Esta iniciativa se da luego de un incidente en un restaurante de comida rápida el lunes pasado, cuando un agente de seguridad y el gerente del comercio impidieron el ingreso de un no vidente acompañado de su perro.
William Zapeta perdió la visión cuando tenía dos años, luego de una operación ocular en el hospital Roosevelt. Ahora tiene 34 años y su fiel compañero Norm lo acompaña a todos los lugares a donde vaya, aunque a falta de una ley que lo proteja no siempre es fácil el acceso a todos los lugares.
Norm es un labrador traído de Míchigan, Estados Unidos, donde recibió entrenamiento para guiar a no videntes. El vínculo entre ambos es evidente, son más que compañeros, son imprescindibles. Zapeta no pudo ingresar al restaurante de hamburguesas porque iba acompañado de su perro.
De acuerdo con Luis Ramírez, presidente de Conadi, el reglamento está listo para ser socializado en los distintos sectores que serían involucrados, como la iniciativa privada, Gobierno, la sociedad civil entre otros. Después sería planteado al Congreso para que pueda ser aprobado por medio de un decreto.
“Contempla permitir el acceso a las personas no videntes y sus perros a todo tipo de establecimientos, excepto, cocinas de restaurantes, áreas intensivas de hospitales, juegos mecánicos con alta peligrosidad y unidades de pediatría”, explicó Ramírez.
Además contempla que el perro guía debe tener un arnés de seguridad, placa de identificación y están en busca de que alguna institución emita registros.
El presidente del Consejo afirmó que el costo de un perro con entrenamiento para guiar a un discapacitado asciende a los Q160 mil y las razas con mejor adaptación son los golden y labrador retriever.
Según Ramírez han determinado que los lugares que más problemas causan al impedir acceso a las personas, son los hoteles y restaurantes.
Los rechazos no desaniman
William Zapeta perdió la visión cuando tenía dos años, luego de una operación ocular en el hospital Roosevelt. Ahora tiene 34 años y su fiel compañero Nor lo acompaña a todos los lugares a donde vaya.
Nor es un labrador traído de Míchigan, Estados Unidos, donde recibió entrenamiento para guiar a no videntes. El vínculo entre ambos es evidente, son más que compañeros.
William toma el Transmetro todos los días cuando sale de su vivienda en la zona 8 de la ciudad capital para viajar al Centro Histórico en la zona 1, donde trabaja en la Secretaría de la Paz. No puede ir en Transurbano porque no le permiten subir.
Su esfuerzo por salir adelante está reflejado en el pensum cerrado de Sociolingüística en la universidad Mariano Gálvez.
El lunes fue víctima de discriminación cuando un agente de seguridad y un empleado de un restaurante de comida rápida no le permitieron ingresar a compras hasta después de una discusión.
“No voy demandar al restaurante porque ahí trabajan personas con discapacidad, pero es claro que hay ignorancia de algunas personas y eso dificulta los accesos”, aclaró.
No es la primera vez
La vida de William no ha sido fácil desde que perdió la vista, y la discriminación ha sido uno de los factores que más han complicado su condición. El año pasado tuvo dos conflictos, el primero fue en el Palacio Nacional de la Cultura, a donde no le permitieron el acceso por llevar un perro.
De inmediato colocó una denuncia en contra del Ministerio de Cultura y Deportes.
Tiempo después asistió a una actividad en un hotel de la zona 1, tampoco lo dejaron ingresar y de la misma manera denunció al establecimiento.
Su fiel compañero Norm lo acompaña desde hace tres años, y le facilita transitar por la ciudad ante las pocas condiciones de infraestructura para los discapacitados.