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“No me voy a vacunar, tengo miedo”. Barreras en proceso de vacunación son mayores en el área rural

La información sobre la importancia de la vacunación contra el covid-19 y la logística para inmunizar a los adultos mayores no ha llegado con claridad a las comunidades indígenas. Los ancianos lidian no solo con el infortunio del acceso a la tecnología sino también a la poca pertinencia cultural con que llegan los mensajes para convencerlos de vacunarse contra el virus.

Agustin Uyu Coc, de 81 años, desconoce sobre el plan de vacunación contraa el covid-19 para los adultos mayores de 70 años. Los mensajes no han llegado con pertinencia cultural a las áreas rurales. (Foto Prensa Libre: Esbin García)

Agustin Uyu Coc, de 81 años, desconoce sobre el plan de vacunación contraa el covid-19 para los adultos mayores de 70 años. Los mensajes no han llegado con pertinencia cultural a las áreas rurales. (Foto Prensa Libre: Esbin García)

Seis de cada diez guatemaltecos mayores de 70 años viven en el área rural de acuerdo con el Censo Poblacional 2018, sin embargo, los esfuerzos por difundir los beneficios de la vacunación contra el covid-19 por parte de las autoridades de Salud se han concentrado en las zonas urbanas, donde se tiene mayor acceso al internet y a los medios de comunicación tradicionales.

Los ancianos de los aldeas y caseríos poco saben de manejar un teléfono inteligente y tampoco tienen servicio de energía eléctrica en sus hogares, aunque estos serán los menos. Para ellos es más fácil enterarse a través del boca a boca, pero a muchos los menajes que les llegan alimentar el temor hacia la vacuna.

El ignorar que llegó su turno para inmunizarse, debido a que la información oficial no ha trascendido hasta las zonas más rurales, y la desconfianza que tienen hacia la vacuna por los rumores escuchados, podrían ser parte de la causa de que hasta la semana pasada solo 113 mil personas mayores de 70 años se habían inscrito en la plataforma que el Ministerio de Salud habilitó para la vacunación contra el covid-19.

“No me voy a vacunar, tengo miedo… de repente y ya no aguanto”, dijo Lisandra Coc, que a sus 84 años tiene dificultad para escuchar.

En la puerta de su casa, una vivienda humilde con portón de lámina camino a la aldea Cerro Alto en San Juan Sacatepéquez, la anciana platica con Agustín Uyú, de 81 años, que tiene problemas de visión. Ambos aseguran que no les han informado de la vacunación ni mucho menos que deben inscribirse o que ya pueden acercarse al puesto de vacunación para que se las administren, pues desde el martes la vacunación es bajo demanda.

“No me la he puesto. ¿Cuánto cuesta la vacuna?”, dice don Agustín, mientras sostiene un azadón, pese a su edad aún labra la tierra.

 

Lisandra Coc y Agustín Uyú son vecinos de la aldea Cerro Alto, en San Juan Sacatepéquez. Ellos tienen miedo a vacunarse contra el covid-19. (Foto Prensa Libre: Esbin García)

 

Cerro Alto queda a una hora de camino de la cabecera municipal. De acuerdo con Florecita Bella Bor, encargada del puesto de salud local, hasta el martes pasado en su lista de vacunación de mayores de 70 años solo tenía a 10 personas inscritas.

Ella se ha encargado de informar a los pobladores que deben vacunarse contra el covid-19, pero la aldea es grande, son 35 mil habitantes en 10 comunidades, y además de atender el puesto de salud, junto a otra enfermera, debe hacer la promoción de la vacunación. No se dan abasto.

Se han apoyado en las comadronas y en los líderes comunitarios para llevar el mensaje a los adultos mayores, pero han encontrado resistencia en la población, pues semanas atrás falleció una comadrona que fue inmunizada . No fue por la vacuna. Ella era hipertensa y diabética, dice Bor, pero los ancianos asocian su muerte con la vacuna, y ahora tienen miedo.

“Tendrían que venir de parte del ministerio y dar algunas pláticas, también por parte del alcalde de San Juan, de los alcaldes auxiliares, para que la gente tome en serio la vacuna y confíen en que es preventiva”, menciona la enfermera, que ve en el perifoneo una alternativa para hacer llegar el mensaje hasta los lugares más lejanos.

 

Florecita Bella Bor, encargada del puesto de salud de Cerro Alto, es quien hasta ahora ha divulgado entre la población la importancia de la vacunación. (Foto Prensa Libre: Esbin García)

 

Cascos urbanos hay más interés

Contrario a lo que sucede en Cerro Alto, en la cabera municipal de San Juan Sacatepéquez el interés por la vacuna entre los ancianos es mayor. El martes último ya se contaban 380 personas que recibieron la primera dosis, en uno de los dos puestos de vacunación habilitados. Sin embargo, representa solo el 7.6 por ciento de la población mayor de 70 años que vive en el municipio.

La información sobre la vacunación contra el covid-19 ha llegado a través de redes sociales y de medios de comunicación local, pero no a los adultos mayores sino a sus hijos y a sus nietos, para que sean ellos quienes convenza y lleven a sus padres y abuelos a vacunar. Esa es la estrategia que utilizan en el municipio.

María Lucrecia Sutuy Boc, de 83 años, llegó a vacunarse porque su nieta la motivó para ir. La anciana no estaba inscrita, aún así la llevaron al puesto de vacunación y recibió su primera dosis.

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“Hay mucha desinformación, somos los jóvenes quienes estamos medio informados. El menaje no les llega a los adultos mayores, es a través de los hijos, de los nietos que ellos se enteran, porque ella -su abuela- no sabía nada. Varios adultos no se animan porque tienen miedo a la reacción de la vacuna”, refiere Gilma Chacón, nieta de doña María.

Nieta y abuela llegaron el martes a las ocho de la mañana al puesto de vacunación al Salón Jocoteco, ya había gente haciendo fila, unas 20.

¿Por qué no se quería vacunar doña María? “Porque me daba miedo… cómo tantas cosas que uno mira”, menciona sentada mientras esperaba su turno. “¡Qué sea la voluntad de Dios!”, se le escucha decir debajo de la mascarilla.

 

María Lucrecia Sutuy Boc, de 83 años, llegó a vacunarse al Salón Jocoteco, de San Juan Sacatepéquez. (Foto Prensa Libre: Esbin García)

 

Agarrada al perraje que llevaba en las manos y con los ojos cerrados, a las 10 de la mañana recibió la primera dosis de la vacuna AstraZeneca. Debió esperar 15 minutos en el área de observación para verificar que no tuviera alguna reacción. “Me siento bien”, dice pasado ese tiempo.

La abuela deberá regresar por la segunda dosis el próximo 3 de agosto, al igual que otras 45 personas que hasta las 11 de la mañana habían sido vacunadas en el Salón Jocoteco.

De acuerdo con Ronald Siam, uno de los encargados de este puesto de vacunación, en cuatro días lograron inmunizar a 380 ancianos, el 81 por ciento tenían cita, pues recién se comenzó a vacunar contra demanda.

Señala que para esta semana tienen disponibles 800 dosis para cubrir a la población. Su meta es inocular a no menos de 100 personas al día. Deben acelerar el paso, ya que las dosis de AstraZeneca que hay en el país caducan en junio.

“Hasta ahorita están viniendo más del casco urbano, faltan las aldeas”, reconoce. Mientras que Cecilia Eunice López Morales, trabajadora social del centro de salud, señala que el personal es poco para la labor que deben realizar, ya que además de cubrir los programas habituales de Salud deben rastrear los casos de covid-19 que se den en el municipio, y ahora apoyar el proceso de vacunación de los adultos mayores.

“No se ha podido hacer la campaña de promoción por la dificultad del transporte. Si nos apoyarán podríamos enviar a dos personas, no podemos mandar a más, ya que tenemos personal muy limitado”, agrega la trabajadora social.

 

Isabel Canel, 75 años de edad, no habla español, su idioma materno es el cakchiquel. Ella ignora los beneficios de la vacuna contra el covid-19, porque la información no ha llegado en su lengua natal. (Foto Prensa Libre: Esbin García)
Isabel Canel, 75 años de edad, no habla español, su idioma materno es el kaqchikel. Ella ignora los beneficios de la vacuna contra el covid-19, porque la información no ha llegado en su lengua natal. (Foto Prensa Libre: Esbin García)

 

Se necesita pertinencia cultural

Isabel Canel, es una mujer 75 años, no habla español, sino que kaqchikel. Desconoce que debe usar mascarilla para protegerse del contagio del covid-19, como también que debe vacunarse contra el virus.

Los mensajes sobre la importancia de la vacunación no han llegado en su idioma materno a la aldea Cerro Alto.  “No me he vacunado. ¿Es pagado?”, dice a través de un poblador que traduce al español su respuesta.

En Guatemala hay 107 mil 728 personas mayores de 70 años que hablan una lengua maya, para las que es necesario que la información llegue con pertinencia cultural. El idioma puede ser otra barrera para que se vacunen o no.

“No hay información clara ni suficiente, ni al alcance de los adultos mayores”, indicó Ingrid Gálvez, de la aldea San Lorenzo el Tejar de Pastores, en Sacatepéquez.

Para cerrar esa brecha en su comunidad se tomó la decisión de que una persona saliera a la calle por las noches y con ayuda de una bocina para informar y motivar a los ancianos a inscribirse para vacunarse. Fue una iniciativa del Consejo Comunitario de Desarrollo (Cocodes).

Gálvez ha apoyado en el registro de las personas mayores de 70 años en la plataforma del Ministerio de Salud, especialmente a aquellos que no tienen acceso a internet.

“Hay mucha desinformación, incluso, porque piensan que es una sola vacuna, y eso es un problema, porque si no regresan a la segunda dosis no servirá de nada, y si llegan al puesto de salud a vacunarse y se enteran de que son dos dosis se van a asustar y no querrán regresar”, indica Gálvez.

Agrega que hay mitos que se están instalando entre la población sobre la eficacia de la vacuna, y sin información que los desmienta, estos se refuerzan.

Hasta el martes pasado ninguno de los 602 adultos mayores de la aldea San Lorenzo El Tejar había sido convocados para vacunarse. Ellos tendrán que viajar 3 km al puesto de vacunación, lo que también puede desanimarlos, ya que muchos tienen problemas físicos que les dificulta movilizarse o bien sus posibilidades económicas les impiden pagar el transporte.

Una solución, según Gálvez, es que dentro de las comunidades los pobladores se organicen para llevar a todos los ancianos un solo día y en un mismo viaje hasta el puesto de vacunación. “Los Cocodes también deben utilizarse y sacarles el jugo, porque conocen la localidad y podrían identificar quiénes tiene dificultades para movilizarse”, dice.

De acuerdo con Ronald Oliva, asistente técnico de la Dirección General del Sistema Integral de Atención en Salud (Sias) del Ministerio de Salud, se trabaja en fortalecer las estrategias de registro de las personas mayores de 70 años, principalmente en los municipios donde hay pocos inscritos, los 363 servicios de salud del segundo nivel de atención realizan dicho trabajo.

Menciona que en los municipios donde la inscripción de personas es baja hay puestos a demanda. También se está implementando la vacunación móvil para acercase a las personas que pueden llegar a los puestos de vacunación.

Mardoqueo Jiménez Alvarado, de 73 años, es uno de los pocos ancianos de Cerro Alto que se ha logrado inmunizar contra el coronavirus, gracias a que sus nietos lo inscribieron.  (Foto Prensa Libre: Esbin García)

 

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