Guatemala

En el corazón de la selva

Odisea: Más de 16 horas de camino para hallar restos de campesinos peteneros

Nada fácil resultó la tarea de llegar hasta donde estaban los cuerpos de los campesinos peteneros ejecutados, supuestamente, por tropas beliceñas.

Para esto debió invertirse más de 16 horas de camino en territorio petenero, y la mayoría del recorrido debió hacerse a pie.

Si el grupo de personas que emprendió el viaje hubiera conocido las condiciones del camino y el tiempo que se debía hacer, de seguro lo habría pensado dos veces.

El inicio

La primera parte del recorrido fue la más cómoda: salir del municipio de Dolores, Petén, a Las Brisas Chiquibul requirió dos horas en vehículo, en camino de terracería de medianas condiciones.

?Vamos a ver si está mi primo en la aldea, porque él conoce el lugar donde están los cuerpos?, indicó Confesor Ramos, un campesino que guió la travesía.

En cambio, en Las Brisas, el primo de Don Confe, como le llaman sus conocidos, estaba demasiado cansado como para caminar de nuevo al lugar donde se encontraban los cuerpos, pues sólo unas horas antes había regresado por tercera vez del sitio.

En cambio, hubo otros que se ofrecieron a guiar a las tres personas que formaban el equipo reporteril de Prensa Libre.

A caminar

En una tiendecita, el grupo pudo proveerse de agua pura y golosinas, antes de iniciar la caminata, pues no había otra forma de hacer el recorrido, en compañía de otros seis lugareños.

El lodo fue lo primero en aparecer, en las estrechas veredas que conducían a Santa Rosita, un caserío que serviría de descanso luego de caminar dos horas.

Al lado de las sendas, las palmas negras sobraban. Estas, con sus troncos llenos de espinas, lastimaron a más de uno.

Sólo verde se miraba en los retorcidos parajes, donde se perdía la noción del tiempo. De pronto, el sonido de un helicóptero dejó saber que Santa Rosita estaba cerca, pues en ese sitio aterrizaría la aeronave con personal de la Cancillería, forenses y miembros de la Iglesia Católica de Poptún que también iban al lugar.

Después de unos minutos de descanso, se siguió el viaje. El tramo más difícil estaba por empezar; laderas resbalosas, el cruce de dos ríos, uno de los cuales casi arrastra a Don Confe, quien por suerte sólo perdió una bota, por lo cual el sacerdote Salvador Cutzal, quien viajaba a caballo, le tuvo que proporcionar su calzado.

Cuatro horas más tarde, se supo que los cuerpos de Mario Reyes y José de la Cruz estaban cerca; el olor fétido, producto de nueve días descomposición, los delataba.

Al cumplir la tarea, se procedió al retorno, el cual se tornó más difícil, pues eran las tres de la tarde y la luz del sol ya no atravesaba con fuerza la maleza. A las siete, al llegar a Santa Rosita, en la obscuridad total, los campesinos dieron tortillas y arroz con pollo, lo cual sirvió para las más de dos horas que faltaban de camino.

Ahora, alumbrados con antorchas hechas de palma por los campesinos, el equipo de Prensa Libre retornaba casi a ciegas del corazón de la selva, la cual se negaba a dejar salir a los visitantes, quienes cayeron como mínimo unas 10 veces, entre las risas de los campesinos que alegremente apuraron el paso al oír los ladridos de los perros, que fue la señal de que al fin el viaje terminaba.

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