En marzo pasado, la Sala Segunda de Apelaciones de lo Penal decidió que el juicio en contra de Melgar Martínez debía repetirse porque encontraron incongruencias en la sentencia donde fue declarada inocente.
El Ministerio Público señala a Melgar Martínez de haber proporcionado al supuesto narcotraficante Jorge Mario Paredes, alias el Gordo Paredes, información de las rutas de seguridad que usaba Rivera para matarlo.
En junio del 2013 el Tribunal Sexto Penal absolvió de los delitos de asociación ilícita y asesinato a Melgar Martínez, en ese momento se dijo que la investigación del MP no tenía el sustento suficiente.
Las evidencias del MP
- Declaraciones en calidad de anticipo que señalan claramente cómo Melgar Martínez daba información a la organización criminal sobre los movimientos del ex asesor de Gobernación.
- Dictamen de análisis financiero que demuestra depósitos en un banco del exterior en cuentas a nombre de Melgar Martínez, por montos que no corresponden a su capacidad económica. Dichos depósitos fueron efectuados días antes y días después del asesinato de Rivera.
- Testigos confirman la vinculación directa de la imputada con Jorge Alberto Choto Cepeda, a quien se alude como persona que se encargó de la planeación del crimen.
- Medios científicos del Instituto Nacional de Ciencias Forenses, INACIF: escena del crimen, estudios de balística, análisis de video, análisis de estructura de la organización criminal.
La última entrevista de Víctor Rivera
Víctor Rivera no utilizaba palabras que no tuvieran algún significado. Leer entre líneas será muy útil para comprender en su totalidad la entrevista que concedió el lunes 7 de abril del 2008 entre las 18.30 y las 22 horas, poco antes de su asesinato.
Una de las razones que supuestamente ha sustentado su destitución fue que usted, junto con su grupo de tarea, forman una estructura paralela.
Yo mismo me he preguntado hasta la saciedad de dónde sale la idea de que esto es una estructura paralela, si yo estoy contratado por el Estado y mi gente son policías. Somos una unidad de asistencia a la víctima y de seguimiento de casos, en ese contexto de análisis casuístico de modus operandi, para evidenciar estructuras criminales. Es importante que exista el concepto de lo que en realidad somos, una fuerza de tarea, pero hay personas que han pensado otras cosas, que somos el Pentágono; uno tiene que ser realista. Lo que sí tenemos es una extraordinaria voluntad y luchamos para conseguir la información para evidenciar la autoría del hecho criminal investigado y, en definitiva, nosotros terminamos produciendo un material al Ministerio Público (MP).
Se afirma que usted sólo trabaja casos de gente de dinero, y que cobra algún tipo de comisión.
Absolutamente falso; trabajamos tanto casos de gente de muchos recursos hasta de escasos recursos. Acabamos de sacar el caso de un señor de Chimaltenango, humilde, y ahí están la niña en casa y las órdenes de capturas solicitadas. Nos enteramos a medianoche, otros hubieran dicho: “Ah, hasta Chimaltenango; mejor mañana”. No, señor, a las 12 de la noche, que nos enteramos, nos fuimos, y a la 1 estábamos en un On The Run —en referencia a una tienda de conveniencia—; trabajamos todos. En la mañana, temprano, el padre de la víctima estaba poniendo la denuncia en el MP.
A usted nunca le ha gustado ser público, quizá por eso lo consideran una persona muy cerrada.
Es cierto, pero la coyuntura indica que hay que hacer expresión de lo que hemos sido y lo que hemos luchado y hecho. Por ejemplo, de El Salvador me ha llamado mucha gente asombrada, porque ahora les dicen que soy un delincuente, que asesiné al joven Vilanova y hui con una orden de captura.
¿De dónde cree que viene ese ataque tan directo?
En El Salvador, soy un malquerido… Espere, que traje mis chuletas (refiriéndose a sus apuntes). En 1984-1985, en El Salvador, se dieron secuestros interesantes. En 1985, secuestraron a Elí Bahalla, que es el actual designado a la presidencia de El Salvador de Tony Saca; a José Luis Tablas, a Benótulo, que vive aquí desde ese entonces; secuestraron a Víctor René Cordón, un guatemalteco que vivía en El Salvador y que era el representante de Vifrío, y al doctor Ortiz Mancilla, que había sido canciller de la República. Toda esta gente era y sigue siendo de la derecha salvadoreña. Cada uno de estos estuvo mínimo entre seis a nueve meses en cautiverio, no dos días. Al final del camino, con la liberación de Ortiz Mancilla, resultó que los secuestradores hacían lo posible para que las víctimas creyeran que era el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), pero no era verdad, era la derecha salvadoreña, la misma derecha secuestrando a sus mismos hombres, haciéndoles daño, en una guerra sucia para hacer creer que era un secuestro de la guerrilla.
¿Cree que le están haciendo pagar haber descubierto eso?
Ya vas a ver. Esto llevó como consecuencia órdenes de captura de coroneles, mayores, tenientes y gente que en aquel entonces era de Alianza Republicana Nacionalista (Arena). Incluso, allanamos la casa de Antonio Cornejo, secretario general de Arena. En ese momento, ¿en qué quedó Zacarías para la izquierda salvadoreña? ¡Era el rey!, porque nosotros evidenciamos que no era la izquierda, era la derecha imitando a la izquierda.
¿Por qué lo han asociado, entonces, con la contrainsurgencia?
Entre 1992 y 1993 se dieron otra vez unos secuestros importantes en El Salvador. Plagiaron a don Bili Sol, secretario de finanzas de Arena; a Guayo Salume, de empresas salvadoreñas; a Nelson Machuca, hijo de un ingeniero que durante el conflicto interno construyó muchas instalaciones militares, y también a Alberto Gil Dutrice, sobrino de los dueños de la Prensa Gráfica… y si les preguntan a sus papás quién estuvo al lado de ellos trabajando hasta que llegó Alberto durante nueve meses, fue el humilde Zacarías. Cuando se presentaron estos secuestros, yo estaba en otro país trabajando, y el agregado militar de El Salvador me fue a buscar y me dijo que el presidente Cristiani quería verme. Me reuní con don Bili Sol, que me dijo que no me preocupara, porque en esta oportunidad no iba a trabajar tanto; ellos sabían que el responsable era el Ejército, que le estaba pasando la factura a Fredy (Alfredo Cristiani) por firmar los acuerdos de paz.
¿Qué ha pasado con Frank en Guatemala? ¿A quién cree usted que ha molestado?
Vamos a analizar. Antes de salir de El Salvador en la segunda oportunidad, se da el problema de la muerte de Vilanova. Ya había conocido en El Salvador a representantes del sector público y privado de Guatemala, y ya habíamos hablado de que si Álvaro Arzú llegaba a la Presidencia, había posibilidad de venirme. Se da el caso Vilanova, en septiembre de 1995, y nuestra pequeña fuerza de tarea hizo un trabajo completo; a la fiscal la bajé al precipicio donde estaba el cuerpo, con arnés; fuimos los investigadores, no los investigados. Por eso me pregunto: ¿hasta cuándo nos van a echar el muerto? —fueron policías quienes asesinaron al joven, pero no pertenecían al grupo de Rivera—.
Y vino a Guatemala en 1996.
Aquí llegué con el gobierno de Arzú; me contrató porque yo necesitaba estar dentro del Estado para operar, para poder presentar los casos en los tribunales. Pero seguí trabajando con el gobierno de Alfonso Portillo, con el de Óscar Berger; hasta hoy. Siempre dentro del Estado, nunca he trabajado como investigador privado.
¿Por qué Carlos Vielmann, ex ministro de Gobernación, decidió que se trasladara al ministerio?
Fue decisión de él; yo trabajaba para Gobernación, pero nadie me había pedido que estuviera físicamente allí, pero el ex ministro Vielmann me quería más cerca.
Pero eso conllevó que se involucrara en casos que iban más allá de secuestros.
Siempre lo hemos hecho, nuestra unidad es de investigación contra el crimen organizado. Investigamos extorsiones, secuestros, asaltos a bancos y casos especiales. Entre esos, hay algunos de homicidios, pero es una unidad técnica, que cruza información, que analiza. El que venga a mi puesto no vaya a creer que va a encontrar una gran oficina con cien pantallas que, al apachar el botón, sale el nombre del asesino; no. Si tenemos que ir a pedir una licencia de conducir, uno de los muchachos va a la zona 6; si tengo que pedir datos de cuentas bancarias, hablo a algunos de los amigos, y me dan la información, pero es información técnica, y toda se la paso al Ministerio Público, siempre.
Uno de estos casos especiales es el de la muerte de los diputados salvadoreños. ¿Qué significó salir a la luz pública y meterse en un caso complicado?
El caso de los salvadoreños empezó como un caso de secuestro, porque un amigo común de los fallecidos me dijo que los habían secuestrado. La familia no se imaginaba que estarían en otro tipo de suerte, ni nosotros. Estábamos en carretera a El Salvador como a las 18.30 horas, cuando entonces nos llaman y nos avisan que hay una camioneta en llamas. Empezamos a buscar para llegar a ese sitio. Lo cierto fue que tristemente llegamos a la escena, con este amigo, y al ver la camioneta, las placas, nos dimos cuenta… Ese 19 de febrero había una brisa tremenda, se le metía a uno por todos lados, y por supuesto, aquella escena, y polvo de ceniza por todos lados.