En el marco del Día Internacional de la Mujer, que se celebra cada 8 de marzo, la geóloga de 26 años cuenta cómo realiza su peculiar trabajo, el cual puede salvar la vida de miles de guatemaltecos.
Chun Quinillo es la integrante más joven de la Sección de Geofísica del Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (Insivumeh) y a su cargo está el monitoreo, estudio y vigilancia del Volcán de Fuego, el coloso que ha incrementado su actividad en más de 650 por ciento en los últimos 20 años.
Con una sonrisa, Carla, como prefiere que la llamen, se define como alguien perseverante, a quien las críticas lejos de amilanarla la hacen más fuerte, algo que descubrió cuando ingresó en la universidad y muchos le dijeron que la carrera que estudiaba no era para mujeres y que mejor buscara algo acorde con ella.
Confiesa que le sorprenden las barrancas del Volcán y que le encanta la forma en que está compuesta la geología de El Progreso.
Uno de sus retos a corto plazo es intentar borrar la percepción de que se hace poco o nada en el Insivumeh y que una de sus más grandes satisfacciones es saber que ayuda a disminuir las pérdidas humanas, económicas y de infraestructura en los alrededores del coloso que estudia.
Solidaridad
Nació en Cobán, Alta Verapaz, en el seno de una familia numerosa. Aunque eso podría parecer una ventaja para socializar, según indica, le costaba hacer amigos.
“A pesar de todo siempre me ha gustado ayudar a las personas. Cuando era pequeña quería ser médico, porque quería ayudar a la gente”, indica.
Debido a eso recuerda con particular aprecio una anécdota: “Cuando era niña, mi bisabuela platicaba con una persona de talla pequeña. Noté que sus zapatos estaban muy desgastados, y sin pensarlo dos veces agarré todos mis zapatos y llegué con ella y le dije que se los regalaba”.
“La señora no quería recibir mi regalo, pero insistí tanto que terminó por aceptarlo. Me sentí muy bien, pero cuando mi mamá regresó, sorprendida, me preguntó qué había pasado con mis zapatos”, comenta entre risas.
Explica que el estudio a nivel medio fue marcado por la familia. “Estudié en el Instituto Emilio Rosales Ponce, de Cobán. Tíos y primos pasaron por sus aulas”, afirma la joven, quien precisa que en su mente aún rondaba la idea de ser médico, pero que en el bachillerato le gustó mucho la Biología.
“Me encantaba la forma en que la maestra nos daba el curso. Pero cuando se es joven muchas veces no se sabe lo que realmente se quiere, por eso agradezco mucho a mi mamá, quien me impulsó a estudiar Geología”, relata la experta, quien agrega que en un principio vio con recelo la carrera, pero rápido se percató del campo en Guatemala y se “enamoró”.
Superar el desafío
Carla ingresó en el Centro Universitario del Norte de la Universidad de San Carlos, único lugar donde se imparte en el país.
Confiesa que por momentos pensó en migrar a la capital y estudiar Biología, pero rápidamente cambió de opinión.
“Empezaron los comentarios de 'no vas a hacerlo porque es muy difícil', 'esta es una carrera de hombres y vos sos mujer'. Ahí comenzó mi motivación extra, eso fue una espinita que me hizo querer más esto”, asegura.
En el primer ingreso eran unas 85 personas, de las cuales había 14 mujeres. “Cuando cerré, fuimos 21 personas y ya solo cinco mujeres”, asevera.
“Nuestro país, así como es rico en culturas, lo es en geología. Hace falta mucho por comprender, por eso en esta carrera se hacen demasiadas giras y la primera lo marca todo. La recuerdo bien, fuimos a Rabinal, Baja Verapaz, y el catedrático nos hizo acampar al costado de un cementerio. Nadie se conocía, pero las condiciones nos obligaron a platicar, y ahí se formó mi grupo de estudio”, comenta Carla.
Antes de graduarse de geóloga realizó una práctica de trabajo final de campo, lo que la llevó a Palo Amontonado, El Progreso, donde comprendió la secuencia estratigráfica formada por las capas rojas que están perfectamente estratificadas. “Para mí es impresionante ese paisaje y darse cuenta de que la vida es tan corta en comparación con todos los procesos que han ocurrido en la Tierra”, expresa.
Hace dos años realizó su ejercicio profesional supervisado en el Insivumeh, el cual fue titulado Escenarios de amenaza por flujos piroclásticos al sur del Volcán de Fuego, que le valió para quedarse.
Llegó al Insivumeh con mucha ilusión, pero se ha topado con valladares que hacen que dé el 200 por ciento de esfuerzo.
“Nunca falta quién diga que no hacemos nada por el país y que te la pasas sentada en un escritorio. ¿Que no hacemos nada? Quizás se miren simples mapas, pero ayudamos a salvar vidas. Si le podemos decir con certeza a una persona que no construya su casa en ese lugar sino en este otro porque es más seguro, podemos hacer la diferencia”, puntualiza.