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El virus obligó a acordonar el casco urbano, justo donde se concentra la actividad comercial del municipio. Esto ha tenido un efecto devastador en las familias de las áreas rurales que diariamente conviven con la pobreza y la escasez de alimento, dos condiciones que dan pie al hambre; quienes están en mayor riesgo son los niños.
Pero esta crisis alimentaria viene desde antes que el coronavirus apareciera en Gualán. Para el 4 de enero ya se conocía del primer caso de desnutrición aguda en el municipio, un varón de apenas un mes de nacido. Tres semanas más tarde se localizó a un niño de tres años con un cuadro severo.
Hasta el martes pasado, el personal de salud reportó 17 casos de menores de cinco años diagnosticados con dicha condición por la falta de alimento en sus hogares. Es un 21% más de la cifra registrada el año pasado hasta esa fecha, cuando se contaban 14 niños afectados.
Los casos más recientes en Gualán se identificaron hace una semana, dos hermanos originarios del caserío Los Limones, a unos 15 kilómetros del casco urbano.
Víctimas de la desnutrición
“Comemos cuando hay”, dice apesadumbrada Isabel Vásquez, una mujer de 61 años con la piel rajada y tostada por el sol. Sus brazos delgados al extremo abrazan a su nieta de tres años, en igual condición. Ambas son un reflejo de las precariedades en la zona.
La pequeña es Yulmi, su abuela la llevó al puesto de salud de la aldea Los Limones. Para llegar debieron caminar 30 minutos por un largo camino de terracería; el calor sofocante del lugar obliga por momentos a detener el paso.
Según el reporte de la enfermera, Marcia Sosa, la niña tiene desnutrición aguda moderada. La balanza indica que pesa 19 libras, muy por debajo de lo ideal para su edad. Esa condición también afecta su talla, lo que la hace parecer de menor edad. Su desarrollo del habla también se ha visto interrumpido.
“A veces, cuando hay, le damos un huevito duro con pan”, dice Isabel, pues los poco centavos que consiguen no alcanzan para más, su esposo es mayor que ella y le cuesta conseguir trabajo. “Así la vamos pasando”, agrega.
Desde que Yulmi nació fue diagnosticada con desnutrición aguda. El personal de salud ha intentado sacarla de ese estado; su condición mejora por un tiempo, pero nuevamente recae.
Su salud es frágil, ya tuvo neumonía y debido a las defensas bajas ha padecido cuadros de diarrea.
La niña necesita alimentarse, pero no es la única. Su hermano, Juan Luis, de tres meses, también padece desnutrición aguda, pero su caso está catalogado como severo. Pesa 10 libras.
Por su condición, el miércoles pasado fue trasladado de emergencia al centro de recuperación nutricional ubicado en Llano Verde, Río Hondo, Zacapa, para recibir tratamiento.
Isabel explica que la madre de los niños se encuentra con el bebé, mientras ella cuida a Yulmi, pero los papeles se invertirán. La abuela irá junto al niño debido a que su hija, la mamá de los dos menores, sufre de epilepsia y en esa condición no puede amamantarlo ni estar al tanto de su cuidado.
A la anciana le preocupa el estado de salud de los niños, pero poco puede hacer, por la pobreza que los rodea y la desesperanza de que su esposo consiga empleo. Él es agricultor y el trabajo se vino a pique con la llega del coronavirus al municipio.
Banderas blancas
Los Limones es el lugar donde más casos desnutrición aguda se han reportado en Gualán, según Gerson Franco Carillo, médico coordinador del centro de salud del municipio.
La mayoría de sus habitantes son de escasos recursos y subsisten de la tierra. Las pocas fuentes de empleo están en las fincas de café, en los alrededores, pero la restricción de movilidad y los bloqueos impuesta por la emergencia del coronavirus socavan severamente los medios de vida de estas familias.
“Los padres trabajan para pasar el día a día, y el tiempo que estamos afrontamos por el problema internacional —del covid-19— está teniendo repercusiones en la nutrición de nuestros niños acá en el municipio”, refiere el médico.
La escasez de alimento es dramática y eso lo evidencian las banderas blancas que cuelgan afuera de las casas, como una señal de que sus habitantes ya no tienen qué comer.
El caserío La Línea es el más impactado. Por allí pasaba el tren, ahora son numerosas champas de madera, lámina y plástico, las que se observan a lo largo del camino.
En la mayoría de los hogares hay una bandera improvisada: un trapo cuelga en el exterior, pero pocos se dan cuenta de esta realidad, pues por este camino transitan pocos vehículos.
Las banderas blancas no han sido la solución para hacer visible su necesidad pero les da un hálito de esperanza de que en algún momento alguien pasará y les ayudará a salir de esta crisis que se agudizó por la pandemia.
No alcanza para todos
Quienes logran obtener alimento, les alcanza tan solo para un par de días, pues acá las familias son numerosas.
“Si se consigue comida, el que menos come es el niño desnutrido. El trabajo es poco, la alimentación es poca y los niños son muchos”, dice la enfermera, que ha visto de cerca el drama del hambre en este sector.
Desde enero el puesto de salud fue trasladado provisionalmente a La Línea, donde atienden a no menos de 300 niños menores de cinco años cada mes.
Edwin Lorenzo, de año y 4 meses, es otro de los casos de desnutrición aguda identificados por la enfermera. Su cuadro es moderado, pero corre el riesgo de que una infección intestinal o cualquier otra enfermedad lo acerque a un estado severo.
Su madre, Teofila, intenta mejorar la alimentación del niño, pero es difícil, a su esposo se le ha dificultado conseguir trabajo porque no puede viajar lejos del municipio debido al cordón sanitario. Por ahora labora en una finca de café, donde el jornal es de Q40, que debe alcanzar para una familia de 13 miembros.
“No le tienen tanto miedo al covid-19… Aquí lo que afecta es el hambre, comen lo que logran encontrar”, señala Sosa.
Acordonados
“Cuando anunciaron el cordón sanitario inmediatamente pensé en que me iba a contagiar”, dice una joven de la cabecera de Gualán.
Pero más allá de la alarma de la infección, el cerco vino a marcar más las desigualdades en el municipio, donde cuatro de cada diez habitantes están en pobreza, y la tasa de desempleo abierto es de 2,93 entre la población mayor de 15 años, según el Censo poblacional 2018. Estas personas se preocupa más por comer, que por contagiarse.
Franco Carillo menciona que el cerco ha afectado principalmente a las personas que no tienen un empleo fijo, y que tienen necesidad de trasladarse a otros municipios o departamentos, pero no han podido.
Aunque se ha gestionado ayuda de alimentos para la población vulnerable por parte de la Municipalidad, esta no ha sido suficiente.
Varios sectores ya lo han advertido, esta situación traerá más casos de desnutrición aguda en el país, no solo por el período de hambre estacional que comenzó en la segunda quincena de abril, y que afecta principalmente a esta área del Corredor Seco, sino por el escaso acceso a alimentos y el desempleo que ha desencadenado el covid-19.
Zacapa es uno de los departamento con un alto riesgo de que niños menores de cinco años sufran de desnutrición aguda, según el último reporte del Ministerio de Salud. Hasta el pasado 25 de abril se habían localizado 249 casos. Mientras que la cifra ascendió a 13 mil 740 niños con dicha condición en todo el país.
Hay otro peligro, que los casos pasen inadvertidos, ya que el temor a ser contagiados por el virus ha ocasionado que las madres no lleven a sus hijos a los centros y puestos de salud, una oportunidad para identificar a niños en riesgo.
Franco Carillo indica que las enfermeras de los puestos de salud mantienen comunicación con los miembros de los Consejos Comunitarios de Desarrollo Urbano y Rural (Cocodes), y hasta ahora han colaborado en localizar a niños con desnutrición aguda que no están bajo control, para que sean atendidos lo antes posible.
Sin pruebas, no se quita el cerco
El cordón sanitario lleva tres semanas en Gualán y para que sea levantado, Franco Carrillo indica que deben comprobar que no hay nuevos casos de covid-19 en la cabecera municipal.
Se necesitan hacer pruebas en las comunidades donde se reportaron los contagios que llevaron a acordonar el lugar. Sin embargo, algunos barrios se rehúsan a colaborar, por lo que las autoridades de salud se reunieron el jueves pasado con los Cocodes para que apoyen. Las pruebas que se hagan deben salir negativas.
“Hasta el momento en que hagamos determinada cantidad de pruebas, entonces, ya podemos decir que el cordón no tiene ninguna funcionalidad”, menciona el médico.
A las tiendas, bancos y demás comercios se les solicitó que envíe a su personal al centro de salud para que se les practique la prueba, pues están en mayor riesgo de contagio.
Desde que se dieron los primeros casos positivos de covid-19 y hasta el jueves 21 de mayo se habían realizado 135 exámenes de coronavirus, y según Franco Carrillo, todos dieron negativo.
El levantar el cordón sanitario en la cabecera municipal de Gualán, permitirá a los pobladores movilizarse para buscar trabajo más allá del municipio.