmita información no verificada”.

Empatía

Ileana Páez, psicóloga de la Red internacional de la teoría de los vínculos, refirió que durante la cuarentena en la que se vive ahora las familias deben aprender a manejar las emociones. “De por sí, somos una sociedad muy dada a la histeria y a la paranoia, y en la medida en que cada uno ponga de su parte, puede darnos soluciones. Hay que trabajar en casa las relaciones. Los adultos somos los que damos la pauta para que nuestros niños aprendan cómo se debe manejar una crisis. Somos quienes debemos mostrarles cómo es estar en calma y no perder los estribos, que el hogar es un lugar seguro. A raíz de todas las cosas que como guatemaltecos hemos vivido y las situaciones terribles que puedan ocurrir en las casas, es momento de ver cómo se sienten los hijos y ayudar a modelarlos. Una crisis representa un cambio, no es algo malo, por lo que es importante la manera como enfrentamos esta situación de dos semanas o un mes, porque tendrán más crisis a lo largo de sus vidas”, manifiesta la profesional.

Y agrega: “No hay que perder la calma ni ser egoístas. Acaparar productos solo nos deja ver el egoísmo; comprar todo lo que podemos y no lo que necesitamos. Ya hay instrucciones del Gobierno que deben seguirse. Hay que ser empáticos con los demás, con el vecino. Tomar medidas de bioseguridad en casa es importante, pero sin alarmar. Además, está la desinformación de las redes sociales. Hay que hacer horarios, incluso para ver noticias. No se debe estar rumiando información que solo agota el pensamiento y las emociones y voy a terminar ofuscado”.

Quedarse en casa no es castigo, es una medida de seguridad para la salud personal, familiar, del país y del mundo. Es un sacrificio que se hace por un bien mayor. Somos parte de un conglomerado, enfatiza Páez.

Hay que aprovechar este tiempo para acercase, para reconstruir las relaciones familiares y sociales, para ser más empáticos y generosos, no dejarse llevar por la histeria masiva. Hay que analizar y reflexionar cómo se está gestionando la crisis y qué le estoy enseñando a mis hijos, añade la psicóloga.

El egoísmo también se puede presentar en casa, si no hay suficientes herramientas de trabajo para todos. También, si no hay costumbre de que los niños estén en casa tanto tiempo. Hay que hacer programas y cumplirlos con disciplina para usar la computadora, si solo hay una en casa, para que los chicos hagan sus tareas asignadas, para que los universitarios atiendan sus compromisos académicos y los padres cumplan con los requerimientos del trabajo teledirigido.

Los jóvenes deben comprender que es momento de velar por todos, no solo por sus intereses. Muchos están molestos porque no los dejan salir, pero sus amigos están en las mismas circunstancias. “El novio o la novia y los amigos pueden esperar, las risas serán más altas y los abrazos más fuertes cuando se vean de nuevo y compartan la vivencia de estos días”, dice.

Hay actividades constructivas diversas que se pueden desarrollar en familia, además de ejercitarse física y espiritualmente, concluye Páez.

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