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La inseguridad alimentaria se extiende en el país: “La prioridad son los niños chiquitos, son los que se procura alimentar”

La inseguridad alimentaria que afrontan las comunidades rurales en Guatemala lleva a los hogares a reducir tiempos y raciones de alimento, medidas que acarrean más casos de desnutrición aguda infantil.

Familia del Escuelero, en Camotán

Felicita Ramos alimenta a sus nietos con frijol cocido y tortilla de maíz, es el menú que se repite todos los días. Dar de comer a los niños es la prioridad. (Foto Prensa Libre: María René Barrientos Gaytán)

Desayuno, almuerzo y cena son los tiempos de comida a los que estamos habituados, pero la inseguridad alimentaria que lacera al país lleva a que más de un millón de personas haya reducido el número de comidas diarias y otro millón más las raciones como una estrategia para subsistir.

“La prioridad son los niños chiquitos, son los que se procura alimentar. Si queda comida come uno, porque uno (adulto) tiene más aguante que los niños”, dice Felicita Ramos, de 60 años, del caserío El Escuelero, aldea El Guayabo, Camotán, Chiquimula, donde la falta de alimento cala en las más de 80 familias que allí viven.

El monitoreo en tiempo real que desarrolla la oficina regional del Programa Mundial de Alimentos (PMA) da una visión general de la inseguridad alimentaria de los países. En Guatemala aproximadamente 2.9 millones de personas estarían aplicando estrategias leves para solventar las carencias de comida en su mesa, mientras que 69 mil estarían implementarían en un punto de mayor crisis, según el informe.

Las familias, por ejemplo, optan por adquirir productos menos costosos, tienden a limitar el tamaño de las porciones que ingieren o piden prestado alimento.

Se identifica a un grupo que como solución a la crisis alimentaria elimina de su día a día un tiempo de comida. Según el monitoreo son un millón 254 mil guatemaltecos en esta situación, el dato corresponde al 25 de marzo, y para estas fechas el número habría aumentado, por la aparición del período de hambre estacional -se acaba la reserva de alimentos y por falta de trabajo no hay dinero para comprarlos-.

Además, se reporta 800 mil personas que optaron por limitar el alimento de los adultos para dar de comer a los niños, tal como ocurre en el hogar de Felicita Ramos.

 

Felicita Ramos cocina el alimento para su familia. Dos libras de frijol le deben alcanzar para cuatro tiempos de comida. (Foto Prensa Libre: María Reneé Barrientos Gaytán)

 

Los datos no son una fotografía completa de lo que sucede en el país, como lo advierte el PMA en Guatemala, pues parten de entrevistas telefónicas que se hacen de manera periódica -cada semana-, entre la población afectada. Son valiosos, porque pueden ser la única información que se ha podido recabar durante estos dos años de la pandemia del covid-19, aunque no recojan lo que sucede en áreas más vulnerables.

El reporte no se aleja de lo que en septiembre del 2020 reveló un estudio del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia -Unicef- en Guatemala, junto a CID Gallup. En aquella ocasión se señaló que una de cada cuatro familias había suprimido un tiempo de comida, y que tres de cada 10 personas indicaban que un familiar estaba comiendo menos en los hogares, producto del limitado acceso a alimentos que generó el ingreso del coronavirus en el país.

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“Llevamos un control para saber cómo están las familias al momento de hacer la vigilancia nutricional y muchas lo que hacen es desayunar tipo ocho de la mañana y hacen otra comida a las cinco de la tarde. Lo que procuran es darles a los niños por lo menos una tortilla con sal entre las dos comidas”, señala Claudia Johana Chacón González, Nutricionista y jefe de proyecto de Acción contra el Hambre, organización que implementa distintos programas en Camotán para apoyar a los hogares a paliar la crisis, que ahora es mayor debido al incremento en los precios de productos de la canasta básica.

 

agricultor de Camotán
La reserva de alimento para las familias en los caseríos El Escuelero y El Quebracho en Camotán, Chiquimula, están por agotarse. (Foto Prensa Libre: María Reneé Barrientos Gaytán)

 

Vivir con hambre

En el caserío El Escuelero, escondido entre las montañas y uno de los más alejados del centro de Camotán, las familias viven en pobreza extrema. Subsisten con un poco de frijol y tortilla, y el menú es el mismo en cada tiempo de comida. No llena los estómagos, pero calma el hambre.

Las reservas de grano que tenía producto de la cosecha del año pasado se terminó en muchos hogares desde hace semanas. La familia de Felicita Ramos  es de las contadas que aún tienen algunas libras de frijol que le alcanzarán para cuatro días, no más. El maíz se les acabó y han tenido que comprarlo, pero el precio aumentó y eso limita aún más la cantidad de tortillas que echa en el comal.

 

Comida de las familias de Camotán
Unos escasos granos de frijol cocido y una tortilla es la comida de la mayoría de familias rurales en Camotán, Chiquimula. (Foto Prensa Libre: María Reneé Barrientos Gaytán)

 

Jessica Coronado, coordinadora de Nutrición y Salud de Acción contra el Hambre, refiere que una de las soluciones que las personas hallan a esta crisis es comprar el producto que esté más barato. En esta línea suelen elegir maíz porque rinde más, pero también adquieren el de menor calidad por su bajo precio. La dieta, entonces, es más deficiente de lo habitual.

Indica que la escasez de alimento lleva, en ocasiones, a que los padres dejen de alimentarse por darle de comer a sus hijos. “Tener un tiempo de comida en todo el día es una situación muy precaria para las familias”, agrega.

Nasario Rivera, de 45 años, se ha ido varias veces a dormir con el estómago vacío, prefiere que sus tres hijos coman. “El niño necesita su alimento, un huevito, una verdura, arroz, pero ellos solo la tortilla y el frijolito, no hay más”, dice con pesar, pues debido a un accidente que sufrió en el 2020 no puede trabajar ni sembrar, sus hermanos son quienes le proveen de los granos.

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Él vive en el caserío El Quebracho, de la aldea El Guayabo, Camotán, que está a unos kilómetros de Honduras. Como en El Escuelero las familias viven en pobreza extrema, las casas son de adobe con techo de palma y piso de tierra. El servicio de luz eléctrica es escaso como también el de agua entubada. La mayoría de los pobladores se abastece del líquido de pequeñas posas naturales que se encuentran a media hora caminando. La desnutrición infantil está presente en cada hogar.

 

Aldea en Camotán, Chiquimula
La escasez de agua entubada obliga a los pobladores a caminar más de media hora por el líquido, que encuentran en una poza que se forma de agua que brota de las rocas. (Foto Prensa Libre: María Reneé Barrientos Gaytán)

 

Por su cercanía con tierras hondureñas, los cabezas de hogar tienden a buscar trabajo en la temporada de corte de café. El pago lo reciben en la moneda local, pero al regresar a Guatemala el tipo de cambio varía, lo que representa tener menos dinero para hacerle frente al período de hambre estacional que se adelanta cada vez más, pues debería comenzar en mayo, pero desde marzo, incluso en febrero, las familias ya no tienen reserva de alimento.

Niñez vulnerable

La carencia de alimentos, una dieta menos variada, como la falta de agua potable, trae como consecuencia que los casos de desnutrición infantil aumenten en las poblaciones rurales. Los tres hijos de Nasario Rivera están en esta situación; la más pequeña, Santa Noelia de 14 meses pesa 14 libras y mide 67 centímetros, y es un caso agudo que debe ser atendido en un Centro de Recuperación Nutricional.

En Camotán se reportan 40 niños con desnutrición aguda, mientras que en el departamento de Chiquimula son 388 los menores de cinco años identificados hasta el 7 de mayo, 140 casos más que los registrados el año pasado en el mismo período. La tasa de incidencia es de 74.7 por cada 100 mil habitantes, la tercera más alta del país, por detrás de los departamentos de Escuintla y Sacatepéquez con tasas que llegan a 138.9 y 80, respectivamente.

Los datos son los oficiales que publica el Sistema de Información Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Siinsan) del Ministerio de Salud. En el consolidado de país hay 7 mil 883 casos, y el 26.4 por ciento son cuadros de desnutrición aguda severa.

Chacón González menciona que hay un subregistro y son más los niños con esta afección, pero no son identificados a tiempo. “Como organización manejamos la circunferencia media del brazo (CMB) para prevención de los casos de desnutrición, pero el Ministerio de Salud no aprueba esta medición, porque si lo hiciera, los casos se triplicarían en el país”, indica.

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Las brigadas de búsqueda activa de casos de desnutrición aguda, coordinadas por la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Sesán) y en las que participaron distintas instituciones y cooperantes, salieron en el primer año de la pandemia y utilizaron el CMB para identificar a los niños desnutridos, pero se dejó de hacer, y utiliza medición de peso y talla, que a criterio de la nutricionista no permite localizar los casos para darles el tratamiento inmediato y evitar que llegue a un estado crónico.

 

Desnutrición en Camotán
Las condiciones de pobreza en el hogar de Nazario Ramírez y Dominga López es una condena de desnutrición para sus hijos. (Foto Prensa Libre:
María Reneé Barrientos Gaytán)

 

Al 7 de mayo también se reporta la muerte de dos niños por desnutrición aguda moderada, uno por shock séptico, el otro por insuficiencia respiratoria. Eran varones entre 6 y 24 meses. Los casos ocurrieron en Alta Verapaz, en los municipios de Chisec y Panzós, en este murieron más menores por dicha causa el año pasado, siete casos de los 61 que se contaron al cierre del 2021.

Hay 34 muertes más que están en investigación para determinar si la defunción fue a consecuencia de la desnutrición.

Pero en los decesos también hay subregistro, pues Chacón González menciona que los niños desnutridos “con cualquier enfermedad que tengan, diarrea o una simple gripe, pueden morir, pero el Ministerio de Salud reporta las muertes por neumonía o por deshidratación por diarrea”, y no se incluyen dentro de los casos.

Las acciones gubernamentales para evitar la desnutrición en las comunidades alejadas como El Escuelero y Quebracho son mínimas. No pasan de darles el alimento terapéutico listo para usar (Atlu) a los niños cuando identifican un caso, y si son cuadros graves referirlos a los centros de recuperación nutricional. No hay acciones nuevas.

De la Gran Cruzada Nacional por la Nutrición la ayuda ha llegado a algunas aldeas, pero no son las más vulnerables. Se hizo un barrido nutricional pero no en todo Camotán, dice la nutricionista de Acción contra el Hambre, cuando en todo el municipio hay niños con desnutrición. “Siempre salen beneficiadas las mismas personas y no se puede decir que sean las que están en mayor inseguridad alimentaria”, agrega.

 

La ayuda gubernamental no llega hasta los pobladores del caserío El Escuelero en la aldea El Guayabo, en Camotán, Chiquimula. (Foto Prensa Libre: María Reneé Barrientos Gaytán).

 

Por su parte la Sesán indica que se coordinó la elaboración de un Plan para la atención del hambre estacional 2022, para atender la inseguridad alimentaria y nutricional de las familias afectadas y prevenir la morbimortalidad por desnutrición aguda en infantes.

Las intervenciones a realizar son continuar con la Ventana de los Mil Días, la distribución de alimento complementario fortificado Nutri Niños, asistencia alimentaria, transferencias monetarias condicionadas, comedores sociales, alimentación escolar de primaria y preprimaria, entre otras intervenciones, que se desarrollan con énfasis en el corredor seco.

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