Muchos se convierten en cucuruchos por herencia; otros se suman a la tradición por iniciativa propia.
El origen del cucurucho proviene del nombre que se le da al tocado que se utilizaba durante la inquisición en señal de penitencia y que actualmente es parte del vestuario de los cargadores, conocido como “capirote o capuchón”. Los colores que se usan en los vestuarios son morados, blancos y negros, su uso varía de acuerdo al cortejo procesional.
“El origen del cucurucho es el traje talar, cíngulo y antifaz pronunciado hacia la cabeza en forma cónica, el tocado tiene como finalidad acercar al penitente al cielo. Además, muestra que se trata de un peregrino o caminante en la Tierra”, afirma Juan Alberto Sandoval, Profesor de Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala.
Para muchos de los cucuruchos, la Semana Santa es la época más esperada del año para tener un momento de espiritualidad con el Nazareno o Sepultado, al que le tengan más devoción, tal como lo relata Jorge Ramírez, un devoto cargador. “Vivo con intensidad la Semana Santa, con mucho fervor, lo primero que quiero es comprender el sacrificio por el cual nuestro Señor Jesucristo se entregó y el cual estamos rememorando”, explica.
Herencia por generaciones
Manuel García es un cucurucho que durante 57 años ha llevado en hombros distintas procesiones; actualmente, continúa la tradición junto a sus hijos y nietos. Indica que vive la época con mucha espiritualidad y devoción.
“Prácticamente toda mi vida he pertenecido a la familia cucuruchil, toda la familia practica la tradición, mi esposa ya cargaba pero se incrementó más cuando hicimos nuestro hogar, mis cuatro hijos fueron debidamente formados como cucuruchos y mis nietos ya están en proceso”, dijo García quien espera continuar participando hasta el último día de su vida.
Inversión, ofrenda
El costo aproximado de una túnica para cucurucho es de 675 hasta 5 mil 400 quetzales de acuerdo a los materiales que se utilicen. Un turno ordinario tiene un costo de Q35, mientras que uno extraordinario varía de acuerdo a cada comisión.
“En realidad el gasto es grande, pero como uno lo hace de corazón y es devoto, no se siente”, afirma Julio Godoy, devoto de Jesús Sepultado de San Felipe en Antigua Guatemala, quien considera que en turnos un cargador gasta al menos 250 quetzales.
Los fieles afirman que el ser cucurucho es más que una devoción, y se convierte en una forma de vida, puesto que además de vivir la época, la recuerdan con nostalgia durante todo el año, y esperan la llegada de la siguiente Semana Mayor.