Para llegar a ella se necesita vehículo de doble tracción ya que se encuentra a 24 kilómetros de la Ruta Nacional 14 en un camino de difícil acceso y por el cual se deben atravesar cinco ríos y riachuelos. Aproximadamente es una hora y media de recorrido.
Desde eso de las 11 horas tres camiones del Ejército llegaron a esa comunidad con la intención de evacuar a los pobladores. Aunque en principio podría pensarse que eran insuficientes para más de ocho mil personas que la habitan, la verdad es que al final sobró espacio puesto que solo 12 aceptaron se llevados al albergue de Escuintla.
“Cómo tronaba el volcán”
“Toda la noche no he dormido, nada, nada. Estuvimos para arriba y para abajo por el miedo del volcán, porque entre más rato más tronaba y rechinaban las láminas”, explicó Viviana Suruy, quien narró que el coloso ha estado en actividad desde el pasado 3 de junio.
“Pensaba que iba a pasar lo mismo que en San Miguel Los Lotes, allá se murieron mis cinco hermanos y mi papá. Dios me libró a mí esa vez”, explicó la mujer mientras cargaba una canasta con ropa que recién había lavado en una pila comunitaria.
“Sentí mucho miedo, mucho terror… El volcán se oía fuerte, toda la noche se escuchaba como que fuera una tempestad mucho peor que cuando fue lo de San Miguel los Lotes (el pasado 3 de junio)”, narró Lorena Pérez, pobladoras de Ceylán.
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Unos kilómetros antes se localiza la comunidad Chuchu, cuyos pobladores también narraron los minutos angustiantes que vivieron durante la erupción volcánica.
“Lo fuerte de la erupción ocurrió en la noche. Uno no puede dejar de pensar en qué pasaría si se dejara venir una erupción fuerte como la de la vez pasada para acá”, indicó Melvin Ramírez, quien recordó que en esa ocasión no lamentaron pérdidas más que la de los cultivos por la gran cantidad de ceniza que cayó.
“Qué podríamos hacer si no tenemos en qué irnos. Nosotros en eso pensamos. Imagínese que ayer a las 10 de la noche el Cocode empezó a avisar de la erupción, pero sin carro no hay manera de salir”, precisó Rogelio García, poblador de Chuchú.
Tanto García como el resto de pobladores coinciden en que a la hora de una emergencia de gran magnitud no les queda más que aferrarse a que Dios aplacará la furia del Volcán de Fuego.
No quieren irse
La fe es de tal magnitud que muchos pobladores de ambas aldeas optaron por quedarse en sus casas, pese al prácticamente ruego de las autoridades de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred) y de otras instituciones de gobierno de que desalojara el área.
En Ceylán a eso del mediodía, la gran mayoría de personas que estaban en el centro de la aldea eran mujeres, además había muchos niños de todas las edades. Los hombres de familia trabajaban en otros lugares como Escuintla.
“Les estamos avisando que el volcán todavía es un riesgo, por sus cosas no tengan miedo nosotros las vamos a cuidar, pero si no van a evacuar después no vayan a culpar a sus líderes comunitarios de que no se les dijo”, afirmó Rudy Rodríguez, líder comunitario y presidente de la Coordinadora Local para la Reducción de Desastres.
“Es que si nos vamos cuando volvamos ya no vamos a encontrar nada ni pollos ni los pocos animales que tenemos y eso nos austa”, dijo Miriam Ac, quien con siete de sus familiares se mostraba indecisa de si evacuar el área o no.
Pero no solo la seguridad de sus viviendas preocupa a los vecinos de las áreas aledañas al volcán al momento de ser evacuados. También el hecho de qué les darán de comer a sus hijos.
“Mire, si me quedo aquí tengo garantizado que les voy a dar su comida a mis hijos, aunque sea tortillas con frijol o hierbas, pero imagine ¿yo qué sé cómo vamos a estar ahí? Además, yo tengo a mis hijos sanos, si se me enferman no me van a dar dinero para llevarlos a un sanatorio, cuestionó Miguel Ángel Reyes, habitante de Ceylán.
En ese sentido, Verenice Casasola, delegada del Ministerio de Agricultura (Maga), garantizó a los pobladores de Ceylán que en el albergue tendrían las condiciones mínimas para dormir y también alimentación.
“Es lamentable porque no sé si la gente no capta lo que pasó con el volcán la vez pasada, lo que más me preocupa son los niños”, subrayó Casasola, mientras ayudaba a subir al camión a las pocas familias que aceptaron ser trasladadas.
Y aunque en las comunidades había personal del Ejército y de la Policía Nacional Civil, los pobladores de estas aldeas, empujados por una disminución de la actividad volcánica, optaron por quedarse y como dijo Mendi Ortega, líder comunitaria de Chuchu: “Total, no podemos obligar a que evacúen”.
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