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¿Qué relación hay entre el cáncer de hígado y el maíz mal almacenado?

Mal almacenamiento del grano produce toxina que podría causar padecimiento, que aumenta en el país.

El mal almacenamiento del maíz puede llevar a la formación de aflatoxinas. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

El mal almacenamiento del maíz puede llevar a la formación de aflatoxinas. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

A sus 40 años, Jorge —nombre ficticio— no ha tenido mayores antecedentes de enfermedades; sin embargo, fue diagnosticado con cáncer hepático. Muchos asumirían que es consecuencia del consumo excesivo de alcohol, pero él no bebe. Tampoco es obeso y no padece de diabetes ni se ha infectado de hepatitis B o C, factores que aumentan el riesgo de ese padecimiento. La razón por la que desarrolló este tipo de cáncer podría estar asociada con las aflatoxinas.

Estas toxinas son producidas por hongos del género Aspergillus y suelen crecer en granos mal almacenados como el maíz y el arroz, así como en el maní.

Existen cuatro tipos de estas toxinas, también llamadas micotoxinas: G1, G2, B2 y B1. Esta última es la más común y tóxica. Se han efectuado varios estudios para conocer las consecuencias de la exposición crónica los humanos a dichas toxinas y se sabe que están asociadas con el retraso en el crecimiento en niños —desnutrición crónica— y con distintas enfermedades, pero principalmente con la aparición del carcinoma hepatocelular, que es el cáncer de hígado más común en el mundo.

De acuerdo con el médico Álvaro Rivera Andrade, del Centro de Investigación del Instituto de Nutrición de Centro América y Panamá (Incap) para la Prevención de las Enfermedades Crónicas (Ciipec), la aflatoxina B1 ha sido denomina por la Agencia Internacional para la Investigación de Cáncer (Iarc, en inglés) como un agente carcinogénico “muy potente”.

Dicha micotoxina, por lo regular, tiende a contaminar los granos que no han recibido un proceso de almacenamiento adecuado. La humedad y las altas temperaturas son el ambiente propicio para que el hongo crezca, produzca la aflatoxina y contamine el producto de la cosecha.

Este tema cobra relevancia porque los granos de maíz pueden contaminarse al no seguirse buenas prácticas de poscosecha y porque este es un alimento básico en la dieta de los guatemaltecos.

“Esta toxina es sumamente resistente al calor y persiste pese al uso de cualquier químico o proceso para lavar el maíz, a tal punto que puede presentarse en productos como las tortillas. La evidencia científica ha mostrado que una exposición crónica o continua a este tipo de toxinas ocasiona daños irreversibles en el hígado, al grado de producir cáncer”, según Rivera Andrade.

El caso de José podría estar relacionado con la contaminación por aflatoxinas en el maíz, como puede ocurrir con muchos guatemaltecos que han desarrollado esta enfermedad. Por esa razón, el Ciipec desarrolla un estudio observacional de casos y controles en el país que tiene como fin determinar los “factores de riesgo ambientales” para el desarrollo de cáncer de hígado, específicamente el carcinoma hepatocelular.

Para efectuar dicho estudio, los investigadores están en proceso de reclutar a 500 personas diagnosticadas con cáncer hepático y mil sanas.

Los casos serán evaluados para determinar las causas por las cuales la enfermedad se desarrolló en unos y no en otros. Se evaluarán los niveles de aflatoxina en la sangre de los pacientes, así como exposición a pesticidas y microcistinas —otro tipo de toxinas producidas por algas que se encuentran en el agua contaminada—, pues estos también podrían estar relacionados con el aparecimiento de ese cáncer. Además se evaluarán factores genéticos que podrían predisponer el desarrollo de la enfermedad.

A los voluntarios se les hará una serie de preguntas, toma de medidas corporales, muestras de sangre y de orina. Este es el primer estudio a escala regional que analizará este tipo de cáncer a profundidad y permitirá conocer los factores que más influyen en su aparición. Se estima que la investigación concluirá a finales de 2023 o inicios de 2024.
Alta incidencia

El cáncer de hígado se encuentra en la lista de los cánceres que más muertes causan en el mundo —ocupa el puesto 4—, con una tasa de mortalidad del 8.7 por cada cien mil habitantes, según la Iarc. La incidencia de la enfermedad es de 9.5 por la misma porción de personas.

El informe Aflatoxinas y otros factores de riesgo para cáncer de hígado, del Incap, y datos de Iarc, señalan que el área norte de Centroamérica presenta la tasa de incidencia más alta de ese cáncer que el resto de los países en América. Sin embargo, es aún mayor en Guatemala, con la tasa más elevada de la región.

Según los cálculos de 2020, mientras los números en Sudamérica llegaban a 4.3 y en Centroamérica se encontraban en 6.3, en Guatemala se duplicaban y hasta triplicaban, pues por cada cien mil habitantes había 15.6 casos nuevos de cáncer de hígado.

En hombres es el segundo tipo de cáncer más incidente en Guatemala, con una tasa de 16.9. Jorge es parte de las cifras.

La incidencia de ese cáncer está detrás del de próstata, que llega a 40.9, mientras que entre la población femenina ocupa la tercera posición, con 14.6, ya que en este rubro los principales son el de seno —29.8— y el de cuello uterino —20.3—.

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Guatemala también tiene la tasa más alta de mortalidad cuando se habla de cáncer de hígado. En los países de América del Sur, el promedio es de 4.1 casos por cada cien mil habitantes. Para Centroamérica se sitúa en 5.9 y entre los guatemaltecos el riesgo es tres veces mayor, 14.9.

“Esta tasa se triplica en la población mayor de 40 años —45.5—. Los departamentos donde se concentra la mayoría de muertes por cáncer hepático son Guatemala, Alta Verapaz, Huehuetenango y San Marcos”, señala el informe del Incap.

Este cáncer está también fuertemente relacionado con el hígado graso no alcohólico, enfermedad crónica más común en el mundo, y puede afectar a cerca del 30 por ciento de la población de ingresos altos y verse casos similares en algunos países de ingresos bajos y medianos.

Dicha enfermedad afecta a personas que ingieren poco o nada de alcohol y se asocia con la obesidad, pero también con la resistencia a la insulina, diabetes tipo 2 y los triglicéridos elevados. La Clínica Mayo define este padecimiento como “el exceso de grasa almacenada en las células hepáticas”.

El problema del hígado graso es que no es una enfermedad benigna, es un padecimiento crónico y se ha visto en varios estudios que con el tiempo puede progresar a fibrosis hepática y por último en cáncer hepático.

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Un informe del 2016 del Incap, para estudiar esta enfermedad y otras condiciones metabólicas, indica que la prevalencia de hígado graso no alcohólico en mujeres mayores de 40 años fue del 67%, mientras que en hombres fue del 51%. La investigación también observó un porcentaje alto de casos de obesidad y de síndrome metabólico.

La aparición de este tipo de cáncer también está relacionada con el contagio con hepatitis B o C, y se cree que siete de cada 10 de los casos de cáncer de hígado a escala mundial se desarrollaron como consecuencia de la infección crónica de alguno de estos virus. Si a este cuadro se suma la exposición a las aflatoxinas, de acuerdo con la evidencia científica, el riesgo es aún mayor.

Afortunadamente, en Guatemala la prevalencia de hepatitis B o C es baja, menor al 1.5%, con lo cual no representa un factor de riesgo común en el país para desarrollar la enfermedad y, por lo tanto, sugiere que las causas detrás de las tasas elevadas se deben a otros factores.

Rivera Andrade señala que, pese a la alta presencia de factores de riesgo como la obesidad y el hígado graso no alcohólico, las aflatoxinas apuntan a ser uno de los principales factores que explican la tasa elevada de cáncer hepático en Guatemala, lo que llama la atención, pues dicha micotoxina aparece en productos como el maíz mal almacenado, y este grano está presente a diario en la mesa de los guatemaltecos.

¿Libres de aflatoxinas?

Las aflatoxinas son toxinas que resultan de determinados hongos durante la producción agrícola. La clasificada como B1 “presuntamente causa cáncer al inducir aductos de ADN, es decir segmentos del ADN que se transforman al exponerse a sustancias carcinogénicas y que conducen a cambios genéticos en las células hepáticas”, señala el reporte del Incap.

Estas micotoxinas se desarrollan con rapidez en ambientes húmedos y cálidos, y predominan en zonas tropicales y subtropicales, como es el caso de Guatemala. Suelen contaminar el arroz, maní y el maíz, uno de los principales cultivos de esta región, pero el problema tiene su origen en el inadecuado almacenamiento del producto poscosecha.

“En áreas donde hay menor capacidad económica, la dieta es poco variada y depende del maíz. En áreas rurales, por ejemplo, se ha visto que los niveles de aflatoxina en sangre son más altos, incluso se ha evidenciado que hay mayor exposición a medida que aumenta el consumo de tortilla”, refiere.

Un inconveniente es que, una vez el grano se ha contaminado con aflatoxinas, no se pueden eliminar. “Son resistentes hasta en la nixtamalización, aguantan prácticamente cualquier proceso. Por eso es importante enfocarse en intervenciones sobre el buen manejo durante la cosecha y poscosecha —del maíz—, de esa manera se reducen las posibilidades de que los granos se contaminen con el hongo”, dice Rivera Andrade.

Lo conveniente para evitar este proceso es que después de la cosecha se almacene el grano en sacos herméticos, para evitar la humedad. También es importante que no esté expuesto al calor y se guarde en un lugar seco.

Si bien estas son prácticas necesarias, para los agricultores de subsistencia resulta un reto proteger el maíz de esa manera, por lo que bien pueden almacenarlo en silos o bodegas donde no haya problemas de humedad y temperaturas extremas, asegurarse de que el lugar esté ventilado y proteger los granos de animales como roedores y aves.

“Hay personas que a duras penas están subsistiendo con el consumo de maíz, y lo importante es que esa pequeña cosecha que están logrando, esas pocas cuerdas de terreno, se cuiden de la mejor manera, siguiendo las buenas prácticas”, aconseja Rivera Andrade.

En teoría, la solución es sencilla, pero llevarlo a la práctica es complejo, pues no todos tienen los recursos para lograrlo, y es allí donde el investigador hace énfasis en la importancia de educar a los pequeños y grandes productores sobre la necesidad de adoptar estas buenas prácticas en beneficio de la salud, y de esta manera ayudar a prevenir el aparecimiento de cáncer de hígado.

Según una investigación que el Incap llevó a cabo en cinco comunidades urbanas y rurales, se hallaron estas toxinas en la sangre de la totalidad de la población estudiada. Si bien el cien por ciento de los participantes tenía altos niveles de contaminación, fueron los hombres, indígenas y que vivían en áreas rurales quienes mostraban niveles más elevados de la aflatoxina, una situación muy similar a la que experimentaron regiones de China cuando tenían tasas endémicas de cáncer de hígado en la década de 1980. Un hallazgo importante de los análisis de este estudio es que entre la población participante se encontró que un mayor consumo de tortillas estaba asociado con altas concentraciones de aflatoxinas en la sangre.

Otro estudio de casos y controles a cargo del grupo de investigadores estableció que adultos con cirrosis tenían mayor concentración mediana en la sangre de la toxina, en comparación con los que no tenían cirrosis.

Desde la otra perspectiva, un estudio efectuado en 2013 por la investigadora Olga Torres encontró que el 90% de las muestras analizadas contenían aflatoxinas tipo B1, y el 70% de los hogares con niños menores de 2 años consumían maíz contaminado con toxinas.

Prevención
Después de darle el primer bocado a la tortilla es difícil saber si está contaminada con aflatoxinas. Rivera Andrade señala que la prevención comienza por el buen almacenamiento del grano, y aunque este provenga de distintas partes del país o sea importado, es fundamental educar tanto a pequeños como a grandes productores de maíz sobre las buenas prácticas del manejo poscosecha, lo cual ayudará potencialmente a reducir la aparición del cáncer de hígado, así como el retraso en el crecimiento de la población infantil.

Para prevenir este tipo de cáncer es recomendable, además, llevar un estilo de vida saludable, seguir una dieta baja en grasas, alimentarse con frutas y verduras, cuidar que los granos que se consumen, como maíz y arroz, provengan de lugares confiables, y tomar en cuenta que las personas obesas tienen más riesgo de desarrollar enfermedades del hígado como el cáncer.

Agrega que es importante someterse a revisiones médicas preventivas en forma regular, para que el especialista pueda evaluar la función hepática a través de exámenes de laboratorio o imagen, ya que, con frecuencia, el cáncer se manifiesta tarde, y en muchos casos ya no hay mucho por hacer.

Personas que hayan sido diagnosticadas con cáncer de hígado y deseen ser parte del estudio que desarrolla el Ciipec pueden contactar a Rivera o a Lisbeth Méndez por los correos electrónicos arivera@incap.int y lmendez@incap.int.

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