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Hombres mayores de 50 años: el perfil de la mayoría de víctimas del covid en Guatemala en 19 meses de pandemia

El grueso de fallecidos integraba la fuerza laboral del país, y dejaron familias y proyectos.

Las familias guatemaltecas recuerdan a sus familiares fallecidos, que incluye a las víctimas del covid, este Día de Todos los Santos y en el Día de los Fieles Difuntos. (Foto Prensa Libre: Erick Avila)

Las familias guatemaltecas recuerdan a sus familiares fallecidos, que incluye a las víctimas del covid, este Día de Todos los Santos y en el Día de los Fieles Difuntos. (Foto Prensa Libre: Erick Avila)

Los días de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos, celebrados el 1 y 2 de noviembre, son fechas que unen a las familias para rendir homenaje a los que  partieron de esta vida.

Hoy, esta tradición se ve cubierta por una melancolía distinta, luego de un año, siete meses y 16 días de vivir en pandemia, con restricciones que intentan frenar el contagio del virus que se ha cobrado miles de vidas en el país.

El 13 de marzo del 2020, las autoridades sanitarias  reportaban el primer caso de covid-19 en Guatemala, y dos días después, el primer fallecido por la enfermedad. Se trataba de un hombre de 85 años, quien había regresado de España días antes de su hospitalización y posterior fallecimiento. De esa fecha, al 24 de octubre pasado, Salud se reportó 14 mil 745 defunciones como consecuencia del virus que modificó las dinámicas sociales alrededor del mundo.

De acuerdo con  estadísticas del Tablero de Alertas Covid-19, una herramienta desarrollada por el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social, del universo de fallecidos, nueve mil 661 eran hombres —66 por ciento— y cinco mil 84  mujeres.

El rango etario más afectado por la pandemia es el comprendido entre los 60 y 69 años, con tres mil 799 decesos reportados; es decir,  25 por ciento de los casos. De esos decesos, el 16.8 por ciento eran hombres —dos mil 469 casos—.

El segundo grupo más perjudicado es el comprendido entre 50 y 59 años, con dos mil 867 decesos, lo que representa  19 por ciento de las defunciones. De estos, mil 918 eran hombres, 13 por ciento del total reportado a esa fecha.

Concentración

Ambos grupos etarios acumulan el 45 por ciento de las muertes y cerca del 30 por ciento de los fallecidos eran hombres; es decir, cuatro mil 387 del total de  casos registrados. El resto de decesos se reparte en otros siete rangos de edad.

Esa cifra resulta más dramática si se considera que, de acuerdo con información del XII Censo de Población 2018, en el país había un millón 657 mil 617 personas comprendidas entre los 50 y 69 años, o sea que  11 por ciento del universo poblacional acumula la mayor parte de los decesos por covid.

El perfil

Los datos oficiales dan cuenta de que cerca de la tercera parte de las personas fallecidas han sido hombres de 50 a 69 años, que pertenecen a población en una etapa productiva. Johana Vela, exgerente de Gestión del Talento Humano para diferentes organizaciones, afirma que estas personas suelen ser “muy valiosas y productivas en el mundo laboral. Muchas veces ocupan posiciones gerenciales y directivas. Son personas que entregan sus últimos buenos años”, refiere.

A su criterio, el valor de esta población se centra en su experiencia, especialización y en el compromiso con el que desempeñan su función, sea cual sea la posición que ocupen.

“Son tremendamente estables y tienen mucha mística, porque su motivación va mucho más allá del dinero, suelen tener un sentido de pertenencia, tienen apego, arraigo, por lo que no se mueven de su lugar de trabajo con tanta facilidad como lo hace un joven”, explica.

Por su parte, Erlin Amaya, gerente de Orange Talent Academy, firma especializada en la formación para el reclutamiento gerencial, explica que el rango de edad ideal para la contratación de alto nivel suele estar entre los 50 y 55 años.

“Hablamos de posiciones estratégicas, gerencias generales o puestos directivos”. Reconoce que, aunque esta no representa la mayor fuerza laboral, si es una población muy valorada por las empresas por su experiencia y trayectoria.

Indica que las personas mayores de 60 años “son profesionales que ya tienen bastantes años en la posición”.  La especialista indica que las personas comprendidas entre los 50 y 69 años pueden aportar valor a las empresas sobre todo en aquellos conocimientos que no se adquieren mediante estudios o títulos universitarios.

Otra tendencia que ve la especialista es que muchas personas mayores son recontratadas a tiempos parciales como asesores externos de las empresas para  temas específicos.

 

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Familia

En el ámbito personal, estas personas, con frecuencia, son esposos, padres y abuelos comprometidos con la vida familiar. Prensa Libre documentó tres historias de personas que fallecieron como consecuencia del covid-19.

El común denominador de estas víctimas mortales del virus es que todos eran  soporte fundamental y transversal en las vidas de sus familias.

Amafredo Castellanos tenía 60 años. El 9 de abril pasado perdió la batalla contra el coronavirus. Su esposa, Patricia Castillo, lo recuerda como una persona cariñosa, amable y protectora, tanto para ella como para su hijo de 17 años. Amante del café y de  Antigua Guatemala, cada fin de semana, cuando el trabajo se lo permitía, la despertaba a las 5 de la mañana. El pretexto: tomar una taza de café y contemplar el amanecer en algún restaurante o cafetería de la ciudad colonial.

Castellanos fue un periodista con una trayectoria muy amplia para diferentes medios de comunicación. Su último lugar de trabajo fue el Ministerio de Relaciones Exteriores, donde se presume pudo haber contraído el virus. Serio, introvertido, de pocas palabras, pero con una pluma exquisita, Castellanos escribió centenares de reportajes y artículos periodísticos e institucionales.

Su último aporte narrativo lo publicó días antes de su hospitalización y lo repartió en Santa Ana, Antigua Guatemala, el cuarto Domingo de Cuaresma —14 de marzo del 2021—. Se trata de la revista anual que editaba en honor a Jesús de la Dulce Mirada de la localidad, de  quien era muy devoto.

Parece ironía, pero uno de sus últimos textos se tituló: Guías desde el cielo. “No fue posible despedirlos como merecían, y hoy, Cuarto Domingo de Cuaresma del 2021, sin aquel palpitar de corazones al escuchar en el interior del templo la fanfarria romana dedicada por el maestro Carlos Enrique Gómez Figueroa a Jesús de Santa Ana y sin la soleada ruta que recorre sobre alfombras de claveles y frescos huertos, los recordamos. Lo hacemos reunidos todas y todos en torno de una luz. La llama se hace intensa y su fulgor se divisa destellante en nuestras retinas. Transmite un mensaje de paz, armonía y esperanza…”, escribió.

Castillo recuerda conmovida las muestras de afecto que recibió de diversos grupos. “Recibió columnas del sector social, empresarial, político, de la academia, del anterior Gobierno, del actual, de la Iglesia, de las hermandades, de Radio Estrella —donde era locutor invitado—, de varios medios de comunicación, del Instituto de Previsión del Periodista y hasta de una funeraria. Las he guardado para recordarme a mí y a mi hijo, que Amafredo era una persona extraordinaria”.

En el ámbito laboral, a decir de Castillo, Castellanos era muy entregado y comprometido. “Andaba siempre con su computadora y a veces durante los paseos la sacaba para trabajar”, comenta.

 

Amafredo Castellanos junto con su familia. (Foto Prensa Libre: Cortesía familia Castellanos)

 

Devoto trabajador

Juan Fernando Gómez tenía 56 años. Era un mecánico industrial que falleció el 20 de diciembre del año pasado. Padre de cuatro hijos, tres mujeres y un varón, y contaba una decena de nietos. Es recordado como hombre amoroso de prioridades claramente definidas: primero Dios y, después, la familia.

Yolanda Bautista de Gómez asegura que  fue un esposo ejemplar. “Se desvivía por mí. Siempre estaba pendiente de lo que me gustaba, de traerme fruta, y siempre cuidaba de sus nietos. Fue lo mejor que pude haber tenido”, manifiesta.

Madrugador por excelencia, despertaba cada día a las 4 horas para ponerse en oración. “Oraba por todo, por sus hijos, fue por eso que estuvimos caminando muy bien durante nuestro matrimonio. Me hizo muy feliz”, expresa.

Hace una pausa, al tiempo que su voz se entrecorta, suspira y con mucha dificultad  continúa su relato: “No tengo forma de llenar este vacío, de sanarlo”.

Bautista de Gómez recuerda que su esposo empezó a quejarse de cansancio y dolor de rodillas.

Una vez presentó un cuadro de tos y ella le preguntó con preocupación “¿No será que tienes covid-19?”, a lo que él respondió, entre risas: “Yo voy a matar a ese animal”, mientras se llevaba un puño de sal a la boca.

Lo ocurrido esa tarde fue una broma, pero era el presagio de que algo malo ocurriría. Ella asegura que un domingo le tocó turno laboral, lo que recuerda como algo poco usual, y cuando su esposo volvió de sus labores empezó a presentar cuadros de fiebre.

Gómez perdió el apetito y al día siguiente decidió acudir al Seguro Social para hacerse un test y salir de dudas. La prueba dio positiva y se quedó internado. Yolanda asegura que su esposo luchó con mucha fuerza durante cerca de un mes y cinco días. Poco  antes de ser entubado pidió realizar una videollamada para despedirse de ella y de sus hijos. “Él ya había soñado su muerte. Él era un predicador y se lo había compartido a alguien de la comunidad”, asegura.

Juan Fernando Gómez enlutó a una familia y a toda una comunidad que esperaba compartir “la palabra” con él. No obstante, se le recuerda como un esposo amoroso, un padre ejemplar y un hombre de Dios.

 

Juan Fernando Gómez posa con un fondo de naturaleza. (Foto Prensa Libre: Cortesía familia Gómez)

 

Abuelito futbolista

De las últimas cosas que María de los Ángeles González recuerda de su padre, un hombre de 56 años, aficionado al futbol, fue verlo jugar con su hijo de 3 años con una pelota. Edwin Orlando González es recordado como un deportista. Fue jugador en la primera división de Chiquimulilla durante su juventud y nunca perdió el amor por el deporte.

“Él jugaba en un equipo llamado Los Veteranos, en la aldea Los Mixcos, Palencia, y solía participar en la orientación de jóvenes que mostraban interés por el deporte”.  Padre de tres hijos, dos mujeres y un varón, María de los Ángeles le recuerda como una persona muy cariñosa y amorosa.

“Nos trataba como si todavía fuéramos sus pequeñas. Nos decía que éramos sus pegostes, y su palabra para referirse a mí era mamita. ¿Cómo estás, mamita?, me vivía preguntando, lo hacía por mí y por mis bebés —de 3 años y 5 meses, respectivamente—.

“Él tenía una costumbre, el día de nuestros cumpleaños nos visitaba a las siete de la mañana y nos felicitaba con un abrazo. Nos comunicábamos todo el tiempo, todavía recuerdo cuando fue a conocer a mi segundo bebé”, relata.

En Palencia lo conocían como Fonci o Lando., Era admirador de Bob Marley. Su amor por el futbol inició desde su adolescencia. Sus primeras participaciones se remontan a campeonatos interescolares hasta llegar a la liga de Chiquimulilla.

Trabajó durante 18 años para Bimbo. Comenzó en cargos inferiores, hasta convertirse en gerente de  área.  Su afición por el deporte la llevó hasta el ámbito laboral. “Jugaba en las canchas de la planta. Visitábamos mucho la planta para verlo jugar”, cuenta María de los Ángeles.

Aficionado a la carpintería, su hija de 22 años lo recuerda como un padre ejemplar para ella y sus hermanos. Su partida, como la de muchos otros, fue súbita. Empezó tratándose la enfermedad en casa, lo trasladaron a un sanatorio privado donde permaneció pocos días hasta que fue trasladado al Hospital del Parque de la Industria, donde falleció el 25 de septiembre pasado.

María de los Ángeles se queda con el último abrazo que le dio semanas antes de su deceso y con los términos cariñosos con los que se refería a ella y a sus hermanos, también  con la memoria de su padre con el balón entre los pies, intentado transmitir la pasión por el deporte al mayor de sus hijos.

 

A Edwin Orlando González le apasionaba el futbol, deporte que practicaba desde joven. (Foto Prensa Libre: Cortesía familia González)

 

Gestión del dolor

María Lucía Sánchez,  tanatóloga —disciplina que ayuda al abordaje de la muerte—, refiere que la gestión de un duelo es compleja y más cuando no hay un tiempo anticipado para gestionar la perdida. “Es un impacto que afecta a la familia en todos los entornos. Lo que hemos visto con la pandemia y estas muertes rápidas es que no se permite el cierre emocional de la muerte. Muchas veces los familiares no pueden asistir a los velorios, no se les permite ver por última vez a sus seres amados. Es ahí cuando el ritual de despedida queda inconcluso”.

La especialista recomienda realizar un ritual en casa. “Con palabras, con tarjetas, se pueden soltar globos, dedicar altares y todo lo que ayude a que el círculo empiece a cerrar. También es importante saldar rencores o sentimientos negativos con los seres amados, esto nos evitará quedarnos con culpas después de la pérdida, porque estas no ayudan para el proceso”, explica.

Sánchez refiere las  etapas del duelo: shock, negación, negociación, depresión, aceptación y resignificación.

La negación hace referencia a pensamientos tales como “si no la hubiera llevado a tal lugar o si hubiera usado mascarilla no se hubiera enfermado”, mientras que la resignificación busca encontrar un sentido, un significado a la vida después de la muerte del ser amado.

Sánchez afirma que si bien es normal pasar por todas las etapas se debe tener cuidado de no estancarse para no caer en depresiones clínicas. A su juicio, cada persona lleva el duelo de una forma diferente, pero es necesario evaluar si  requiere o no de acompañamiento profesional.

“Es necesario tener descanso, cubrir necesidades básicas: dormir, comer, bañarse. No es recomendable aconsejar a las personas que sean fuertes y que no lloren.

En los primeros días es fundamental que fluyan las emociones. En ese momento ayudar con palabras es muy difícil, por lo que debemos centrarnos en apoyar con acciones concretas como ofrecer comida, cuidar a los hijos, realizar alguna compra, acompañarlos”, sugiere.

Duelo infantil

Las muertes por covid han dejado a miles de niños huérfanos alrededor del mundo, y  Guatemala no es la excepción. La niñez ha tenido que enfrentar la ausencia de padres, tíos, abuelos y otras personas amadas que han fallecido súbitamente a consecuencia de esta enfermedad.

La tanatóloga María Lucía Sánchez, quien tiene una especialización infantil y en pérdidas gestacionales y perinatales, refuerza la importancia de hablar a los niños con la verdad desde el primer momento.

“No debemos usar eufemismos como: se fue a un viaje, está dormida, se fue al cielo. Es  aconsejable hablarles de que la persona falleció para que comprendan cómo funciona el proceso de muerte”, dice.

La especialista explica que los niños entre 0 y 6 años tienen dificultades para comprender que la muerte es permanente, pero que son capaces de sentir la ausencia y la afectación emocional de los padres y cuidadores primarios. “Es importante explicarles que el ser amado ya no respira, ya no se mueve y que no lo volverán a ver. Los niños preguntan mucho y es fundamental responder siempre con la verdad para que no asuman”.

De acuerdo con Sánchez, después de los 7 años, los niños, al entender el concepto de que la muerte es permanente, pueden presentar síntomas de falta de sueño, apetito, incontinencia orinaría, entre otros. “Es necesario poner atención a esto”, advierte.

La especialista concluye que el dolor y sufrimiento permiten aprender, madurar y ser testimonio. A su criterio se debe intentar elegir por un recuerdo de amor y felicidad y no por uno que evoque dolor.  “Podemos honrar su legado, podemos decidir recordar el gran amor que tuvimos”, asegura. Advierte que esto requiere de mucha determinación y responsabilidad.