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Niños víctimas del volcán de Fuego continúan sobrepasando secuelas de la tragedia y regresan a la escuela

Pequeños que sobrevivieron a la tragedia del Volcán de Fuego se recuperan y ya acuden a la escuela.

Los niños afectados por la erupción del volcán de Fuego el 3 de junio pasado, sobrepasan secuelas de la tragedia, y regresan a la escuela. (Foto Prensa Libre: Enrique Paredes)

Los niños afectados por la erupción del volcán de Fuego el 3 de junio pasado, sobrepasan secuelas de la tragedia, y regresan a la escuela. (Foto Prensa Libre: Enrique Paredes)

La erupción del Volcán de Fuego lastimó su piel, pero no arrebató su deseo de vivir. Son pequeños guerreros que tras siete meses de batallar, vuelven a la escuela. No ha sido fácil, pero con su regreso a clases demuestran que las barreras se pueden superar con determinación, con el apoyo y amor de la familia, de la comunidad. Las marcas los acompañan al aula, sin embargo, eso no los detiene.

Es su primer día de escuela. El reloj marca las 5.15 horas. El sol aún no se asoma, pero es hora de levantarse. Ignacio debe alistarse para ir a clases. Su padre, Manuel Hernández, lo despierta y antes de vestirlo, como todos los días, le aplica en los brazos y en las piernas una crema que le ayuda a sanar las quemaduras que le causó el flujo piroclástico que lanzó el Volcán de Fuego. El pequeño es uno de los sobrevivientes de la comunidad San Miguel Los Lotes, en Escuintla, que quedó devastada durante la erupción.

Han pasado siete meses de aquel 3 de junio. Para muchos una fecha lejana, pero borrar las huellas que la tragedia dejó en el alma y en la piel de Ignacio llevará tiempo.

Aun adormitado, Manuel viste al niño con un traje especial que presiona su piel para reducir las cicatrices, y luego colocar las prendas que eligieron un día antes para asistir a la escuela.

Los rayos del sol aún no calientan. Un sudadero con capucha lo cubre a Nachito -así lo llaman de cariño- del frío, aunque deja al descubierto sus manos vendadas. Intenta jalar las mangas de la prenda para cubrirlas.

Con su mochila del Rayo McQueen -personaje de la película Cars- en la espalda, el niño y su padre salen dispuestos a caminar durante 20 minutos por las calles empedradas de Antigua Guatemala para llegar a la guardería infantil Sagrado Corazón, de la Obras del Hermano Pedro, donde el menor cursa el kinder.

Ignacio se levantó temprano para llegar puntual a su primer día de clases. Su padre, Manuel Hernández, lo acompañó hasta la puerta de la escuela. (Foto Prensa Libre: Óscar Rivas)

 

Cuando el pequeño se cansa o las piernas comienzan a dolerle, debido al daño ocasionado por las quemaduras, su padre lo lleva en hombros hasta la puerta de la escuela, que se abre a las siete de la mañana.

“Ignacio nos ha impactado. Ha evolucionado bien, al principio no le gustaba relacionarse con los demás niños, le gustaba estar solo. Hoy es sociable. En clase le gusta bailar, jugar y compartir con sus compañeros”, dice su maestra, Ana Paola Morales, quien dio clases al niño durante el curso de vacaciones en diciembre.

Perder a su madre y a su hermana en la tragedia afectó el comportamiento del pequeño. Por las noches se le escucha llorar por ellas entre el sueño. Aunque el dolor está ahí escondido, poco a poco se ha ambientado a la escuela, a su maestra, a sus compañeros. Este mundo ya no le es ajeno.

Antes de comenzar las clases, los niños de la guardería infantil Sagrado Corazón, de la Obras del Hermano Pedro, en Antigua Guatemala, reciben su desayuno. (Foto Prensa Libre: Óscar Rivas)

 

“La intención de que comenzará a estudiar fue para formarle carácter; enseñarle que en la vida no todo es malo, hay cosas buenas. Quiero que comparta con otros niños, que se integre a la sociedad”, dice Manuel, quien debe regresar a la guardería a las cuatro de la tarde para llevar a Ignacio a casa.

Allí en la escuela, el desayuno se sirve a las ocho de la mañana, para comenzar las clases una hora después. En el salón, cada escritorio está identificado, el suyo dice: Ignacio.

Evolución

“Al principio era un poco tímido, pero se ha acoplado bastante bien a la escuela. Hay secuelas, pero es un niño independiente, y eso le ha ayuda a salir adelante”, menciona la psicóloga Carla Villatoro.

En diciembre pasado, los médicos que atendieron a Nachito en The Shriners Hospital for Children en Galveston, Texas, Estados Unidos, visitaron el país. Los especialistas evaluaron su recuperación y afortunadamente el niño ha respondido de manera positiva al tratamiento y su piel ya solo tiene un leve color rosado.

El próximo 25 de enero tiene cita en el Hospital Roosevelt. Ese día se sabrá sí debe volver a Estados Unidos, para que le confeccionen otros trajes, pues está creciendo y los que tienen ya no son de mucha ayuda.

Manuel ha seguido al pie de la letra las recomendaciones de los médicos para ayudar a Nachito en su recuperación: tres a cuatro masajes diarios en las piernas y brazos del niño, aplicar pomada en las quemaduras, colocar las prendas de presión, dar medicamento para calmar el dolor y la comezón en la piel. Es cosa de todos los días.

Todos los días Ignacio debe usar en sus brazos y piernas unas prendas especiales que ayudan a sanar sus heridas. (Foto Prensa Libre: Óscar Rivas)

 

Debido a que debe estar al tanto del niño, para el padre de familia es difícil conseguir un trabajo de tiempo completo, por lo que no puede buscar un trabajo fijo.

“La esperanza que tengo es que Dios me dé un poco más de vida y de fuerzas para trabajar y hacer de él un hombre de bien. Que me dé fuerzas para sacarlo adelante”, esa es la súplica de Manuel, que diariamente sale en busca de trabajo para sostener a su hijo. Hasta ahora se han sostenido con trabajos temporales que consigue en una herrería.

La erupción les arrebató todo. Una tía les dio donde vivir y sus únicas pertenencias son dos maletas con ropa. El amor es lo único que sostienen a padre e hijo.

A clases en los atus

Las hermanas Tatiana y Cristel, tienen 11 y 7 años. Lograron escapar de la muerte cuando el Volcán de Fuego estalló, sin embargo, sus cuerpos fueron alcanzados por el intenso calor de la nube negra que las envolvió. Las cicatrices en su piel son la evidencia.

Ambas recién iniciaron el ciclo escolar en la Escuela que funciona en los módulos construidos en la finca La Industria, para atender a los niños que residen en los albergues transitorios unifamiliares (atus).

La familia Pérez Rivas, de la que son miembros Tatiana y Cristel, reside en el atus 839 del sector G de la finca La Industria, fueron trasladados allí debido a que durante la erupción del Volcán de Fuego perdieron su hogar y todas sus pertenencias. (Foto Prensa Libre: Enrique Paredes)

 

Tatiana, la mayor, dice que las altas temperaturas de Escuintla le afecta pues siente comezón en los brazos, donde aún tiene sensible la piel. “Al mediodía el calor me desespera, siento picazón, pero he ido resolviendo este problema soplándome con un cuaderno en el aula. En la casa busco algo para darme aire, ya que como no hay energía eléctrica no podemos poner un ventilador”, dice.

Tatiana es la mayor de sus hermanas y tiene quemaduras en su brazo derecho. (Foto Prensa Libre: Enrique Paredes)

 

Cristel es la más afectada, siente aún miedo y se esconde detrás de su mamá cuando está próxima a ingresar a su aula del primer grado. “Mami no quiero entrar a la clase. No me gusta que mis compañeros se me queden viendo y hay quienes se burlan de mi”, le dice a Sindy Rivas, su mamá, antes de ingresar al salón.

Cristel sufre del calor, lo que le provoca picazón en uno de sus brazos que aun presenta daños por las quemaduras. (Foto Prensa Libre: Enrique Paredes)

 

Lidia Lorena Fuentes, directora de la escuela 15 de octubre de colonia La Trinidad, uno de los establecimientos educativos más afectados por la erupción, menciona que por decisión del Ministerio de Educación se dispuso trasladar la escuela allí.

“Las secuelas vividas aún les afecta, hay días que están muy inquietas, se desesperan y no ponen atención. Cristel ha sido quien más ha reflejado esta situación, pues ella sufrió quemaduras y por las vendas especiales que utiliza para su recuperación llama mucho la atención de sus compañeros, y eso la pone un poco incomoda. Hemos ido viendo cómo solucionar esto, pero no ha sido fácil”, expresa Fuentes.

Compañeros de estudio de Tatiana se admiran por lo que les ocurrió el día de la tragedia. (Foto Prensa Libre: Enrique Paredes)

 

Según la docente, es probable que las secuelas de la tragedia afecten a los niños en su aprendizaje, pues es difícil dejar atrás un evento como este, en el que muchos perdieron a sus parientes cercanos.

El día de la erupción

Sindy Rivas se había quedado en su casa en Los Lotes junto a sus hijas, Angel, Cristel y Tatiana de 4, 7 y 11 años, respectivamente. Su esposo, Germaín Pérez, había salido a trabajar.

El día de la erupción salió de casa junto a las niñas a entregar unos productos que estaba vendiendo. Esa acción les salvó la vida, pues a los pocos minutos una nube negra comenzó a invadir las calles. Corrieron tomadas de las manos.

“Fueron momentos angustiosos donde pensé que íbamos a morir, porque no solo era la arena que caía sino que también el intenso calor, era muy difícil respirar, con mis hijas como pudimos nos tapamos la nariz y a tientas buscamos como salir”, comenta Sindy. Salieron con vida pero su cuerpo fue alcanzado por las altas temperaturas.

Pasaron varios días internadas en el Hospital Roosevelt. Ahora la familia Pérez Rivas siguen llevando, aunque con dificultad, a sus hijas a terapia.

“Gastamos Q200 cada vez que vamos a la capital al Hospital Roosevelt. Mi esposo no tiene un trabajo fijo y yo por estar al cuidado de ellas no puedo trabajar. A veces pensamos que no las podremos seguir llevando por los gastos, pues el tratamiento debe ser por un mes.  Estamos haciendo la lucha por seguir sobrepasando esta tragedia”, comentó Sindy.

Las niñas también sufren del calor, pues los Atus no cuentan con electricidad, sobre todo al mediodía. Por las noches también es complicado ya que la zona donde vivían el clima era fresco, “Mis hijas se desesperan por lo que hay días que tenemos que llevarlas con parientes que residen en La Trinidad, porque no soportan el calor ya que les provoca picazón en las quemaduras”, agrega la madre.

La familia puede ser encontrada en los atus ubicados en la finca La Industria en el sector G Atus 839 para quien quiera ayudarla.

 

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