En una visita, Prensa Libre constató la falta de controles. Nunca se solicitó el Documento Personal de Identificación, no hubo revisión física —cualquier cosa pudo ingresarse en los bolsillos—, y ni siquiera se preguntó a quién se visitaría.
Tres puertas debieron atravesarse. En la primera se ingresó el vehículo y soldados revisaron el baúl. En la siguiente entrada, un guardia penitenciario estaba sentado en una garita. Al final del camino, cuatro más esperaban y superficialmente hurgaron la bolsa de mano. Se observó a familias completas entrar con hieleras, maletas de viaje y mochilas, sin pasar ningún registro.
Se ingresó al área que resguarda a 177 sindicados, la mayoría empresarios, contratistas y banqueros. Los guardias se limitaron a abrir la puerta. Al ingresar, parecía un parque recreacional: churrasqueras encendidas con leña y familias compartiendo, cobijadas en carpas individuales. Aunque el hacinamiento era evidente.
Al entrar a una segunda área que resguarda a 22 sindicados; entre ellos, el expresidente Otto Pérez Molina y los exministros de Gobernación, Mauricio López Bonilla, y de Cultura, Dwight Pezzarossi, las condiciones de seguridad no variaron, pero sí las comodidades. Las carpas de visita son más holgadas, un jardín con flores adorna el lugar, y está instalada una cama elástica para distracción de los menores que acompañan a sus familias.
Las mesas y sillas son plásticas, y cuentan con una alacena y un congelador surtidos con los alimentos que les llevan las visitas. Tienen un televisor de 32 pulgadas que les ha servido para informarse, y también distraerse con los partidos de la Eurocopa, con la que armaron una quiniela que tienen pegada en la pared.
El único día que no se puede visitar es el viernes, aunque los horarios son flexibles. Se sabe de sindicados a quienes les llevan desayuno, almuerzo y cena. Aunque a Pérez Molina no se le vio, se supo que comparte habitación con el magnate de la medicina Gustavo Alejos.
Crítica
Gustavo García, investigador de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales, criticó la falta de controles, que pone en riesgo hasta a los mismos sindicados.
Según el portavoz del Sistema Penitenciario Rudy Esquivel, los protocolos de seguridad varían según el centro, aunque existen algunos irrenunciables como la identificación de los visitantes y el registro de lo que se ingresa.
Carmen Aída Ibarra, del Movimiento Pro Justicia, no se sorprendió y explicó que en un estudio comprobaron las condiciones precarias en seguridad en varias prisiones.