La semana pasada se conoció la forma en que robaron un vehículo el 27 de febrero del 2023 en el bulevar sur de San Cristóbal, zona 8 de Mixco.
En cuestión de segundos dos sujetos que caminaban por esa arteria simularon una conversación y esperaron el momento para forzar la cerradura de una camioneta roja aparcada en el lugar.
En el país, según la Fiscalía contra el Crimen Organizado, del Ministerio Público (MP), operan ocho bandas de robacarros. Dos de estas son violentas y el resto no usa la fuerza para hurtar o robar motocicletas y vehículos. Cinco los roban para venderlos en otros puntos del país y solo una lo hace para desarmarlos y negociar las piezas como repuestos.
La banda que perpetró el robo que quedó grabado en el video se dedica a vender los vehículos en otros departamentos. La información del MP es que los automotores se comerzializan en Quetzaltenango, San Marcos, Huehuetenango, Petén, Chiquimula y Zacapa, principalmente.
En los días siguientes al hurto en Mixco, el automotor fue localizado por la Policía Nacional Civil (PNC) en San Benito, Petén, en un confuso incidente en el que estuvo involucrada una exrreina de belleza, Renata Gilardi Castro-Conde, de 26 años, quien fue ligada a proceso por portación ilegal de arma de fuego, pero no desplazarse en un carro robado.
La denuncia original de la PNC fue que conducía ese automotor, robado en Mixco, pero más adelante las autoridades judiciales explicaron que se trató de una confusión y ella conducía otro.
La jefa
Pero este caso de robo de vehículos no es nuevo. La Fiscalía contra el Crimen Organizado reporta hechos desde hace más de 10 años, aunque conforme avanza el tiempo, las estructuras delictivas se rearticulan y mejoran su forma de operar.
Por ejemplo, hace un tiempo las bandas tenían lugares específicos, estáticos, desde donde operaban, pero hace tres años la modalidad cambió, según el MP. Ahora son itinerantes, lo que hace más difícil su desarticulación.
Este es el caso de la banda La Jefa, dirigida por Nemecia Judith Arroyo Herrera, sus hijos y otros cómplices. Su centro de operaciones fue un taller en Villa Nueva, desde donde también ejercía control sobre los hechos criminales en Guatemala y Chimaltenango.
Las acciones de esta banda, según la PNC, comenzaron en el 2016, aunque se la actividad criminal de Arroyo Herrera habría dado inicio en el 2012, como integrante de otra estructura.
La banda de Arroyo Herrera y fue desarticulada en el 2021, cuando sus integrantes fueron capturados por una investigaión de la Fiscalía contra el Crimen Organizado y la División Especializada en Investigación Criminal (Deic) de la PNC.
Dicha estructura estaba conformda por sus hijos Jordy Leonel y Cristian Orlando Valenzuela Arroyo.
Además, Pedro Kehoma Campa Santiago, Emilio Alexander Reyes, Seidy Yasmin Pineda Pineda, Miguel Antonio Tiul Yac, José Rodolfo Soto Hernández y Elcar Alexander Vásquez Rodas.
El 25 de octubre del año pasado el Tribunal Segundo de Sentencia Penal de Villa Nueva les dictó condenas de 12 a 16 años de prisión por asociación ilícita y hurto agravado.
Esta era una estructura, según las investigaciones, que no recurrió a la violencia para obtener en forma ilegal los automotores, sino que en su mayoría los hurtaba en la vía pública.
Cómo operaban
Escogían el vehículo después de vigilar o conocer el movimiento de la calle o avenida, una estrategia similar a observada en los sujetos que robaron el vehículo en el bulevar San Cristóbal.
Luego, los delincuentes, en promedio tres o más, a bordo de dos o tres vehículos, lo vigilaban y le daban seguimiento, de ser necesario, hasta decidir el momento oportuno para consumar el hurto en la vía pública de las zonas 10, 13, 14, 15 capitalinas y en la zona 8 de Mixco.
Esto lleva a suponer a investigadores de la PNC que algunos integrantes que no fueron capturados con el resto de la banda en el 2021 se reorganizaron y siguen operando en las mismas áreas.
De acuerdo con el MP, al tener el vehículo identificado, uno de los integrantes se acercaba al mismo simulando que hablaba por teléfono y así observar si alguien se encontraba adentro.
Después esperaba la autorización de un “bandera” o “vigilante” para forzar la cerradura del vehículo, ingresar, encender y conducir el automotor, para llevárselo de inmediato con el fin de que el sistema de seguridad no lo apagara.
En otras ocasiones, el “ bandera” se quedaba en el lugar del hecho para observar la reacción de propietarios y alertar a los autores materiales del hecho.
Una vez consumada la acción, se cambiaba la placa de circulación del vehículo robado y lo trasladaban al taller en Villa Nueva para desarmarlo y venderlo por piezas a propietarios de talleres mecánicos, hueseras o bajo pedido.
Arroyo Herrera les indicaba qué debían hacer con el automotor robado, mientras monitoreaban en las redes sociales para constatar si le aparecía reporte de robo.
El vehículo era llevado a predios ubicados en Villa Nueva, donde los desarmaban, y después a Chimaltenango. Allí se detectó, según las investigaciones, que le cambiaban los papeles y placas por otros falsos.
Esta modalidad se extendía a Escuintla, donde también los desmantelaban para vender las partes en negocios ubicados en la zona 8 capitalina.
